El futuro del PSOE
PARA LOS socialistas result¨® duro el despertar del 2 de marzo. A una primera reacci¨®n de excesivo desaliento, consecuencia de las defraudadas expectativas de victoria, han seguido esfuerzos poco convincentes para racionalizar en sentido favorable los resultados en las urnas. Particularmente desafortunada en este sentido ha sido la intervenci¨®n de Alfonso Guerra al inculpar a los propios electores por haber desaprovechado una gran oportunidad hist¨®rica de cambiar la vida de este pa¨ªs.A nuestro juicio, los socialistas no salen de las urnas ni desarbolados ni totalmente indemnes. Han mantenido sus posiciones en el Congreso y mejorado claramente en el Senado. No obstante, su escasa ganancia en votos populares se ve agravada, en t¨¦rminos relativos, por el incremento del censo en m¨¢s de tres millones de votos. Se?alemos, a este respecto, la improcedencia de comparar los resultados del PSOE en 1979 con la suma de los votos obtenidos por el PSOE y el PSP en 1977. La clientela electoral del desaparecido PSP fue, en aquella ocasi¨®n, tan heterog¨¦nea como la direcci¨®n y los cuadros de la propia organizaci¨®n. As¨ª lo demuestran tanto la posterior trayectoria de algunos de sus l¨ªderes (el ingreso del senador Alonso en el PCE y la aceptaci¨®n del diputado Morodo de una embajada gubernamental) como la hostilidad entre ambos partidos durante la campa?a de 1977.
UCD vivi¨® las v¨ªsperas de su victoria con bastante temor y alg¨²n pesimismo. Las intenciones de voto ya decididas le eran adversas y s¨®lo la habilitaci¨®n de los encuestadores como psicoanalistas hubiera permitido adivinar por anticipado la conducta final de los indecisos. Las razones por las que los electores vacilantes respaldaron a ¨²ltima hora a UCD, y no al PSOE, habr¨ªa que buscarlas seguramente menos en la atracci¨®n positiva ejercida por el partido del Gobierno que en la desconfianza negativa suscitada por los socialistas.
Han sido los propios socialistas los responsables de no haber despertado suficiente confianza en esas zonas medias y templadas de la sociedad espa?ola que a¨²n deseando cambios y recelando de UCD como instrumento adecuado para lograrlos, no terminaron de creer en el mensaje del PSOE. No parece que un enfoque excesivamente ideol¨®gico, general y abstracto en la discusi¨®n sobre los resultados del 1 de marzo pudiera ser provechoso para los socialistas. Si ese debate no parte de las cosas que son posibles en Espa?a y en Europa occidental a corto y medio plazo, y de la necesaria adecuaci¨®n entre las propuestas socialistas y su eventual aceptaci¨®n por un sector relativamente mayoritario de los ciudadanos, el PSOE iniciar¨¢ una acelerada decadencia. No es viable jugar a todos los pa?os. Un partido que aspira a gobernar en 1983 con respaldo democr¨¢tico, forzosamente tendr¨¢ que abandonar, para que los defiendan otros partidos y grupos, los proyectos y las causas que quiz¨¢ ser¨¢n realizables a lo largo del siglo XXI, pero que no lo son ni hoy ni ma?ana. Y tendr¨¢, desde luego, que renunciar a regresar al siglo XIX y a montar un est¨¦ril debate sobre cuestiones que ni siquiera pueden bautizarse como ideol¨®gicas. El utopismo ¨¦tico de algunos l¨ªderes socialistas no debe por eso convertirse en utopismo pol¨ªtico. De otro modo, las expectativas de que este pa¨ªs est¨¦ alg¨²n d¨ªa gobernado por la izquierda se har¨¢n cada vez m¨¢s improbables. La discusi¨®n sobre si el t¨¦rmino ?marxista? debe adjetivar al PSOE arranca de una pregunta que carece de sentido. A estas alturas nadie puede definir de manera inequ¨ªvoca qu¨¦ sea el marxismo, palabra que sirve de etiqueta a corrientes de pensamiento y a formaciones pol¨ªticas no s¨®lo diversas y numerosas, sino tambi¨¦n hostiles entre s¨ª; y nunca ha estado claro que el movimiento socialista, que es deudor de la obra de Marx, pero tambi¨¦n de las reflexiones de otros pensadores, pueda relacionarse con una doctrina, como una f¨¢brica de bombillas con la teor¨ªa de la electricidad.
Esta revisi¨®n de objetivos y de medios va unida a la necesidad de que el grupo dirigente del PSOE se replantee sus relaciones con sus bases y con el cuerpo electoral. La formaci¨®n de las listas de candidatos en las pasadas elecciones fue muy criticada por algunas de las organizaciones locales, y no es aventurado suponer que la falta de representatividad de algunos de los aspirantes haya mermado sus posibilidades electorales. Fracasos como los cosechados en Andaluc¨ªa, donde la pol¨ªtica del PSOE parece subsidiaria de la del se?or Guerra, y en el Pa¨ªs Vasco. todav¨ªa dolorido por la intervenci¨®n televisiva del se?or M¨²gica a prop¨®sito del terrorismo, han beneficiado al regionalismo moderado del PSA y al nacionalismo radical de Herri Batasuna. Tambi¨¦n los dirigentes se equivocan. Y las bases comunistas no son las ¨²nicas en quejarse de las pr¨¢cticas del ?centrailismo democr¨¢tico? de una direcci¨®n inamovible y autoperpetuada, las cr¨ªticas de los militantes del PSOE contra los m¨¦todos burocr¨¢ticos y la ausencia de representaci¨®n en el grupo dirigente de corrientes importantes dentro del propio partido son aspectos que no deben menospreciarse. La capacidad de liderazgo y el talento pol¨ªtico demostrados por Felipe Gonz¨¢lez en su corta vida p¨²blica constituyen una baza de inapreciable valor para el PSOE. Pero si permite que en torno a su figura, la m¨¢s notable revelaci¨®n pol¨ªtica del posfranquismo, se frag¨¹e una ?empresa? paralela a la que rodea al se?or Su¨¢rez, si cierra los conductos para la movilidad vertical y la cr¨ªtica desde la base, si niega al pluralismo de su organizaci¨®n posibilidades de manifestarse y de estar representado en la direcci¨®n, el PSOE acabar¨¢ siendo una maquinaria inservible. La pol¨ªtica no debe ser nunca prisionera de las amistades y, compromisos personales. Felipe Gonz¨¢lez tiene en sus manos la posibilidad hist¨®rica de la construcci¨®n de un partido socialista potente y moderno, sin cuya existencia, ser¨ªa impensable una democratizaci¨®n racional de nuestro Estado a corto plazo. Pero, nuevamente como en el partido del Gobierno, en la fortaleza del PSOE reside su propia debilidad. Si en estos cuatro a?os venideros los socialistas no son capaces de construir una oposici¨®n fuerte y responsable, la izquierda no ganar¨¢ tampoco las pr¨®ximas elecciones. Y, si esto sucede as¨ª, no va a ser dif¨ªcil profetizar un per¨ªodo de Gobierno ucedista para toda la pr¨®xima generaci¨®n.
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