Connally, Kennedy y Brown amenazan a Carter en las elecciones de 1980
Faltan todav¨ªa dos a?os, pero la carrera ya ha empezado. John Connally, ex dem¨®crata, ex secretario del Tesoro y ex gobernador de Texas, ha sido el primero en saltar, oficialmente, al ruedo de las elecciones norteamericanas de 1980. Le siguen, agazapados para no romper la disciplina del partido, el candidato de siempre, Edward Kennedy; la estrella ascendente del Partido Dem¨®crata, el joven gobernador de California Jerry Brown. Y como reserva de los valores republicanos marcha Alexander Haig, el general ex jefe de la OTAN que quiere repetir la haza?a de Eisenhower de los a?os cincuenta.
Pero Jimmy Carter es el que, sobre el papel, tiene las m¨¢ximas probabilidades de quedarse en la Casa Blanca. Aunque cotizado a la baja, tras el fiasco de Ir¨¢n y el fracaso de sus iniciativas en el Oriente Pr¨®ximo, el incumbent cuenta con las ventajas del tiempo que, en estos dos a?os, le deber¨¢ permitir recuperarse. Pero abandonado por el ala liberal del partido y habiendo desconcertado a la conservadora, puede ocurrir que el ex vendedor de cacahuetes no s¨®lo encuentre dificultades con los republicanos, sino que hasta su mismo partido le prive, en la convenci¨®n, de la investidura dem¨®crata.La ruptura en el partido de Roosevelt puede producirse ante la extra?a pol¨ªtica econ¨®mica adoptada y seguida por Carter. Mientras los males econ¨®micos norteamericanos no parecen haber encontrado remedio con los guisos sure?os y conservadores de un presidente que lleg¨® al poder con el apoyo de los liberales, ¨¦stos reprochan ahora a Jimmy que los ha abandonado y que, adem¨¢s, ha olvidado en sus programas a los tradicionales clientes del Partido Dem¨®crata: los negros, las minor¨ªas ¨¦tnicas y los sindicatos.
El ¨²ltimo del clan Kennedy, Teddy, ha sido el que ha lanzado la primera piedra contra su jefe de partido. Aunque p¨²blicamente niega que tenga, hoy por hoy, intenciones de presentarse a las elecciones de 1980, Kennedy, 46 a?os, ha reprochado a su presidente que, en sus tres presupuestos hasta la fecha, se haya olvidado de sus promesas electorales y haya sacrificado, en aras de los gastos defensivos, los programas de asistencia social y de creaci¨®n de un seguro m¨¦dico nacional.
En el mismo frente dem¨®crata, Jerry Brown, uno de los pol¨ªticos m¨¢s ambiciosos del momento en Estados Unidos, ha adoptado, por el lado contrario al de Kennedy, la bandera del conservadurismo fiscal y ha atacado a Carter por sus ?despilfarros?. Brown acusa al presidente de incrementar todo tipo de gasto y, con una filosof¨ªa puramente republicana, ha proclamado la necesidad de perseguir un presupuesto equilibrado. Se da por seguro que Brown desafiar¨¢ a Carter en las primarias de New Hampshire. Y si consigue derrotarlo, los expertos electorales norteamericanos creen que se repetir¨¢ la experiencia de 1968, cuando otro Kennedy, Robert, salt¨® a la campa?a desafiando a Johnson y al victorioso en la primaria, Eugene McCarthy. Ahora, en 1980, ser¨¢ Edward quien puede repetir la aventura de su hermano.
Por el lado republicano, aparte de la presencia de Gerald Ford, como jefe de filas, el salto adelantado de John Connally se interpreta como un intento de ganar terreno y popularidad de un hombre que, dem¨®crata de toda la vida, Se pas¨® a los republicanos durante la Administraci¨®n Nixon. Las posibilidades de Connally de ganar la candidatura republicana se consideran hoy muy remotas, pero tambi¨¦n es cierto que el viejo y gran partido GOP est¨¢ hoy esquilmado de personalidades y, con el bueno de Jerry como ¨²nico Presentable, se puede dar una segunda edici¨®n de la ¨²ltima campa?a, cuando el ex actor Ronald Reagan priv¨® a Ford de una victoria que parec¨ªa clara a priori.
Al Haig, el general de los ¨²ltimos d¨ªas del Watergate, puede ser, sin embargo, el hombre providencial de los republicanos. Haig ha regresado a Washington, desde Bruselas, para ?algo? y muchos dicen que es para jugar a pol¨ªtica. Sus posibilidades son tambi¨¦n muy remotas.
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