Algunas interrogantes sobre el Pa¨ªs Vasco
LA IMPRESIONANTE irrupci¨®n en el panorama electoral del Pa¨ªs Vasco de Herri Batasuna, que ha desbordado con su radicalismo independentista a Euskadiko Ezkerra (cuyas posiciones, sin embargo, han mejorado respecto a 1977) y ha obtenido algo m¨¢s de la mitad de los sufragios conquistados por el moderado PNV (el partido m¨¢s votado en las tres provincias, pese a su ligera p¨¦rdida de influencia), ha modificado dr¨¢sticamente la correlaci¨®n de fuerzas en Euskadi. Las primeras impresiones indican que los votos de Herri Batasuna no proceden s¨®lo de los medios rurales y de la peque?a burgues¨ªa, donde las fronteras entre el orgullo ¨¦tnico y el sentimiento de opresi¨®n pol¨ªtico son borrosas, sino tambi¨¦n de barriadas donde es mayoritaria la clase obrera inmigrada. Dado que la sangr¨ªa electoral del PSOE ha sido mucho mayor que la del PNV y que el crecimiento de UCD -otro dato notable de los ¨²ltimos comicios- no se debe probablemente al descalabro socialista, la conjetura de que un sector minoritario de los trabajadores inmigrados ha respaldado a la izquierda abertzale, en cualquiera de sus variantes, resulta plausible, sobre todo si se recuerda que los comunistas no han mejorado sus posiciones. Tambi¨¦n parece fiable el testimonio de que Herri Batasuna ha resultado muy beneficiada por el voto juvenil, potenciado por la incorporaci¨®n al censo de los mayores de dieciocho a?os.En anteriores comentarios subrayamos el car¨¢cter inequ¨ªvocamente populista del movimiento bautizado con el nombre de Herri Batasuna (Unidad Popular), en la que los partidos son bastante menos importantes que los l¨ªderes y las emociones prevalecen sobre los programas y los argumentos. Los asesinos de Argala cometieron un error, adem¨¢s de un crimen: esa muerte ha dado a Herri Batasuna m¨¢s votos que cien razones. Un movimiento populista se fragua gracias a los mitos, las im¨¢genes y las pasiones, m¨¢s que por las ideas y los razonamientos. Adem¨¢s de la sangre de los muertos -desde Javier Echevarrieta hasta Jos¨¦ Manuel Be?ar¨¢n-, la figura de Telesforo Monz¨®n, a quien su encarcelamiento en v¨ªsperas de los comicios le hizo contraer una grave enfermedad, sirven de centro de referencia, consciente y consecuentemente escenificado, para esas emociones ciegas para el an¨¢lisis. Pero indicar la irracionalidad y el emocionalismo del mensaje que transmite a sus electores Herri Batasuna no explica las causas de fondo por las que 170.000 ciudadanos han votado en favor de una coalici¨®n que denuncia males reales, pero avanza soluciones hist¨®ricamente imposibles, que defienden como v¨ªctimas a quienes antes han sido implacables verdugos, que se moviliza en nombre de los derechos humanos de los presos de Soria, pero calla o aplaude cuando el primero de esos derechos -el derecho a la vida- le es arrebatado a un miembro de las FOP, a un obrero de Lem¨®niz, o a un honesto periodista como Portell. Seguramente ocurre que el sombr¨ªo y cruel aspecto de los ¨¢rboles no dejan ver el bosque; esto es, que los cr¨ªmenes perpetrados por ETA impiden un juicio sereno que permita comprender la situaci¨®n general del Pa¨ªs Vasco. Porque no es f¨¢cil adivinar las razones que han llevado a 170.000 hombres y mujeres, pertenecientes a todas las clases sociales, vascos de origen o inmigrados, personas que probablemente no son ni sanguinarios ni crueles, a respaldar con sus votos a una coalici¨®n que hace suyos los objetivos de ETA militar y considera justificados sus procedimientos violentos. No tenemos respuesta para esa pregunta. Pero s¨ª sabemos que las contestaciones dadas a esa interrogante -incluidas las de este peri¨®dico- antes del 1 de marzo son insuficientes. Despu¨¦s de los comicios, el comportamiento seguido por los cuatro parlamentarios elegidos en las listas de Herri Batasuna no hace sino aumentar la confusi¨®n y la perplejidad. Las excentricidades de los se?ores Letamend¨ªa y Castell, desde su decisi¨®n de encabezar una manifestaci¨®n no