EL "asunto Lafebvre" y los "mass media"
Con el ?asunto Lef¨¦bvre? sucede un poco o un mucho lo que dec¨ªa A. Artaud que suced¨ªa con buena parte de la literatura y de la pintura moderna: que no sabemos si seguir¨ªan existiendo si se dejara instant¨¢neamente de hablar d¨¦ ellas y tuvieran que sostenerse por s¨ª mismas. Pero a los mass media por alguna misteriosa raz¨®n, les ha parecido ese ?asunto de Lef¨¦bvre? algo as¨ª como el cisma de Occidente. El propio Lef¨¦bvre o sus partidarios, muy bien instalados en ciertas altas instancias, se cuidan mucho de dar, adem¨¢s, esta impresi¨®n, y el obispo rebelde se da aires de Papa en estas visitas que hace al Vaticano, procura que incluso entrevistas como la ¨²ltima con las autoridades vaticanas, encargadas de la ortodoxia y la disciplina eclesi¨¢stica, pasen por conferencias de alto nivel en las que, de t¨² a t¨², Roma y Lef¨¦bvre podr¨ªan llegar a un acuerdo. O m¨¢s a¨²n: en las que Roma abjurara de todos sus errores y se adhiriera a los puntos de vista de monse?or Lef¨¦bvre, ¨²nicos verdaderos. ?Porque no se puede dejar de reconocer a la cabeza de esta iglesia modernista a Sat¨¢n y a sus partidarios, que, actuando en el interior de la Iglesia cat¨®lica, tratan mediante la obediencia al magisterio de hacer caer a todos los cat¨®licos en la desobediencia a toda la Tradici¨®n... Y desde el punto en que Sat¨¢n se ha apropiado de la Iglesia oficial, cuyo centro est¨¢ en el Vaticano, en Roma, el Se?or desea que los que le quieran permanecer fieles, as¨ª como a su Iglesia, su liturgia, su tradici¨®n, sus dogmas, sus tesoros de gracia y de doctrina abandonen esa falsa Iglesia ocupada por Sat¨¢n para agruparse en torno al verdadero Papa, a los verdaderos cardenales, a los verdaderos sacerdotes.?En una nota a las anteriores l¨ªneas, extra¨ªdas de una publicaci¨®n del seminario de Econe, el seminario que dirige monse?or Lef¨¦bvre con abundancia de medios, se dec¨ªa que por ?verdadero Papa? hab¨ªa que entender a Pablo VI, que estaba secuestrado en el Vaticano; pero, de todas maneras, se pon¨ªa en duda la validez can¨®nica de la decisi¨®n de Pablo VI de que los cardenales de m¨¢s de ochenta a?os no votaran en el c¨®nclave que m¨¢s tarde se abrir¨ªa, de modo que la elecci¨®n que resultara en ¨¦l de un nuevo Papa tampoco ser¨ªa v¨¢lida. Y, al mismo tiempo, una vidente de San Damiano afirmaba que Dios mismo se hab¨ªa hecho lenguas de los m¨¦ritos de monse?or Lef¨¦bvre, y ¨¦ste llam¨® la atenci¨®n sobre el cuidado que hay que tener con las apariciones, pero en modo alguno ha rechazado como ap¨®crifo ese curioso inter¨¦s de lo Alto por sus m¨¦ritos, sino que coment¨®: ?No tiene nada de extra?o que la Sant¨ªsima Virgen venga para ayudarnos a guardar la fe. ?
M¨¢s tarde, el propio monse?or Lef¨¦bvre cubrir¨ªa de bajos insultos al papa Pablo VI, que ya no estar¨ªa secuestrado por nadie, sino que ser¨ªa el mismo Sat¨¢n, y la verdad es que no se sabe bien lo que monse?or Lef¨¦bvre podr¨ªa esperar con su presencia en Roma durante los c¨®nclaves del verano y el oto?o pasados. Cuando la elecci¨®n del papa Luciani, tuvo el mal gusto de comentar que, si su nombre de Juan Pablo indicaba que iba a ser fiel a los anteriores pont¨ªfices, muy mal iban a ir las cosas; pero la elecci¨®n del papa Wojtyla parece haberle hecho reflexionar a monse?or Lef¨¦bvre. El papa Wojtyla, efectivamente, no es el hombre de dram¨¢tica fragilidad y de infinita paciencia, que fue Pablo VI, y tampoco pod¨ªa monse?or Lef¨¦bre contar al antiguo cardenal de Cracovia historias de sotanas o seminarios llenos y de Tradici¨®n o venirle a decir lo que es el marxismo, ni a asustar con decimon¨®nicas historias sobre la masoner¨ªa y las consecuencias de la revoluci¨®n de 1789, a alguien que ha nacido y vivido muy cerca de Auschwitz, un lugar donde, por cierto, se practicaron esas grandes virtudes en las que se?or monse?or Lef¨¦bvre consistirla el ideal pol¨ªtico social cristiano: la autoridad, el deber, la obediencia, el orden y la desigualdad y jerarqu¨ªa naturales entre los hombres, nacidos los unos para gobernar y otros para ser esclavos o simplemente gaseados.
El ?asunto Lef¨¦bvre? ha dado, pues, un giro de 180 grados. Y todav¨ªa colear¨¢, sin duda, porque poderosas fuerzas pol¨ªticas, que se sienten traicionadas por una Iglesia que ya no otorga una justificaci¨®n teol¨®gica a sus privilegios sociales ni econ¨®micos y no es, entonces, un valladar contra el griter¨ªo de los que tienen hambre y son aplastados, seguir¨¢n tratando de sacar adelante a ?la Iglesia de Lef¨¦bvre?. S¨®lo que la maniobra es tan burda, que lo que extra?a es que interese tanto a los mass media.
Roma, por lo dem¨¢s, piensa con angustia en las buenas gentes que siguen a monse?or Lef¨¦bvre asustadas por ciertas posturas o ciertos cambios de Iglesia, que ni siquiera se les ha explicado ciertamente, o por ciertos extremismos y ?jacqueries?, y fascinadas porque la vuelta a las sotanas en los cl¨¦rigos o a las misas en lat¨ªn les da la impresi¨®n de que vuelven a su infancia o juventud.
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