El Papa concluye su viaje a Latinoam¨¦rica
, En su ¨²ltima jornada mexicana, Juan Pablo II se despidi¨® del pa¨ªs azteca en la bas¨ªlica de Nuestra Se?ora de Guadalupe, donde, en espa?ol, cant¨® el Himno de la alegr¨ªa junto a miles de estudiantes cat¨®licos que hab¨ªan acudido a despedirle. Hoy, el Papa llegar¨¢ a la capital de las islas Bahamas, Nassau, ¨²nica escala en su regreso a Roma. Mientras tanto, los discursos que ha pronunciado han desplegado vivas pol¨¦micas, y en d¨ªas sucesivos la atenci¨®n se centrar¨¢ en el desarrollo de los debates de la Conferencia Episcopal de Puebla, que inaugur¨® Juan Pablo II el domingo.
Juan Pablo II concluy¨® ayer su visita mexicana en la capital federal, M¨¦xico. La ciudad le ha despedido como a un gran l¨ªder, no s¨®lo religioso, sino tambi¨¦n social y pol¨ªtico, con un gesto que hizo volverse locos a los 8.000 j¨®venes universitarios de la burgues¨ªa mexicana que acudieron a uno de sus ¨²ltimos actos. El Papa improvis¨® un discurso en espa?ol, largu¨ªsimo, con mil equivocaciones, interrumpi¨¦ndose, preguntando de cuando en cuando a su int¨¦rprete c¨®mo se dec¨ªan algunas palabras. Fue un popurri de italiano y espa?ol, pero cada error fue recibido con vivas y gritos y aplausos. Les dijo y les hizo ver a los estudiantes con esta demostraci¨®n que tambi¨¦n ¨¦l segu¨ªa estudiando. Uno de los j¨®venes comentaba: ?Es m¨¢s listo que todos nuestros l¨ªderes pol¨ªticos juntos.? Despu¨¦s cant¨® con ellos a pleno pulm¨®n el Himno de la alegr¨ªa. Esta improvisaci¨®n en espa?ol ante los universitarios mexicanos quedar¨¢ en la historia de este viaje como una de las p¨¢ginas m¨¢s populares, que ha servido para conquistarse m¨¢s, si cabe, a estas gentes, a las cuales, como dec¨ªa un locutor de televisi¨®n, ?deja hu¨¦rfanos? tras su partida.Pero no s¨®lo Ciudad de M¨¦xico demostr¨® al Papa su locura. Tambi¨¦n Guadalajara, como lo hab¨ªa hecho Puebla, se volc¨® con una demostraci¨®n que moviliz¨® a tres millones de personas, convirtiendo a la ciudad de Jalisco en una gran fiesta popular, alegrada por los t¨ªpicos charros que acompa?aban al Papa.
En esta ciudad, que quiso emular a M¨¦xico en su entusiasmo al recibir al Papa, el Pont¨ªfice hizo dos llamadas importantes: a los obreros reunidos en el gran estadio -donde los jugadores de f¨²tbol se encargaron del servicio de orden-, a quienes exhort¨® a no considerar el trabajo como una maldici¨®n, sino como una vocaci¨®n de transformaci¨®n del mundo que, seg¨²n el Papa, es un concepto ?cristiano? del trabajo. Record¨® el antiguo concepto de P¨ªo XII del trabajo como ?consagraci¨®n a Dios?, y afirm¨® que para el cristiano ?no basta la denuncia de las injusticias, ya que debe ser art¨ªfice de justicia y de verdadera libertad, a la vez que forjador de caridad social?. El trabajador cristiano, dijo el papa Wojtyla, ?tiene derechos que defender legalmente, pero tiene tambi¨¦n deberes que cumplir generosamente?.
?Un trabajo -dijo el Papa- las constantes de su pontificado, que ofrece la oportunidad de comprometerse con toda la comunidad sin resentimientos, sin amargura, sin odios, sino con el amor universal de Cristo, que a todos abraza y a ninguno excluye.? Se despidi¨® de los obreros llam¨¢ndoles hermanos y compa?eros.
La otra llamada importante, que ser¨¢, sin duda alguna, una de las constantes de su pontificado, fue el relanzamiento de la religiosidad popular y de los santuarios marianos de Am¨¦rica Latina.
Defendi¨® la religiosidad popular contra las acusaciones de los nuevos te¨®logos, afirmando que ?esta piedad no es un sentimiento vago, carente de s¨®lida base doctrinal o de una forma inferior de manifestaci¨®n religiosa?; al contrario, es ?la expresi¨®n verdadera del alma de un pueblo?.
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