Los or¨ªgenes del paro en Espa?a
EconomistaSeg¨²n publicaba un semanario recientemente, los tres jinetes del apocalipsis para los espa?oles en noviembre de 1978 eran el paro, el terrorismo y la inflaci¨®n. As¨ª, mientras en una anterior encuesta realizada un a?o antes el primer problema s¨®lo preocupaba al 51 % de los encuestados, once meses despu¨¦s ya era motivo de inquietud para el 63% de los espa?oles. Este estado de opini¨®n reflejaba simplemente lo que estaba sucediendo en la realidad, con un incremento en las cifras de paro de un cuarto de mill¨®n de personas al cabo de un a?o de ajuste.
Lo verdaderamente curioso es que, tal como se?alaba recientemente un editorial de EL PA?S, este hecho, al igual que otros muchos, lo est¨¢n tratando de capitalizar los ¨®rganos de opini¨®n y los portavoces de la ultraderecha como s¨ª el problema hubiese surgido con la implantaci¨®n de la democracia, cuando las causas del paro provienen en su mayor parte de actuaciones y esquemas de comportamientos econ¨®micos originados en el pasado. El resultado presente de aquellas pol¨ªticas pasadas, protagonizadas en muchos casos por esos dirigentes de la derecha y la ultraderecha que ocuparon carteras ministeriales en el ?antiguo r¨¦gimen?, es precisamente que ahora aparezca la totalidad del iceberg y no s¨®lo, como en el pasado, la punta del mismo.
Al menos pueden se?alarse diez causas estructurales que han originado que las cifras de paro sean de las m¨¢s altas de Europa y con posibilidad de que sigan increment¨¢ndose a medio plazo:
1.? La no adopci¨®n de medidas rigurosas a partir de la crisis del petr¨®leo. Es decir, se tardaron casi cuatro a?os entre finales de 1973 y finales de 1977 en adoptar un plan de saneamiento de la econom¨ªa espa?ola. Esos cuatro a?os perdidos sumieron al pa¨ªs en una fuerte inflaci¨®n, una cuasi bancarrota exterior y un paro creciente y llevaron a la urgente adopci¨®n de medidas tanto de pol¨ªtica monetaria como de rentas, m¨¢s dr¨¢sticas que las que hubiera sido necesario adoptar en 1974.
De haber afrontado en su momento la espectacular subida del petr¨®leo, 1978 no habr¨ªa sido un a?o de ajuste, sino que pod¨ªa haber sido de expansi¨®n, con lo cual las cifras de paro estar¨ªan situadas por debajo de las tasas actuales.
2.? La exportaci¨®n de paro que tan profusa y c¨®modamente se realiz¨® en el ?antiguo r¨¦gimen?, lo que supuso que casi tres millones de personas (1961-1976) abandonaran obligatoriamente su domicilio para buscar trabajo en el extranjero. Por tanto, parece evidente que no puede decirse sin faltar a la verdad que en la econom¨ªa espa?ola ha existido en ese per¨ªodo pleno empleo, como repetidamente viene se?al¨¢ndose, en funci¨®n de que las cifras de paro sobre activos no exced¨ªan de un 2% en la mayor¨ªa de ese per¨ªodo.
El descenso en las cifras de la emigraci¨®n a partir de 1973 coincide con el fuerte crecimiento de las cifras de paro, que en el espacio de cuatro a?os pasan de representar sobre la poblaci¨®n activa de un 2,70% al 7,8%, con un incremento de casi medio mill¨®n de personas.
Simplemente, lo que sucede a partir de 1973 es que los retornos empiezan a superar a las salidas, y se importa el paro que antes se exportaba. Esos tres millones de trabajadores que emigraron al extranjero sirvieron adem¨¢s de v¨¢lvula de escape para que se realizara un crecimiento econ¨®mico sin tensiones y conflictos en el ¨¢mbito laboral y pol¨ªtico.
El freno a la emigraci¨®n ha supuesto que la tasa anual acumulativa de crecimiento de la poblaci¨®n calculada ha pasado de un 0,84%, en el per¨ªodo 1955-1960, a un 1,30% en 1973-1975.
