Un territorio invertebrado
Dos jeeps inconfundiblemente verdes, un Renault y varios miembros de la Guardia Civil sobre la acera, vigilantes, cubren el traslado de fondos de la caja fuerte del Banco de Espa?a en San Sebasti¨¢n a la furgoneta blindada. La calle es muy estrecha y los coches taponan pr¨¢cticamente la circulaci¨®n. Un traslado de fondos es algo as¨ª como una operaci¨®n de los ?hombres de Harrelson? en Guip¨²zcoa, donde en los ¨²ltimos a?os ha habido casi tantos atracos armados como d¨ªas. Cruzan la calle indiferentes a las peque?as metralletas negras un grupo de ni?os camino de Radio Popular. Hoy act¨²an payasos, aunque no saben exactamente en qu¨¦ planta, y esperan a que la profesora investigue el sitio exacto, sin fijarse siquiera en los ?Juguetes b¨¦licos? de la calle de Garibay.La vida cotidiana, la rutina en que pueden caer los acontecimientos m¨¢s terribles hacen que nadie lea ya pr¨¢cticamente las p¨¢ginas de sucesos de los peri¨®dicos vascos. Los nombres apenas se miran, los atentados casi no se comentan. ?Hay una normalidad externa que coincide con una anormalidad interna de la vida. La situaci¨®n de tensi¨®n que vivimos en Euskadi no se produce por miedo estricto a la violencia, a los atentados, a la ?m presi¨®n de ?ocupaci¨®n? que da la polic¨ªa; es una tensi¨®n que te provoca esta situaci¨®n pol¨ªtica sin resolver y que al menos en mi ¨¢mbito de trabajo -comenta un periodista donostiarra- es omnipresente. Hasta tal punto que est¨¢n paralizadas much¨ªsimas iniciativas de tipo cultural, social, etc¨¦tera, porque no hay tranquilidad, y porque sabes que en cualquier momento un acto externo a ti puede cambiar completamente el ambiente. Entonces la gente no tiene confianza.?
Una falsa apariencia de normalidad
Cansancio, frustraci¨®n, desconfianza, son palabras a las que siempre se recurre para intentar definir la situaci¨®n del pueblo vasco. En San Sebasti¨¢n, donde repercuten hasta los m¨¢s m¨ªnimos conflictos con fondo nacionalista y ning¨²n ruido parece inofensivo, nadie se sobresalta ya por casi nada. ?A veces ha pasado que se han o¨ªdo disparos y nadie se ha movido pensando que eran petardos.?
La vida contin¨²a aparentemente ordenada. Los bares de la parte vieja, cuando no hay manifestaci¨®n, siguen llenos de ?cuadrillas? de amigos que toman potes, la gente sigue yendo a misa y Ias sociedades gastron¨®micas se re¨²nen con la. misma frecuencia. S¨®lo de vez en cuando alguna tradici¨®n se ve afectada por este estado irregular de cosas. Y es, por ejemplo, la Comparsa de Caldereros que no sale por las calles de San Sebasti¨¢n el d¨ªa se?alado, a pesar de estar trazado ya el itinerario por el Centro de Atracci¨®n y Turismo. O el Festival de Cine que ?se politiza?, seg¨²n fuentes oficiales, o los partidos de f¨²tbol, que juega el Athl¨¦tic de Bilbao, enigm¨¢tica s¨ªntesis. de lo vasco.
La parte vieja de Donosti, refugio tradicional de manifestaciones en retirada, se ha visto sacudida hasta lo m¨¢s profundo de sus cimientos comerciales por los largos a?os de conflictos. ?Hab¨ªa una manifestaci¨®n y la gente se pasaba quince d¨ªas sin venir por aqu¨ª.? Los comerciantes de la zona donde se concentran en un espacio reducid¨ªsimo la mayor parte de los cines, salas de expos¨ªciones y conciertos, restaurantes y tiendas m¨¢s o menos t¨ªpicas de San Sebasti¨¢n, decidieron finalmente unirse en una asociaci¨®n, Zaharrean, que potenciara de alguna manera las buenas condiciones tur¨ªsticas del barrio.
?En dos a?os la asociaci¨®n ha conseguido con sus propios fondos una iluminaci¨®n adecuada de esta zona; el que se cerraran al tr¨¢fico varias calles, adem¨¢s de organizar actos culturales que han animado un poco esto. Ahora se podr¨ªa decir que a los dos d¨ªas de la manifestaci¨®n la gente vuelve a venir.? Con una cierta iron¨ªa resume as¨ª la actividad de Zaharrean uno de sus promotores.
