La obsesi¨®n de Santiago Carrillo
?Genio y figura hasta la sepultura?: el secretario general del PCE no puede resistir a su h¨¢bito de dar lecciones a diestra y siniestra, de repartir amonestaciones y consejos, de lanzar amenazas y pronosticar cat¨¢strofes en caso de no atenderse sus recomendaciones. Es m¨¢s fuerte que ¨¦l. En el informe que acaba de presentar al Comit¨¦ Central del PCE supera, a este respecto, todas las marcas anteriores. Y eso, con s¨®lo un 1,5% de aumento en el peque?o porcentaje electoral de su partido. Habr¨ªa que verle si el PCE alcanzara, aunque s¨®lo fuera, la cota del Partido Comunista portugu¨¦s.Para Carrillo todas las dificultades de nuestro proceso pol¨ªtico derivan de falta de clarividencia pol¨ªtica en los otros. ?Con las elecciones -dice en su informe- hemos perdido tres meses para abordar los problemas pol¨ªticos, econ¨®micos, sociales fundamentales por la falta de clarividencia pol¨ªtica tanto del PSOE, como de AP y UCD?. Para abordarlos, ?c¨®mo? El secretario general del PCE, que se considera marxista, no puede ignorar que la manera de ? abordar? los problemas del pa¨ªs, as¨ª como la ?clarividencia pol¨ªtica,? tienen algo que ver con los intereses sociales representados por los partidos pol¨ªticos. En la situaci¨®n anterior, bajo la hegemon¨ªa de UCD, se ?abordaban? predominantemente -y se hubiera seguido abordando durante los ?tres meses?- desde el punto de vista de las clases privilegiadas. Incluso la Constituci¨®n ?consensuada? lleva este sello, pese a ser el terreno m¨¢s propicio para los compromisos entre los intereses contrapuestos por representar ¨²nicamente el marco legal en que dichos intereses han de dirimirse. La ¨²nica manera de modificar tal situaci¨®n era que el pa¨ªs se pronunciase democr¨¢ticamente por un cambio de direcci¨®n pol¨ªtica hacia la izquierda. Oponerse a las elecciones significaba oponerse a esta posibilidad. Naturalmente, era s¨®lo una posibilidad. Hab¨ªa el riesgo de una revalidaci¨®n de la hegemon¨ªa ucedista, como en efecto ha sucedido. Pero incluso en este caso hab¨ªa el aspecto positivo de situar el funcionamiento del r¨¦gimen parlamentario, una vez aprobada la Constituci¨®n, sobre la base de una clarificaci¨®n de las opciones pol¨ªticas de los electores. La propuesta de renunciar a esta clarificaci¨®n, de reemplazarla por un nuevo pacto entre los estados mayores de los partidos, marginando al sufragio universal, revelaba una singular concepci¨®n de la democracia.
?Clarividencia pol¨ªtica? La UCD ha demostrado no carecer de, ella ni en la situaci¨®n anterior ni en la batalla electoral en tanto que int¨¦rprete de los intereses globales del capitalismo espa?ol. En cuanto al PSOE se refiere. Carrillo lo ataca precisamente por donde menos pecado hab¨ªa: lo ataca porque no sigui¨® sus recomendaciones despu¨¦s del 15 de junio, porque no se propuso entrar en un Gobierno dominado por la UCD y los ?poderes f¨¢cticos?. A nuestro parecer esta actitud del PSOE ha sido una prueba de ?clarividencia pol¨ªtica? en tanto que principal partido de los trabajadores en este pa¨ªs. El PSOE ha incurrido, nos parece, en otros errores, sobre los que tendremos ocasi¨®n de opinar, pero no en ese que le reprocha Carrillo. Le ha perjudicado, en todo caso, no diferenciarse m¨¢s a¨²n de la UCD.