Resumiendo: como recientemente se ha se?alado, ?el proceso de creaci¨®n de empleos fue muy contenido a lo largo de todo el per¨ªodo contemplado (1955-1975), ya que, salvo la etapa 1964-1971, con tasa acumulativa del 0,8%, los de los restantes per¨ªodos generaban paro y emigraci¨®n al exterior. Incluso la tasa m¨¢s alta del per¨ªodo 1964-1971 convivi¨® con una corriente migratoria al exerior, de gran entidad, que afect¨® a 257.406 personas. Para que se hubiese evitado la emigraci¨®n al extranjero en dicho per¨ªodo, hubiese sido necesario el crecimiento de los empleos en raz¨®n del 1,1 % (1).
3.? El fuerte descenso en la poblaci¨®n activa agraria, que ha pasado de representar un 41% de la poblaci¨®n activa en 1960 a cifras situadas en torno al 20% en los momentos actuales, habiendo abandonado el campo en ese per¨ªodo cerca de dos millones de personas en busca de trabajo en las zonas industriales y. de servicios del interior o el exterior del pa¨ªs.
Ese descenso, que no tiene parang¨®n con el producido en otros pa¨ªses europeos, ha provocado un h¨¢bito de salidas del campo que, a pesar de ser menor en los ¨²ltimos a?os, sigue produci¨¦ndose a un ritmo de unas 100.000 personas por a?o. Incluso con un a?o excepcionalmente bueno, como 1978, tanto en climatolog¨ªa como en precios, han abandonado el campo 50.000 personas.
Las causas deben buscarse en el constante olvido del medio rural tanto en rentas como en equipamiento colectivo, as¨ª como en la ausencia de una verdadera planificaci¨®n, que no s¨®lo hubiera modernizado la agricultura, sino que hubiera modificado la actual distribuci¨®n de la propiedad de la tierra, especialmente desigual en algunas regiones.
4.? La falta de un balance de mano de obra ha provocado una serie de desajustes en el mercado de trabajo. As¨ª, el paro entre los graduados universitarios es muy alto, consecuencia de la masificaci¨®n de las universidades, mientras que determinadas titulaciones de formaci¨®n profesional son m¨¢s requeridas. El desprecio y la escasa atenci¨®n a estos estudios durante muchos a?os se plasmaron incluso legalmente en la ley de Educaci¨®n, en cuyo art¨ªculo 20 se se?alaba que los menos dotados que obtuvieran el certificado de escolaridad s¨®lo podr¨ªan acudir a los centros de formaci¨®n profesional.
De esta forma se ha producido la triste paradoja, por lo que supone de despilfarro para el pa¨ªs, de que por falta de una planificaci¨®n educativa tengan que ocupar titulados superiores puestos de trabajo cuya cualificaci¨®n exigida es la de estudios primarios o medios.
5.? El abandono que se ha sometido al pensionista en el pa¨ªs; la persistencia en el tiempo de pensiones baj¨ªsimas, as¨ª como la no existencia legal de jubilaci¨®n obligatoria para cierta edad a determinados colectivos, ha llevado a que la edad de retiro (66 a?os en media) sea una de las m¨¢s altas de Europa, prefiri¨¦ndose continuar en el trabajo y obtener un salario aceptable, a retirarse con una pensi¨®n deplorable.
6.? El sistema financiero, y especialmente la pol¨ªtica de bajos tipos de inter¨¦s seguida durante muchos a?os, ha provocado, junto a un r¨ªgido marco de relaciones laborales, unas inversiones en sectores altamente capitalizados donde la creaci¨®n de puestos de trabajo era m¨ªnima, as¨ª como la m¨¢xima automatizaci¨®n de los procesos productivos de los sectores intensivos en mano de obra. La importaci¨®n de tecnolog¨ªas de pa¨ªses desarrollados, cuando nuestra estructura productiva y ocupacional era de pa¨ªs subdesarrollado, elev¨® considerablemente el problema del paro.
7.? Un sistema fiscal que como medio de estimular la inversi¨®n ha abusado de los incentivos fiscales, con unos efectos de generar inversiones ahorradoras de mano de obra y de localizarse en sectores intensivos de capital. Unido a ello se ha producido un hecho insolidario como es el traspaso de las obligaciones tributarias del trabajador al empresario, especialmente en los sectores mejor retribuidos, encareciendo no solamente los costos de producci¨®n, sino los costos de creaci¨®n de nuevos empleos.