E insiste en que las cosas no son para tanto, que la gente vasca no abandona el pa¨ªs; ?eso de ning¨²n modo. Ni hay tantos letreros de pisos en venta como ha dicho la prensa. S¨®lo se han ido los que no estaban arraigados y gente que hab¨ªa recibido amenazas, la mayor¨ªa de extrema derecha?. A las siete de la tarde, hora de cierre, llueven pelotas de goma sobre la calle Mayor, poblada de carreras. y alg¨²n grito. Grupos de manifestantes vienen de la plaza de la Constituci¨®n, rodeada de furgonetas grises, que han impedido dos d¨ªas seguidos las manifestaciones de protesta por las ¨²ltimas medidas tomadas contra los asilados vascos del sur de Francia. ?Hay sectores incluso abertzales que estaban dispuestos a admitir que Francia impidiese la libre circulaci¨®n de los asilados vascos, pero nadie estaba preparado para asimilar que la polic¨ªa llegase a entregarlos al Gobierno espa?ol. Y lo peor es que se trata de una medida poco eficaz.?
San Sebasti¨¢n: cuando agosto es enero
La lenta y ansiada resurrecci¨®n del euskera ha hecho proliferar en todo el Pa¨ªs Vasco librer¨ªas especializadas, donde la gente compra hasta el ¨²ltimo bolet¨ªn redactado en un idioma misterioso y d¨ªficil que ignora el 75% de la poblaci¨®n. Los escaparates de las tiendas de m¨²sica se han llenado de elep¨¦s del grupo Oskorri, de Lourdes Iriondo, de Mikel Laboa. Benito Lertxundi extiende la nostalgia de Zuberoa con su voz imperceptible, ahogada por unos acordes claramente c'eltas. Suena la evocaci¨®n del campo verde, intacto, de los reba?os de ovejas y las hayas sobre un fondo casi constante de conversacion pol¨ªtica. Y en la nostalgia de Zuberoa, abandonada en otro territorio, se pierde una confusa ansiedad de paz. ?En cualquier caso, es una nostalgia de lo que nunca se ha tenido. El Pa¨ªs Vasco nunca ha estado unido, e incluso hoy la inmensa mayor¨ªa del pueblo, incluida la poblaci¨®n inmigrante, s¨®lo desea una l¨®gica autonom¨ªa. La independencia es una pura utop¨ªa. ? El promotor de Zaharrean, que desconf¨ªa del patriotismo exacerbado y estent¨®reo, est¨¢ acostumbrado a esperar que las cosas se calmen en la calle antes de volver a casa. Unos metros m¨¢s lejos, el paseo de la Concha est¨¢ tranquilo, desiertas las calles que bajan a la. playa de Ondarreta. La soledad de los chalets de veraneantes ha igualado de pronto las estaciones.
Los hoteles conservan la decoraci¨®n de los mejores tiempos, mientras se arruina lentamente el esplendor de las villas de ?Mira-concha?. La impresi¨®n de violencia que ofrece al exterior Euskadi, exagerada y, en cierto modo, falseadora, ha hecho que desertara la mayor parte del turismo espa?ol y extranjero. El Festival de Jazz de junio del a?o pasado acus¨® algunabaj a notable por este motivo, y el Festival de Cine es siempre un foco ¨®ptimo para lograr que, tengan eco las protestas pol¨ªticas.
?El a?o pasado ha sido absolu.tamente catastr¨®fico. Villas que se alquilaban hace ' cinco o seis a?os por 180.000 pesetas la ternporada han permanecido vac¨ªas todo el verano.? El presidente de Aspagui (Asociaci¨®n Patronal de Alojamientos Guipuzcoanos), que engiloba entre sus asociados al 80% de la capacidad hotelera de esta costa, manej a la depresi¨®n econ¨®mica del sector con un cierto distanciamiento. ?Hace poco cerr¨® aqu¨ª el hotel Hispanoamericano y se han subastado otros dos. Otro tanto sucede en Cestona, en Fuenterrab¨ªa. En Zarauz se vendi¨® La Perla, ha cerrado el Euromar y ya s¨®lo queda en pie el Zarauz como hotel de gran capacidad. Son los veraneantes fijos, esas quince o veinte familias que antes ven¨ªan todos los a?os a cada hotel, los que no han vuelto m¨¢s. ?
La incertidumbre, la impresi¨®n de inseguridad que agranda la distancia y las caracter¨ªsticas concretas de la zona est¨¢n detr¨¢s de este desastre. ?Es cierto que a San Sebasti¨¢n ven¨ªan acompa?ando a Franco toda una escolta de ministros, subsecretarios y algunos embajadores que al a?o siguiente de morir ¨¦l no volvieron. Y que despu¨¦s se ha producido una especie de boicot, porque buena parte de los que pasaban antes las vacaciones aqu¨ª se han desplazado a Santander. Incluso las agencias de viajes son un poco reacias a organizar vacaciones en Euskadi. ?
