La Conferencia Episcopal de Puebla
La Tercera Conferencia General del Episcopado de Am¨¦rica Latina, que se va a celebrar en Puebla (M¨¦xico) desde el 27 de enero al 12 de febrero pr¨®ximos, tiene que suscitar necesariamente una gran expectaci¨®n. Por lo pronto, a ella va a asistir el papa Juan Pablo II, y, en una muy profunda manera, la postura que adopte la conferencia bajo su alta presidencia, al fin y al cabo, va a dar el tono y la l¨ªnea de c¨®mo va a enfrentarse la Iglesia latinoamericana a los grav¨ªsimos problemas que hoy tiene planteados, y, en ¨²ltimo t¨¦rmino permitir¨¢ percibir claramente el esp¨ªritu y el estilo de actuar del actual Pont¨ªfice.En Latinoam¨¦rica, en efecto, se dan en plena agudizaci¨®n todos los problemas con que hoy, se enfrenta la Iglesia cat¨®lica en el mundo entero: desde los de la demograf¨ªa o la secularizaci¨®n a los derechos del hombre, el marxismo y la filosof¨ªa y praxis del desarrollo econ¨®mico, y la Iglesia cat¨®lica va a arriesgar demasiado si no da una respuesta neta y decididamente comprometida.
La conferencia va a celebrarse en un pa¨ªs donde la situaci¨®n jur¨ªdica y oficial de la Iglesia no deja de ser curiosa: un pa¨ªs con un 98 % de bautizados en el que la Iglesia no goza siquiera de personalidad jur¨ªdica y no puede poseer sus propios lugares de culto, los sacerdotes cat¨®licos no tienen derechos ciudadanos y su condici¨®n de sacerdotes no est¨¢ reconocida lealmente. Las autoridades estatales no pueden manifestar sus convicciones cat¨®licas en ceremonias p¨²blicas, y el presidente mexicano, por ejemplo, no pudo acompa?ar a De Gaulle ni a Kennedy a visitar el santuario de la Virgen de Guadalupe. y s¨®lo despu¨¦s de su mandato y a t¨ªtulo personal. pudo otro presidente mexicano. el se?or Echevarr¨ªa. visitar en Roma a Pablo VI. Todo este estado de cosas es herencia de la revoluci¨®n de 1910, y resulta ciertamente anacr¨®nico en la situaci¨®n actual, por lo que. tanto del lado del Estado como de la Iglesia -?una Iglesia fuera de la ley en un Estado excomulgado? como se dice con una f¨®rmula algo simplificatoria, pero que expresa la realidad-, se oyen voces en favor de un cambio de la misma. Pero en M¨¦xico existe libertad religiosa, y la elecci¨®n que se ha hecho de su territorio como sede de la Conferencia Episcopal Latinoamericana bien podr¨ªa se?alarse como un s¨ªmbolo que los obispos y el propio Papa querr¨ªan dejar muy claro: el ¨¦nfasis sobre esta libertad y, a la vez, sobre la situaci¨®n de una Iglesia sin privilegio alguno. Y no es mal s¨ªmbolo.
Pero en Puebla no van a ser suficientes los s¨ªmbolos. Van a ser necesarias las tomas de actitud muy claras. La reciente mediaci¨®n papal en el reciente conflicto m¨¢s o menos real entre Chile y Argentina, que no s¨®lo ha resucitado para el Papa un papel de ¨¢rbitro en una disputa pol¨ªtica que, sin duda, es m¨¢s propio de otros viejos tiempos, sino que ha dado ocali¨®n al enviado papal para hablar de ?dos amados hijos del Papa?, refiri¨¦ndose a los generales Pinochet y Videla, cuyos reg¨ªmenes todo el mundo que quiere saberlo sabe lo que significan, no es la ¨²nica amargura ni la ¨²nica aprensi¨®n nada positiva con que se mira a la reuni¨®n de Puebla. Y tampoco el ?documento de trabajo? de la asamblea y las listas de asistentes dejan de preocupar.