8.? La baja dimensi¨®n del sector p¨²blico (25% sobre el PIB) se manifiesta en que los bienes y servicios p¨²blicos que se ofrecen son escasos y de baja calidad. De haber contado con un sector p¨²blico potente y con mejor capacidad de gesti¨®n, la absorci¨®n de paro hubiera sido mucho mayor que en la actualidad, pues es conocido que los bienes y servicios p¨²blicos son tradicionalmente fuertes generadores de empleo.
La carencia de bienes y servicios p¨²blicos a un nivel adecuado a nuestras caracter¨ªsticas econ¨®micas, demogr¨¢ficas y territoriales es muy elevado. As¨ª, tal como se ha se?alado: ?La cobertura efectiva de nuestras necesidades p¨²blicas en relaci¨®n con los niveles medios comparables de gasto p¨²blico que deber¨ªamos alcanzar es muy reducido, situ¨¢ndose en grado medio en un 60% (2).
9.? Un sistema de financiaci¨®n a la Seguridad Social en el que la participaci¨®n del Estado ha sido m¨ªnima (8 % en 1978) y en la que la casi totalidad de la misma reca¨ªa sobre las empresas adoptando la forma de un aut¨¦ntico impuesto sobre las n¨®minas. El resultado es un incremento de los costos salariales, viniendo a representar la Seguridad Social pagada por la empresa un 20-22% de la masa salarial bruta de cada empresa, encareciendo y desincentivando la creaci¨®n de nuevos puestos de trabajo.
El complejo sistema de bases, tipos y topes impulsaba la realizaci¨®n de horas extras, ya que su cotizaci¨®n se efectuaba a un tipo muy bajo en comparaci¨®n con el resto de los tipos de la base complementaria y tarifada, lo cual ha provocado que en much¨ªsimos casos se superase el tope de 120 horas extraordinarias al a?o fijado en la ley de Relaciones Laborales.
10.? La existencia de un marco de relaciones laborales at¨ªpico ha incrementado igualmente el paro. As¨ª, las empresas que hab¨ªan incrementado sus plantillas en ¨¦pocas de fuerte demanda, al producirse la crisis del petr¨®leo no pod¨ªan despedir a la plantilla excedente o, alternativamente, los costes del despido eran muy altos. Como resultado, los empresarios han optado por racionalizar al m¨¢ximo sus procesos de producci¨®n, con incrementos de productividad notables en algunos casos, y congelar las plantillas, amortizando los puestos de trabajo que se produjeran por jubilaci¨®n.
As¨ª, los ¨²nicos incentivos estatales que han funcionado hasta ahora son aquellos que, junto a exenciones en las cuotas de la Seguridad Social, dispon¨ªa que los trabajadores contratados lo eran a plazo fijo, pudiendo ser despedidos al final del mismo.
Este dec¨¢logo de or¨ªgenes del paro no pretende ser exhaustivo, pero s¨ª quiz¨¢ haya servido para demostrar que la ultraderecha y la derecha autoritaria no pueden arrojar la primera piedra, ya que los or¨ªgenes del paro en Espa?a provienen en su mayor parte de causas estructurales originadas y asimiladas a lo largo de la dictadura.
Por ello parece importante se?alar la gravedad del problema del paro, y los partidos pol¨ªticos en sus campanas electorales deben denunciarlo; pero, como bien se?alaba el editorial de EL PA?S, ?se cometer¨ªa tambi¨¦n una serie de equivocaciones si entraran en una pugna de demagogia con la ultraderecha, pues al fin y al cabo la opci¨®n pol¨ªtica, por lo que apuestan, podr¨ªa alcanzar responsabilidades de poder en una coyuntura en la que el desempleo contin¨²a existiendo y las posibilidades reales de eliminarlo, reducirlo o frenarlo no cuadran con las expectativas anteriormente creadas entre el electorado?.
(1) Banco de Bilbao, Renta Nacional en Espa?a y su distribuci¨®n provincial 1955-1975, p¨¢gina 33. Madrid, 1978. (2) Manuel Lagares Calvo, Las necesidades p¨²blicas en Espa?a: niveles de cobertura. Hacienda P¨²blica Espa?ola n¨²mero 36, p¨¢gina 120.
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