Dicen los empresarios hoteleros vascos que en las campa?as de promoci¨®n tur¨ªstica que se est¨¢n realizando en televisi¨®n y en la prensa, bajo el lema ?Espa?a, sin ir m¨¢s lejos?, no aparece una sola imagen del Pa¨ªs Vasco. ?El ministro de Comercio nos se?al¨® la imposibilidad de incluirnos en ninguna campa?a general, por lo que podr¨ªa tener esto de perjudicial sobre la imagen tur¨ªstica de otras provincias -comenta el se?or Bern¨¢us, presidente de la asociac¨ª¨®n- De forma que entre todos los afectados nos hemos decidido a financiar una campa?a publicitaria en Alemania, que parece ser el pa¨ªs m¨¢s interesado en esta costa.? Y comenta c¨®mo hasta los viajantes de comercio prefieren detenerse en Vitoria camino deTrancia, ?me dicen que sus mujeres se quedan m¨¢s tranquilas si no pasan por aqu¨ª.
Se le acusa al Gobierno de tener poca imaginaci¨®n, de no ir m¨¢s lejos, ni un cent¨ªmetro m¨¢s de las peticiones de autonom¨ªa constantemente recortadas, discutidas, regateadas. El CGV tiene un cierto halo de interinidad que exaspera. En San Sebasti¨¢n ocupan un edificio cedido, seg¨²n se dice, por un industrial, y en Bilbao, dos salas de la Diputaci¨®n. Y as¨ª el pueblos vasco, ?el m¨¢s insatisfecho con el r¨¦gimen franquista?, si nos atenemos a las encuestas que revela el soci¨®logo Luis N¨²?ez, de la coalici¨®n Herri Batasuna, y actualmente en prisi¨®n, un su libro La sociedad vasca actual, contin¨²a si¨¦ndolo con la democracia.
Pol¨ªtica, la actividad de todos los vascos
La efervescencia pol¨ªtica, y no s¨®lo la violencia, est¨¢ creando problemas suplementarios en el panorama sobrecargado de tensiones de Euskadi. ?Es un hecho que los intereses de los partidos est¨¢n contribuyendo a separar la poblaci¨®n vasca de la inmigrante. Siempre se ha convivido aqu¨ª con naturalidad. Mi familia es castellana y en una larga primera etapa de quince a?os no me tropec¨¦ con las realidades vascas para nada, tal vez porque se encontraban muy asimilados a Espa?a. Sin embargo, las cosas han cambiado mucho y aunque la poblaci¨®n que ha venido de fuera ve con simpat¨ªa las aspiraciones de autonom¨ªa de este pueblo, creo que, cuando Euskadi se opone al Estado espa?ol, se sienten un poco apartados del vasco. De todas formas -a?ade Mariano Ferrer, primer director del diario Egin, que mantiene un programa de radio de gran audiencia en San Sebasti¨¢n-, esto es s¨®lo mi opini¨®n, si hay algo que me fastidiar¨ªa es ponerme ahora a pontificar sobre la situaci¨®n que vivimos aqu¨ª.?
Las librer¨ªas vascas, que proliferan en este clima de b¨²squeda desesperada de ra¨ªces, ponen apresuradamente a la venta estudios, an¨¢lisis, libros. ?Y, sin embargo, somos muy pocos los escritores en euskera?, se queja Arantxa Urretavizcaya, autora de Zargatix, Panpox, y, hoy por hoy, la ¨²nica mujer que escribe prosa en esta lengua endiablada, aunque sea una prosa muy l¨ªrica y sedante, pr¨®xima a la poes¨ªa. Y se lamenta de que su generaci¨®n est¨¢ ya un poco vieja y, en cambio, no han surgido apenas autoresj¨®venes. ?Yo voy a cumplir 32 a?os, ?d¨®nde est¨¢n los escritores de veinte y veinticinco? Claro que en la tensi¨®n en que vivimos es dif¨ªcil escribir, parece una actividad fr¨ªvola, el tiempo se va en una constante necesidad de definirse pol¨ªticamente en asambleas, manifestaciones o art¨ªculos.?
Arantxa Urretavizcaya, que se siente profundamente afectada por los acontecimientos que se refieren a Euskadi, abandona el diario Egin, donde han fracasado los intentos de convergencia de la izquierda abertzale. Hierve Euskadi en un conflicto de tendencias pol¨ªticas, de contradicciones de entre las que, la m¨¢s dram¨¢tica, la m¨¢s aglutinante, sigue siendo la que mantiene viva el pueblo vasco con el Gobierno central de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.