Mimetismo simplista
La propuesta de Gobierno de concentraci¨®n democr¨¢tica, que ha sido y sigue siendo el eje de la estrategia del PCE, tiene la seducci¨®n de las f¨®rmulas simples y mim¨¦ticas frente a problemas complejos y nuevos. La referencia mim¨¦tica, en este caso, son los gobiernos de uni¨®n antifascista formados en diversos pa¨ªses europeos durante el per¨ªodo constituyente que abri¨® la derrota del fascismo, o tambi¨¦n la pol¨ªtica de ?compromiso hist¨®rico? del Partido Comunista italiano. Pero la UCD no puede asimilarse, por razones obvias, a la Democracia Cristiana italiana ni al partido gaullista franc¨¦s, formados en la resistencia armada contra el fascismo; la democratizaci¨®n espa?ola a partir de la legalidad franquista no puede asimilarse a la ruptura revolucionaria que represent¨® la victoria de la resistencia. La izquierda particip¨® entonces en los gobiernos con posiciones de fuerza, parlamentarias y, sobre todo, extraparlamentarias, que contrastan radicalmente con la situaci¨®n de la izquierda espa?ola en nuestro proceso constituyente. Y aun as¨ª, aquella experiencia termin¨® con el profundo quebrantamiento de la izquierda y la consolidaci¨®n por mucho tiempo de la dominaci¨®n capitalista. El Partido Comunista italiano ha iniciado la entrada en el ?¨¢rea gubernamental? a partir de una s¨®lida implantaci¨®n en todas las esferas de la sociedad italiana, de una gran consistencia org¨¢nica e ideol¨®gica del partido y del movimiento sindical, y pese a ello la subordinaci¨®n en que se ha colocado respecto a la Democracia Cristiana ha servido fundamentalmente -como reconoce ahora el PCI en sus tesis para el XV Congreso del partido- para debilitarle y agravar al mismo tiempo la crisis. italiana. Es f¨¢cil imaginarse lo que hubiera sucedido con el PSOE si entra en el Gobierno bajo la hegemon¨ªa de la UCD, dada su debilidad org¨¢nica e ideol¨®gica y con una relaci¨®n de fuerzas global condicionada por la conservaci¨®n de los aparatos estatales heredados del franquismo, apenas reformados. El simplismo de la f¨®rmula carrillista reside en ignorar ¨¦stos y otros factores decisivos, propugnando una panacea seductora sin base real. La presencia del PSOE en el Gobierno hubiera dado un aval de izquierda a la pol¨ªtica ?centrista? y provocado la descomposici¨®n del PSOE, sin jugar siquiera el papel de factor estabilizador, porque los sectores m¨¢s reaccionarios habr¨ªan utilizado la presencia socialista en el Gobierno para intensificar el sabotaje del proceso democr¨¢tico. Por eso la UCD, con una percepci¨®n m¨¢s clara de los intereses globales del sistema social que la que tienen -o han tenido- algunas fracciones de las clases dominantes, no propici¨® la entrada del PSOE en el Gobierno. Las ventajas del ?aval? frente a las masas populares no compensaban la agudizaci¨®n de las contradicciones en el seno de las clases dominantes.