El documento de trabajo
El ?documento de trabajo? en cuesti¨®n se considera desde lueego muy superior al anteriormente redactado, y que se denomin¨® ?documento de consulta? y los expertos est¨¢n de acuerdo en se?alar que los apartados dedicados a la herencia hist¨®rica, a la ¨ªntima relaci¨®n entre evangelizaci¨®n y liberaci¨®n de las condiciones son humanas de la pobreza o a la relativizaci¨®n y cr¨ªtica que se hace del proceso de industrializaci¨®n y desarrollo, que hasta ahora ven¨ªa estim¨¢ndose como la condici¨®n sine qua non de la liberaci¨®n de la miseria de pueblos enteros y que incluso hab¨ªa recibido una cierta teologizaci¨®n -la del Cox de ?la ciudad secular?, por ejemplo- son, francamente, importantes. Pero, en este mismo documento, cuestiones como la de la evangelizaci¨®n de los ind¨ªgenas, el papel de los religiosos, el estudio causal y serio de fen¨®menos econ¨®micos, como la inflaci¨®n y el paro, por ejemplo, o las terribles interrogantes de la violencia son abordadas con torpeza o sin discriminaci¨®n. Mientras, a la vez, se enfatiza la vieja cultura cat¨®lica de estos pueblos hasta hacerla centro de toda la atenci¨®n -el eje que precisamente, en la Conferencia de Medell¨ªn, de 1968, estuvo representado por la atenci¨®n a la liberaci¨®n de las estructuras de injusticia- y denunciar como gran peligro el nuevo ?modernismo?, en el que se incluyen de manera especial la secularizaci¨®n y el protestantismo.
Las listas de asistentes
El ?documento de trabajo? es. sin embargo, ¨²nicamente un esquema de partida, y quiz¨¢ no comprometa demasiado. El miedo de quienes temen que Puebla pueda ser ¨²nicamente una esperanza decepcionada va por otro lado. En primer lugar. porque las listas de participantes en la reuni¨®n parecen garantizar, ya desde ahora mismo, un papel preponderante a los te¨®logos y hombres de Iglesia m¨¢s conservadores. Frente a una primera lista, en efecto, de 178 participantes elegidos por los episcopados latinoamericanos, en las que cada nombre es reconocido como un luchador de todos estos, a?os y una esperanza muy firme para el futuro, las tres listas restantes de miembros de la conferencia de Puebla alinean nombres de obispos particularmente conservadores, como el arzobispo general de Bogot¨¢ o Mons. Fresno, que sostiene a Pinochet; de te¨®logos, los m¨¢s ardientes adversarios de la ?teolog¨ªa de la liberaci¨®n?, como Kloppenburg, de Brasil, o Methol-Ferre, de Uruguay, y cardenales de curia o superiores generales de ¨®rdenes religiosas, que han sido invitados, y entre quienes no figuran ni el cardenal Pironio ni el padre Arrupe.
Una campa?a integrista
En segundo lugar, una campa?a muy bien montada lleva meses tratando de crear en Am¨¦rica Latina una confusi¨®n deliberada entre las ideas y actitudes religiosas que se oponen a las dictaduras y a las estructuras de injusticia, a la tortura al aplastamiento de los seres indefensos y el marxismo. Se asimila sin m¨¢s teolog¨ªa de la liberaci¨®n y marxismo y a las actitudes en contra de las tiran¨ªas pol¨ªticas con una fronda que tratar¨ªa de destruir la fe misma y, desde luego, la estructura eclesial. Jean Comblin. un te¨®logo belga que el cardenal Lorscheider llevar¨¢ como asesor personal, porque aun siendo el gran conocedor de Am¨¦rica Latina en muchos aspectos esenciales, no ha recibido invitaci¨®n alguna para Puebla, ha denunciado esta campana, pero no se sabe con qu¨¦ eficacia ya a estas alturas. Porque, por otra parte s¨ª ha habido, de hecho, una penetraci¨®n de la ideolog¨ªa marxista en muchos ¨¢mbitos cristianos y tampoco pueden canonizarse todas las tesis de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n. ?C¨®mo canonizar, por otra parte, la postura de los sacerdotes que han tomado las armas en la guerrilla?, pero ?c¨®mo anatematizarla y c¨®mo dejar de considerar como aut¨¦nticos m¨¢rtires, como dice el propio ?documento de trabajo?, a quienes han muerto por su fe, v¨ªctimas de la tortura, por ejemplo? Ante el dramatismo de estas y otras preguntas que en Puebla van a hacerse desde la teolog¨ªa o desde la vida, resulta una pura frivolidad hablar el lenguaje parlamentario de conservadores o progresistas, que, adem¨¢s, dice muy poco en este caso, y ni siquiera merece hacer menci¨®n de los problemas de instalaci¨®n de la propia Iglesia en los distintos reg¨ªmenes y sociedades latinoamericanos, aunque de todo esto se trate tambi¨¦n. En Puebla, es la credibilidad cristiana la que va a quedar comprometida.
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