El inconformista, entre la hoguera y las rosas
?Y si uno se decidiera a ser heterodoxo? ?Tratad de ser libres -dice Cioran, en alguna parte- y os morir¨¦is de hambre.? Y, sin embargo, habr¨¢ que intentarlo cada vez con mayor esfuerzo a medida que este mundo se configura m¨¢s y m¨¢s como una perfecta termitera. El ¨²ltimo libro del periodista americano Vance Packard, El hombre remodelado, nos suministra una abradacabrante casu¨ªstica de todo lo que ya hoy puede hacerse para tener controlados a los ciudadanos de un Estado y que deja en rid¨ªculo las siniestras previsiones de Aldous Huxley o de Orwell. Un ni?o d¨ªscolo -y, naturalmente lo propio podr¨ªa hacerse con un escritor incordiante- queda convertido en un ni?o ejemplar y disciplinado con una leve intervenci¨®n quir¨²rgica en el cerebro. Un delincuente puede ser vigilado a distancia mediante la inserci¨®n en su cuerpo de un instrumento electr¨®nico, e incluso a trav¨¦s de otro impulso electr¨®nico puede imped¨ªrsele que robe, por ejemplo. El transmisor inserto en la carne del delincuente en libertad avisar¨¢ de la variaci¨®n de las constantes fisiol¨®gicas de pulso y respiraci¨®n, y desde el centro de vigilancia se suministrar¨¢n ¨®rdenes dirigidas al cerebro del individuo en cuesti¨®n que le impedir¨¢n actuar; pero, naturalmente, el sistema puede servir tambi¨¦n para impedir que alguien pueda tener ideas o leer libros definidos como no convenientes, El control mismo de las cadenas de televisi¨®n, por las que se muestra preferencia, ya es, por lo visto, un hecho, y los partidarios de puestas en escena de Shakespeare o de Dostoievski -a menos que est¨¦n ya previamente descafeinadas, como las que suele hacer la televisi¨®n estatal de este pa¨ªs- pueden ser catalogados como indeseables o peligrosos de par son esprit, como dec¨ªan los nazis de Kandinsky.Ya no se precisan siquiera micros ocultos para dar cuenta de las conversaciones m¨¢s privadas, porque lo hacen los rayos lasser, y las cartas pueden ser perfectamente le¨ªdas sin abrir los sobres.
Los mismos estereotipos sociales son m¨¢s fuertes que lo han sido jam¨¢s en la historia y el heterodoxo de hoy no puede valerse de las ma?as del heterodoxo de otras ¨¦pocas: de la iron¨ªa y el doble juego de palabras, por ejemplo, o del contagio de sus ideas en peque?os cen¨¢culos. La iron¨ªa no tiene sentido para una sociedad totalmente cerrada que no duda ni un solo momento de esos sus mismos estereotipos, y esa sociedad se muestra bien defendida contra el contagio de unas ideas que la parecen locuras cient¨ªficamente establecidas. Una persona sin coche, sin televisi¨®n o sin cuenta corriente, por ejemplo, es todo un hereje vitando, y si no se tienen ambiciones de triunfo social, se carece de partido pol¨ªtico, no se va a cacer¨ªas o a reuniones m¨¢s o menos mundanas o a cenas de trabajo y, adem¨¢s, se siente apuros en tocar siempre demasiado fuerte un timbre de una puerta, lo mejor es ir al psiquiatra para que ponga remedio a tal grado de inmadurez o de frustraciones y represiones que se deben de estar padeciendo sin darse cuenta.
?Y si a pesar de todo se toma la decisi¨®n de ser heterodoxo? En el pasado hab¨ªa que pensar en la hoguera o por lo menos en la coroza y el sambenito, y en la irrisi¨®n y el desprecio social, que llevaban consigo, pero en el r¨¦gimen americano, que dec¨ªa Ren¨¢n, refiri¨¦ndose a las democracias modernas, a nadie se va a quemar ya por hereje. Hoy, Giordano Bruno no ser¨ªa llevado a la hoguera, bastante castigo tiene con que lo que dice Giordano Bruno no va a tener m¨¢s relevancia que lo que diga cualquier otro ciudadano, o quiz¨¢ mucha menos. Y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, si persiste en su heterodoxia, se le har¨ªa la lobotom¨ªa correspondiente o se le suministrar¨ªan unas pastillitas o se le someter¨ªa al controlador electr¨®nico de que hablaba m¨¢s arriba. Esta es la era de la lealtad y de la sumisi¨®n; y la de la igualdad en la idiocia. Ni siquiera cabe esperar que al inconformista de hoy se le mire como al tonto de pueblo en el antiguo r¨¦gimen, como un ?inocente? e incluso como portando un valor sagrado, como un enviado de la divinidad, que de alguna manera apunta a lo inefable: esta es una idea obviamente reaccionaria. Al inconformista de hoy s¨®lo le espera la m¨¢s espantosa soledad.
Pero que no se queje de ella, porque entonces le espera la ciencia psiqui¨¢trica, tan llena de amenazas como cualquier ?manual de inquisidores?. Y que tampoco trate demasiado de ser comprendido. En 1884, cuando Nietzsche se decidi¨® a publicar, por fin, por su cuenta la cuarta parte de As¨ª habl¨® Zarathustra, no encontr¨® en su agenda m¨¢s que siete nombres de personas a quienes pod¨ªa interesar su libro, y eso fue muy amargo para ¨¦l. Pero hoy quiz¨¢ se lo hubieran convertido en un best-seller a poco que ¨¦l se hubiera mostrado algo tratable y, por tanto, instrumentalizable con ¨¦ste o el otro grupo, ¨¦stos o aquellos intereses ideol¨®gicos. Y lo peor para un heterodoxo es que se deje atar con una cadena de rosas.
Incluso si se desaf¨ªa con cierta facilidad a la hoguera, no es tan f¨¢cil desafiar a las rosas, y el termitero va levant¨¢ndose cada d¨ªa m¨¢s s¨®lidamente. ?Cu¨¢ntos herejes e inconformistas quedar¨¢n para ayudarnos a ser hombres?
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