autorizada hasta su grotesco intento de regalar al tribunal de La Haya competencias jurisdiccionales sobre el Pa¨ªs Vasco y Sor¨ªa, podr¨ªan tal vez explicarse psicol¨®gicamente si no tuvieran un claro sentido objetivo de provocaci¨®n. En este sentido, bastante m¨¢s preocupante que la gira holandesa, con la credencial parlamentaria, la toga y la cartera de documentos a cuestas de los dos abogados donost¨ªarras y parlamentarios vastos son las insensatas reacciones de algunos medios de opini¨®n que piden exactamente lo que los excursionistas a los Pa¨ªses Bajos buscan: represalias, acciones penales y condenas. Parece evidente que todos hemos de irnos acostumbr¨¢ndonos, y el Gobierno a la cabeza, a aceptar filos¨®ficamente los maquiav¨¦licos intentos de los parlamentarios de Herri Batasuna, a quienes no pueden derrotarles ni las multas ni los procesamientos. A lo sumo, s¨®lo la verg¨¹enza ajena y el sentido del propio rid¨ªculo podr¨ªa disuadirles de montar esos n¨²meros. Lo ¨²nico que importa es averiguar las causas de ese respaldo popular y encontrar las medidas pol¨ªticas que lo neutralicen. Y para esa tarea las medidas represivas, aunque imprescindibles para frenar la carrera criminal de ETA, ser¨ªan, no s¨®lo in¨²tiles, sino contraproducentes. Los resultados del 1 de marzo proyectan una nueva luz sobre los comportamientos de los partidos a lo largo del ¨²ltimo a?o y medio. En un comentario anterior hicimos referencia al descalabro del PSOE en Guip¨²zcoa y Vizcaya y a las insensatas ense?anzas extra¨ªdas por UCD de su m¨ªnimo ¨¦xito. En cambio, los sufragios obtenidos por Herri Batasuna obligan a matizar los juicios adversos formulados antes del 1 de marzo contra el PNV. Seguimos creyendo que la tibieza y la prudencia del nacionalismo vasco tradicional a la hora de definirse claramente -como ahora est¨¢ comenzando a hacer- sobre la violencia y las extorsiones de ETA constituyeron un factor negativo en el inmediato pasado. Su rigidez al condicionar el voto afirmativo a la Constituci¨®n a una reintegraci¨®n foral que situara los llamados derechos hist¨®ricos vascos fuera del ordenamiento constitucional llevaba impl¨ªcita la abstenci¨®n, ya que sus pretensiones no pod¨ªan ser admitidas en un Estado de Derecho de finales del siglo XX. Sin embargo, la hip¨®tesis de que el PNV hac¨ªa ?doble juego? con su ambigiledad, a fin de embridar en su provecho las acciones de ETA, era falsa. Probablemente, lo que sucedi¨® durante esos meses es que el PNV, conocedor de la creciente irritaci¨®n de la opini¨®n vasca contra el Gobierno y los partidos ?consensuados?, decidi¨® manejar con cautela sus consignas y actitudes, en la vana esperanza de hacer suyos los votos juveniles y socialistas que finalmente han ido a parar a Herri Batasuna. Equivoc¨® su t¨¢ctica preelectoral, pues de nada le han servido sus silencios y prudencias. Pero no hicieron doble juego. Se?alamos, finalmente, que tampoco Euskadiko Ezkerra se ha beneficiado del crecimiento del radicalismo abertzale en la medida de sus esperanzas. Y, probablemente, a consecuencia de su aceptaci¨®n de la legalidad (EIA modific¨® sus estatutos a requerimiento del Ministerio del Interior), de su participaci¨®n en la Asamblea de Parlamentarios, de su voto favorable al proyecto de Estatuto de Autonom¨ªa y de su voluntad de dar una salida pol¨ªtica, negociada, a la situaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco. Tampoco, en su caso, valieron para mucho las medias tintas, las cautelas para condenar a ETA militar y su emparentamiento ideol¨®gico con ETA pol¨ªtico-militar. Los modestos resultados logrados por Euskadiko Ezkerra, cuya evoluci¨®n hacia posiciones m¨¢s racionales y pac¨ªficas dentro del independentismo es visible desde hace varios meses y abiertamente elogiable desde supuestos democr¨¢ticos, son una prueba m¨¢s de que algo muy serio y muy grave sucede en el Pa¨ªs Vasco que ni el Gobierno ni la Oposici¨®n han logrado todav¨ªa comprender.
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