La medida de la libertad
?C¨®mo se mide la libertad? Cu¨¢nta hay en cada situaci¨®n personal o colectiva? Se dir¨¢ que hablar de la libertad es muy vago; que lo que hay es libertades en plural. Adelantar¨¦ mi opini¨®n de que, siendo esto muy cierto, est¨¢ contrapesado por el hecho de que las libertades son sistem¨¢ticas, referidas tinas a otras, apoyadas tinas en otras; es decir, que hay un sistema de las libertades, de manera que o hay libertad o no la hay; o, en t¨¦rminos menos extremados y m¨¢s realistas, hay poca o mucha libertad, que se articula en cada caso en libertades plurales. Tiene, pues, perfecto sentido la cuantificaci¨®n de la libertad, su mensuraci¨®n.Los que no gustan mucho de la libertad suelen descalificar las que se gozan en los pa¨ªses cuyo sistema pol¨ªtico puede albergarse en el amplio y abarcador nombre de liberalismo: dicen que esas libertades son ?formales?, y las contraponen a otras, que llaman ?reales?.
Es una curiosa idea de la realidad la que considera que la forma no le pertenece, y supone que las libertades que informan una sociedad y una manera de vivir no son ?reales?. La libertad de expresi¨®n, de asociaci¨®n, de elecci¨®n de los gobernantes, de residencia, de desplazamiento dentro del pa¨ªs, de salida de ¨¦l y regreso, de petici¨®n, de cr¨ªtica, de matrimonio, de elecci¨®n de profesi¨®n, ?no son reales?
Cuando se habla de ?libertades reales? suele entenderse libertades econ¨®micas. Es una interpretaci¨®n absolutamente abusiva, pero aunque se aceptase provisionalmente, habr¨ªa que hacer un par de observaciones urgentes. La primera: que si no hay libertades formales no hay ninguna libertad; ni siquiera la de pedirla, la de decir que falta, la de quejarse. Por eso, en los pa¨ªses en que no hay libertad parece que no se carece de ellas, porque no se oyen clamores que lo proclamen as¨ª. Son las libertades formales las primeras, la condici¨®n de que puedan reivindicarse las dem¨¢s, de que se pueda intentar conseguirlas. La segunda observaci¨®n es que para que haya libertades econ¨®micas tiene que haber recursos. Las libertades econ¨®micas son posibles cuando los individuos disponen de medios para el acceso a los bienes econ¨®micos, cuando pueden participar de la riqueza y as¨ª realizar las libertades formales. Se dice, y no sin raz¨®n, que en la extrema pobreza -no digamos en la miseria- las libertades formales no son efectivas, no tienen verdadera realidad. As¨ª es, y por tanto interesa el aumento de la riqueza, unido a las ?libertades formales? que hacen posible el acceso a ella, la participaci¨®n en ella de todos los hombres y mujeres.
La consecuencia inevitable es que un sistema que reduce la creaci¨®n de riqueza, que compromete o disminuye la productividad, anula las ?libertades reales?, reduce a los hombres a un nivel econ¨®mico inferior en que no es posible la realizaci¨®n plena del sistema de las libertades, la expansi¨®n de la vida. Ahora se habla constantemente -fr¨ªvola y desmesuradamente- de ?genocidio?. El verdadero genocidio, y en gran escala, es precisamente aquella organizaci¨®n pol¨ªtica, social y econ¨®mica, que impide nacer o vivir a los millones de personas que de otro modo podr¨ªan nacer, vivir y, encima, ser libres.
Una cuantificaci¨®n met¨®dica de las libertades es compleja y dif¨ªcil, y por supuesto no est¨¢ al alcance de cualquiera, por ejemplo, de una persona que quiera orientarse en unas elecciones o decidir si le convendr¨ªa establecerse en un pa¨ªs u otro, o calcular qu¨¦ ventajas o desventajas pueden seguirse de la adopci¨®n de un r¨¦gimen pol¨ªtico o una organizaci¨®n social, o simplemente comparar el estado actual de las libertades con el de hace dos a?os, o cinco, o veinte; o que es a¨²n m¨¢s interesante, prever cu¨¢l puede ser el a?o pr¨®ximo, seg¨²n el camino que hoy se elija.
Pero una medici¨®n aproximada de la libertad puede hacerla todo el mundo, y en pocos minutos de reflexi¨®n, con la precisi¨®n suficiente para no errar, para no enga?arse en la conducta pr¨¢ctica, para poder valorar rectamente las expectativas. Basta con hacerse -de ser posible a solas, en silencio, sin consultar con nadie, haciendo acopio de sinceridad tres preguntas. ?Cu¨¢les? Estas:
?Qu¨¦ puedo hacer? ?Qu¨¦ no puedo hacer? ?Qu¨¦ me pueden hacer? Las respuestas a esas preguntas componen una imagen adecuada del estado real de la libertad en una situaci¨®n determinada.