Fobia antisocialista
Tanto en su informe ante el Comit¨¦ Central como en la reciente campa?a electoral y en todo el per¨ªodo posterior a las elecciones del 15 de junio, los ataques al PSOE constituyen un ingrediente fundamental de la pol¨ªtica de Santiago Carrillo. No es s¨®lo la cr¨ªtica normal derivada de divergencias estrat¨¦gicas o t¨¢cticas. Hay una fobia antisocialista que es correspondida por la fobia anticomunista de alg¨²n que otro dirigente del PSOE. Resulta revelador, en lo que concierne al secretario general del PCE, que despu¨¦s de atacar al PSOE durante a?o y medio por negarse a entrar en el gobierno UCD, lo haya atacado durante la campa?a electoral por disponerse, supuestamente, a entrar en ¨¦l. Era l¨®gico que la campa?a se polarizase en el enfrentamiento de los dos partidos mayoritarios en1a derecha y la izquierda, puesto que representaban las opciones pol¨ªticas posibles en la actual coyuntura. Pero esa l¨®gica no exist¨ªa para Carrillo. Seg¨²n ¨¦l, se trataba de un duelo ficticio. Hab¨ªa ?tongo?. Adolfo y Felipe estaban ya concertados, y al d¨ªa siguiente de las elecciones se dar¨ªan el gran abrazo. El desmentido de los hechos no ha inmutado al secretario general y en su informe ni siquiera ha considerado necesario dar explicaciones. Haciendo otro giro de 180?, ha vuelto a atacar al PSOE por no adoptar la pol¨ªtica de concentraci¨®n preconizada por el PCE, que hoy como ayer significar¨ªa poner a la izquierda a remolque de UCD. Se evidencia as¨ª que la cuesti¨®n es atacar al PSOE, sea como sea. La obsesi¨®n PSOE de Carrillo s¨®lo es comparable a la obsesi¨®n PSF de Marchais. En ambos casos consideran inadmisible un partido socialista mayoritario y se propo,nen, como objetivo prioritario, ?reequilibrar? a la izquierda debilitando a ese partido. Reequilibrarla y poner a cada uno en su sitio. El partido socialista tiene que ser socialdem¨®crata, porque as¨ª lo decidi¨® la ?historia? interpretada por los te¨®ricos ?marxistas-leninistas? de la Tercera Internacional. Y el partido comunista tiene que ser, en virtud de la misma interpretaci¨®n, el aut¨¦ntico representante de los trabajadores. Puede haber otros, pero no ?aut¨¦nticos?. Desde el actual ?izquierdismo? de Marchais todav¨ªa tiene cierta coherencia resucitar esa vieja concepci¨®n estaliniana, pero desde la pr¨¢ctica pol¨ªtica de Carrillo en los ¨²ltimos dos a?os suena demasiado a falso. Esta pr¨¢ctica est¨¢ mucho m¨¢s cerca de la socialdemocracia que la resistencia del PSOE a pasar por el aro de convertirse en ap¨¦ndice pol¨ªtico de UCD. En realidad, tanto en los partidos socialistas que no han renunciado a la lucha por el socialismo, como en los partidos eurocomunistas, hay tendencias socialistas. Y es normal que as¨ª sea, porque tales tendencias tienen su ra¨ªz en la misma complejidad y contradictoriedad de la lucha de clases. Pero mientras los partidos socialistas lo reconocen y admiten, no sucede lo mismo en todos los partidos curocomunistas. En el m¨¢s maduro -el PCI- es un fen¨®meno normal la tendencia claramente socialdem¨®crata encabezada por la prestigiosa figura de Amendola. An¨¢loga situaci¨®n comienza a existir tambi¨¦n en el PSUC. Pero el PCF y el PCE se resisten a legitimar las tendencias que se manifiestan en su seno, tanto las socialdem¨®cratas como las otras. Y para desviar la atenci¨®n de los aspectos socialdem¨®cratas de su pr¨¢ctica pol¨ªtica, que no son pocos, claman contra las ?desviaciones socialdem¨®cratas ? de los dem¨¢s. ?Por qu¨¦ no cargar cada uno con las suyas?
No es casual que Santiago Carrillo haya aprovechado el ligero descenso de votantes del PSUC para lanzarle en su informe una buena andanada de amonestaciones: demasiado catalanismo, insuficientes ataques al PSC-PSOE, y demasiadas tendencias. Sobre todo, esto ¨²ltimo. La amplia libertad de debate y reflexi¨®n que existe en el PSUC contrasta con el ambiente que a¨²n prevalece en el PCE, sobre todo en sus instancias dirigentes. Es un modelo perturbador y contagioso, dif¨ªcilmente soportable para Castell¨®, 36. Porque pese a los pasos dados en el IX Congreso, la democratizaci¨®n del PCE sigue siendo una cuesti¨®n tan actual y urgente como la democratizaci¨®n de los ayuntamientos.
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