Guerra santa
Pasmoso. Hete aqu¨ª que a estas alturas de los siglos nos topamos con una nueva y triunfante guerra santa. La guerra santa era un g¨¦nero marcial que hab¨ªa ca¨ªdo en la m¨¢s absoluta decadencia, enterrada por revoluciones dial¨¦cticas o por amenazadores cataclismos neutr¨®nicos, hasta que apareci¨® Jomeini. ?C¨¢spita?, exclamar¨¢ alg¨²n preboste blaspi?arista enfurecido al leer esto -cosa que dudo que haga-, porque este suele ser el taco m¨¢s sonoro que profieren en p¨²blico este tipo de prohombres y porque recordar¨¢ con anoranza la a¨²n cercana cruzada nacional; ?C¨¢spita? dir¨¢, pues, o bien, ?Rec¨®rcholis, y nuestra gloriosa gesta c¨²ajada de alc¨¢zares invictos, ?d¨®nde queda?? Pues no, desenga?¨¦monos, lo nuestro, m¨¢s que una guerra santa, fue una chapuza con salpicones i.naugurativos de agua bendecida. Hasta Jomeini, nada.Lo de guerra santa, suena como lo de guerrillero de Cristo Rey, es decir, contradictorio y espantable. Suena a cruzado esforzado y algo bestia, cuya armadura ya ha hecho cuerpo con su carne en una amalgama de porquer¨ªa conquistada en mil batallas, que ya se sabe que estos mandobleros iluminados hac¨ªan voto de no lavarse hasta no entrar en Jerusal¨¦n, los muy marranos. Y suena a calvinista abrasadito en Flandes y a turco colgado de los pulgares en el palo mayor de cualquier barco. Pero luego las guerras santas perdieron todo auge y clientela y hoy en d¨ªa los cruzados s¨®lo son m¨¢gicos y corseteros y sirven para apuntalar torsos pechilacios y no para sustentar valores inmortales, como antes. Con lo que se demues tra, por otra parte, que los valores inmortales tambi¨¦n mueren.
Pero lleg¨® Jomeini. Jomeini es un anciano enga?osamente enteco y silencioso, un octogenario pellejudo de agilidad a¨²n joven, un eremita que se rodea de gente. Jomeini surgi¨® para Occidente de la nada en cuatro meses de permanencia en Par¨ªs expuls¨® al sha de Ir¨¢n y en cuatro d¨ªas de estar en Ir¨¢n ha organizado la de Dios es Cristo o, para mayor exactitud, la de Mahoma es el profeta de Al¨¢. As¨ª nos ha dejado a todos, admirados y absolutamente boquiabiertos, porque Jomeini y los que le han apoyado con su sangre -que ha sido todo el pueblo han conseguido ofrecer un incre¨ªble salto en el vac¨ªo, que lo de Ir¨¢n no ha sido propiamente guerra santa, sino una revoluci¨®n santificada e imparable. Y es que el ayatollah ha llevado a cabo por su cuenta una revoluci¨®n francesa con c¨¢ntico de rezos en vez de marsellesas, inventando, contrato do pron¨®stico cient¨ªfico, un nuevo modelo de lucha que seguramente dar¨¢ en un futuro otros frutos.
As¨ª es que ahora, en todo el mundo, heterodoxos y ortodoxos, izquierdas y derechas, est¨¢n apresur¨¢ndose a estudiar lo que es la guerra santa, para que un movimiento as¨ª no les vuelva a pillar con estos pelos.
Dicen los enterados que ha sido tal la sorpresa causada por esta revoluci¨®n a coranazos en los expertos en desequilibrios ajenos, o sea, en la CIA, que los agentes subterr¨¢neos made in USA siguieron con especial atenci¨®n las evoluciones pastorales del papa Wojtyla all¨¢ en Latinoam¨¦rica, porque lo de Ir¨¢n se les escap¨® de las manos de puro novedoso y tem¨ªan que esa f¨®rmula de tan espectaculares resultados pudiera reproducirse en el Tercer Mundo de Am¨¦rica Latina, aglutin¨¢ndose esta vez en torno al rosario y a santa Aniceta protom¨¢rtir. Por eso, al llegar a la declaraci¨®n de Puebla, los ci¨¢ticos suspiraron aliviados, porque el Papa es m¨¢s partidario de la contrarrevoluci¨®n santa que de la revoluci¨®n, por muy santa que ¨¦sta sea. Y es que, as¨ª como dicen que se desarroll¨® un neocapitalismo frente al triunfo de las revoluciones rojas, as¨ª puede surgir ahora un neopapismo como excrecencia de la guerra santa. Y la! derechas, mientras tanto, indignadas porque les han arrebatado la exclusiva hist¨®rica de las cruzadas imperiales. A las pobres ya no les queda casi nada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.