Una f¨¢bula revulsiva

Hay algo en Themroc que, a primera vista, podr¨ªa recordarnos las ¨²ltimas pel¨ªculas de Marco Ferreri. Impresi¨®n superficial debida a un com¨²n tono apocal¨ªptico. Porque lo que en Ferreri hay de construcci¨®n mental, en Faraldo es fuerza vital; lo que len Ferrari hay de desesperaci¨®n burguesa, en Faraldo resulta optimismo liberador. Ser¨ªa m¨¢s acertado emparentar Themroc con los surrealistas, con la Edad de Oro de Bu?uel, con los comics y chistes de Hara-Kiri o Le Canard'Enchain¨¦, con la revuelta de Charles D¨¦ en Charles mort au vif, de Tanner... En Themroc hay algo de aut¨¦nticamente salvaje, de primitivismo vivido, no simulado. Pasolini dijo en una ocasi¨®n que la palabra m¨¢s bella que conoc¨ªa era barbarie. Es de un b¨¢rbaro moderno que Themroc nos habla. La imperfecci¨®n t¨¦cnica de Themroc. no es coqueter¨ªa estil¨ªstica, su defectuosa fabricaci¨®n es su mayor belleza. A caballo entre fant¨¢stico y la serie B, Themroc es un filme felizmente inclasificable, sobre el que hablar resulta tan dif¨ªcil como hablar de un grito, de un aullido. Themroc escapa a los l¨ªmites de la pantalla, nos exige mirar de otra forma.Sin recurrir ni una sola vez ni a la m¨²sica ni al di¨¢logo, inventando un lenguaje incomprensible, caricatura del franc¨¦s, Faraldo no solo no aburre, sino que logra un efecto inquietante y sorprendente. La revuelta de este obrero-m¨¢quina que un d¨ªa decide frenar en seco para empezar a vivir, y a vivir de otra forma, ilustra uno de los m¨¢s poderosos fantasmas del hombre moderno. Fafaldo surge entre los recatados narradores franceses como un fabricante de im¨¢genes virgenes y contundentes, ignorante de las buenas maneras de sus compatriotas y con Themroc se sit¨²a en un extremo de dif¨ªcil continuidad.