A la primera contesta, naturalmente, la lista o cat¨¢logo de las libertades ?formales?, los derechos reconocidos y establecidos por las leyes -si las leyes se cumplen-: libertades jur¨ªdicas, pol¨ªticas, religiosas, de expresi¨®n, asociaci¨®n, ense?anza, investigaci¨®n, desplazamiento, etc¨¦tera. Pero no menos que esa lista es esencial la de los recursos de todo tipo que las hacen posibles: libertad de expresi¨®n y publicaci¨®n, si s¨¦ expresarme y escribir; libertad de desplazamiento si tengo dinero para viajar, libertad de ense?anza si tengo escuela, libertad de trabajo si puedo encontrar un puesto, libertad econ¨®mica si hay un mercado en que puedo comprar y vender libremente y mi trabajo me piroporciona los ingresos necesarios.
La segunda pregunta se refiere, por lo pronto, a las prohibiciones -escasas unas veces, frondos¨ªsimas en otras situaciones-. Tal vez no puedo elegir a mis gobernantes; acaso no puedo afiliarme a un partido de mi gusto, porque no hay m¨¢s que uno; o no puedo sindicarme (o dejar de sindicarme, si lo prefiero); puede estar prohibido viajar a otra ciudad sin permiso oficial; o salir al extranjero; o volver a mi patria si he salido; o ir a la iglesia (o abstenerme de ir a la iglesia); o publicar lo que he escrito; o escuchar la radio que se me antoje; o leer los libros y peri¨®dicos que me interesen; o reunirme con quien me plazca; o criticar a los ministros; o elegir m¨ª profesi¨®n; o casarme con quien quiera (si ella quiere); o establecer una empresa; o cultivar la literatura, la filosof¨ªa, el arte, seg¨²n mis personales preferencias. Pero hay que agregar otras formas de no poder hacer: porque no s¨¦ leer y escribir, porque no s¨¦ nada de esos pa¨ªses a los cuales podr¨ªa viajar, o no tengo dinero para ello; porque cu¨¢ndo voy al mercado, mis bolsillos est¨¢n vac¨ªos; porque no dispongo de servicios sanitarios que curen mis enfermedades o remedien, hasta donde es posible, mis defectos; porque estoy abandonado en la enfermedad, el desempleo o la vejez.
La tercera pregunta, finalmente, es sumamente delicada, y casi siempre se pasa por alto. ?Qu¨¦ me pueden hacer? ?Qu¨¦ garant¨ªas tengo de que mis derechos ser¨¢n respetados y, si alguien los viola, podr¨¦ recurrir eficazmente? ?Me pueden matar, detener sin motivo, encarcelar sin proceso, torturar? ?Me pueden secuestrar, herir, golpear, robar? ?Me pueden privar de mi nacionalidad, de mis derechos civiles, de mi pasaporte, de mi puesto de trabajo? ?Me pueden deportar, confinar, desterrar por una decisi¨®n arbitraria? ?Me pueden denunciar impunemente? ?Me pueden injuriar o calumniar sin defensa? ?Me pueden obligar a aceptar un partido, un sindicato, una religi¨®n, una ideolog¨ªa, un caudillo indiscutible? ?Me pueden castigar o despreciar o excluir por mi raza, el color de mi piel, mi sexo, mis creencias? Y una ¨²ltima pregunta, que podr¨ªa ponerse en la boca todav¨ªa sin palabras del ni?o no nacido: ?me pueden matar sin dejarme salir al mundo, me pueden expulsar del tibio abrigo materno, antes de que llegue?
Estas tres preguntas no tienen la misma respuesta en todos los pa¨ªses. Hay grandes diferencias si se hacen en Espa?a, en la Argentina, en Estados Unidos, en Cuba, en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, en el Jap¨®n, en Holanda, en Suecia, en Camboya, en Argelia, en M¨¦xico, en Uganda, en Inglaterra, en Italia, en el Brasil. Y no es lo mismo en una ¨¦poca o en otra: ?qu¨¦ contestar¨ªa un alem¨¢n del tiempo de Hitler o un alem¨¢n de 1979? Perd¨®n: ?un alem¨¢n de la Alemania oriental o de la occidental?
Imag¨ªnese que un espa?ol se hiciera estas tres preguntas en una serie de momentos: en 1928, en 1933, en 1937, en 1940, en 1955, en 1975, en 1979. Imag¨ªnese que este mismo espa?ol reiterase las preguntas pensando en 1982: la respuesta no es un¨ªvoca; varios caminos se abren ante ¨¦l. ?Cu¨¢nta ser¨¢ la libertad en Espa?a dentro de tres a?os? ?Qu¨¦ podr¨¦ hacer, qu¨¦ no podr¨¦ hacer, qu¨¦ me podr¨¢n hacer? El horizonte presenta no pocas nubes; pero una cosa me alienta y me sirve de consuelo: la respuesta a esas trespreguntas depender¨¢ de lo que hagamos ahora; y eso s¨ª, podemos hacerlo.
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