Pensi¨®n para la viuda de Durruti
En diciembre del pasado 1978 fueron requeridos mis servicios profesionales por Emi.lienne Morin, viuda de Buenaventura Durruti, con el fin de instar el oportuno expediente que reconociem a la misma su derecho a la pensi¨®n de viudedad, como familiar de ?espa?ol fallecido a consecuencia de la guerra 1936-1939?. Todo ello al amparo del real decreto-ley 35/78 de 16 de niviembre (BOE, 18-11-78), regulado para su tramitaci¨®n por real decreto 2926/78, de 1 de diciembre (BOE, 15-12-78).A tal efecto di a Emilienne las correspondientes instrucciones, habida cuenta de que los residentes en el extranjero que se consideren con derecho a pensi¨®n, deben tramitar el expediente a trav¨¦s del c¨®nsul m¨¢s cercario. As¨ª lo hizo la viuda de Durruti y, en este momento, el expediente est¨¢ en tr¨¢mite, si bien don Alberto L¨®pez Herze, c¨®nsul general de Espa?a en Par¨ªs, adelanta a Emilienne Morin, en carta de 31 de enero del corriente, que ?.... la prueba m¨¢s dificil ser¨¢ quiz¨¢ la de la existencia de su matrimonio con Buenaventura ... ?.
Efectivamente, Emilienne y Durruti no estaban casados ni civil ni can¨®nicamente. No obstante, su uni¨®n fue una realidad, una cuesti¨®n de hecho, cierta y contrastable, existiendo incluso una hija, Colette, nacida el 4 de diciembre de 1931 e incrita en el Registro Civil de Barcelona, n¨²mero 6 (fibro 223, folio 37 vto., n.? 2.059). Aparte de miles de testimonios de personas a¨²n vivas, centenares de libros, trabajos, revistas, pel¨ªculas, monograflas, ensayos e, incluso, tesis doctorales, avalan que la ¨²nica esposa de Durruti, su ¨²nica compa?era durante toda su vida no fue otra que Emilienne Morin, a la que me honro en representar.
Pretender que los anarquistas contrajeran matrimonilo ?oficial? durante ?el corto verano de la anarqu¨ªa?, es lo mismo que pedir a un ferviente cristiano que renuncie al Evangelio. Insinuar que mi cliente ?va a tener dificultades? por no estar casada legalmente con Durriti, es ignorar profundamente la realidad hist¨®rica y sociol¨®gica de aquella Espa?a en que a ambos les toc¨® sufrir y padecer. Es continuar midiendo todos los credos, todos los comportamientos, por los mismos raseros, unos raseros que Durruti crey¨® alineantes y represivos y contra los que luch¨® en uni¨®n de millones de espa?oles. Negar a Emilienne su condici¨®n de viuda de Buenaventura, no deja de ser el ¨²ltimo atentado contra Durruti.
Que el c¨®nsul, la embajada, la Administraci¨®n o quien corresponda, se permitan ahora dudar de la existencia de esta uni¨®n real y verdadera, aunque no figure inscrita en ning¨²n documento oficial, supone pretender negar la realidad, implica -al fin- buscar un argumento tan quebradizo como endeble, para negar su derecho a la viuda de uno de los soldados del pueblo m¨¢s firme, m¨¢s heroico y m¨¢s patriota. Y uno de los m¨¢s grandes hombres que ha producido mi tierra de Le¨®n.
Por ello, en mi condici¨®n de representante en Espa?a, para este caso, de la viuda de Durruti, como hombre, como leon¨¦s y como abogado, me dirijo a EL PA?S en la seguridad de que la posible repercusi¨®n p¨²blica que pueda tener esta carta favorecer¨¢ no s¨®lo los intereses leg¨ªtimos de mi cliente, sino que har¨¢ un gran servicio a la causa de la reconciliaci¨®n, de la justicia y de la verdad.-
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