Palma de Mallorca e Ibiza, ejemplos de mal urbanismo tur¨ªstico
Con el boom tur¨ªstico de los a?os sesenta, las islas Baleares se convirtieron en El Dorado del turismo. Su clima, sus costas y su paisaje fueron el capital que extranjeros, espa?oles de la Pen¨ªnsula y algunos isle?os explotaron desaforadamente. El fen¨®meno cambi¨® por completo la vida de las islas, pero al final de ¨¦l se han creado en estas tierras monstruos urban¨ªsticos que amenazan con tragarse su personalidad de origen. Especialmente graves son los casos de la zona de la bah¨ªa de Palma, en Mallorca, y de la isla de Ibiza. Sebasti¨¢n Garc¨ªa ha elaborado el siguiente informe sobre el tema.
A un lado y a otro de Palma de Mallorca, la bah¨ªa se extiende a lo largo de unos cincuenta kil¨®metros de costa, repartidos entre tres municipios: Calvi¨¢, Palma y Lluchmayor. La zona fue en tiempos un bosque casi ininterrumpido de pinos mediterr¨¢neos. Especialmente atractiva es la parte de Calvi¨¢, a Poniente, toda ella de costa recortada, llena de peque?as calas. En el centro est¨¢ Palma, y a Levante El Arenal, repartido entre el municipio de la capital y el de Lluchmayor.Cuando comienza la temporada -aunque pr¨¢cticamente no se acaba en todo el a?o-, el aeropuerto de Palma se convierte en un constante trasiego de aparatos que traen turistas de todo el mundo, con las vacaciones programadas por las agencias hasta el ¨²ltimo detalle.
Para alojar a tal masa humana ha sido necesario construir hoteles, apartamentos y chalets para bastante m¨¢s de 300.000 personas, que caben simult¨¢neamente en Baleares. En el c¨¦nit de la temporada hay, al rhenos, tantos turistas como isle?os. Semejante cantidad de personas, que naturalmente no est¨¢n dispuestas a que les alojen en el interior, han necesitado una densidad de construcci¨®n tal que se ha acabado por convertir en un muro de hormig¨®n lo que en tiempos fue una hermosa y verde costa, al mismo tiempo que se centuplicaban los problemas urbanos de la zona.
La explotaci¨®n del turismo
Mallorca recibi¨® al turismo con los brazos abiertos, en cuanto se supon¨ªa un aluvi¨®nle dinero. Sin embargo, esta avalancha estuvo desde el principio falta de racionalidad en la explotaci¨®n. No exist¨ªa en la isla una burgues¨ªa fuerte y con vista comercial, sino que hasta entonces el mayor componente econ¨®mico fue la agricultura. As¨ª, la explotaci¨®n del negocio se convirti¨® en una selva de promotores espa?oles, holdings internacionales y algunos isle?os. De todas formas, el mallorqu¨ªn se qued¨® normalmente en la primera fase de la especulaci¨®n: el que ten¨ªa un terreno que de pronto se revaloriz¨® a niveles insospechados, lo vendi¨® para sacar unos millones. Hoy, las compa?¨ªas espa?olas llevan preferentemente el negocio hotelero, mientras los holdings extranjeros dominan la tra¨ªda de turistas.El asentamiento fisico del negocio fue en su mayor parte salvaje y desordenado. S¨®lo exist¨ªa un plan general del municipio de Palma de Mallorca, de 1943, revisado en 1963. Hasta 1973 no se aprob¨® el plan provincial de Baleares, que legaliz¨® el parcial de la bah¨ªa, de 1970. De cualquier forma, en este ¨²ltimo a?o estaba ya hecho pr¨¢cticamente todo el complejo tur¨ªstico de la zona.
En Calvi¨¢ no se hizo plan de ordenaci¨®n municipal hasta 1971, tambi¨¦n cuando estaban ya hechos casi todos los complejos. Adem¨¢s, el plan primaba el uso especulativo .de los terrenos. Por ejemplo, establec¨ªa bonificaciones para instalaciones hoteleras tales como la posibilidad de construir m¨¢s volumen cuanto mayor fuera la categor¨ªa del hotel. La cifra prevista de 35.000 plazas est¨¢ muy superada por la realidad.
La costa de Calvi¨¢, casi toda recortada y de riberas escarpadas, ha sido destrozada por otra ventaja del constructor: por debajo de la rasante de la calle se puede construir todo lo que se desee, siempre que no supere el 40 % del total. As¨ª, al construir sobre una ladera, si la calle est¨¢ en la parte alta, puede desmontarse todo el terreno hasta la ribera. Las calas se han llenado, de esta forma, de tremendos hoyos, donde se incrustan las torres.
En Palma el problema tiene dos vertientes. Por un lado est¨¢ la ciudad de siempre, que actualmente cuenta casi 300.000 habitantes, y por otro, la costa tur¨ªstica. La mayor¨ªa de las construcciones tur¨ªsticas se hicieron entre la revisi¨®n del Plan General de 1963 y el Plan Ribas-Piera de 1973. El plan de 1963 previ¨® altas densidades en la costa, que tom¨® el mismo aspecto de la zona de Calvi¨¢, y grandes alturas en el paseo Mar¨ªtimo de la ciudad, donde se levant¨®, frente al puerto, una hilera de grandes hoteles que llegan a las catorce y quince alturas, ocultanido completamente la vista de la ciudad.
M¨¢s hacia Levante est¨¢ la zona an Pastilla, olvidada por el turismo por falta de buenas playas y la permanencia de cierta concentraci¨®n industrial. Lo que s¨ª ha quedado en ella es un cuello de botella que tapona la comunicaci¨®n entre Palma y la zona de Playa de Levante, en El Arenal, llamado la Playa de Palma.
El Arenal es una l¨ªnea continua de playa baja, de unos cinco kil¨®metros de longitud, que de ser bosque bajo se ha convertido en un muro de hormig¨®n, todo hoteles y apartamentos, hasta un kuw?xetro hacia adentro. Como en el resto, cuando lleg¨® el Plan Parcial de la Bah¨ªa, en 1970, ya estaba casi todo construido. Tambi¨¦n, como en el resto, el nuevo ordenamiento dej¨® vigente lo ya consagrado por la realidad.
La zona fue asentamiento de segundas residencias de Palma, unida a la ciudad por un ferrocarril y una carretera. El ferrocarril desapareci¨® con la especulaci¨®n, y la carretera, a todas luces insuficiente para la actual concentraci¨®n -60.000 plazas tur¨ªsticas-, se ampli¨® a dos carriles por sentido, a costa casi todo de la playa, que no del terreno adyacente, que qued¨® todo para construcciones.
Fuera de esta carretera -constantemente atravesada por turistas y ni?os, e invadida de bicicletas y coches de caballos- no hay otra cosa. El plan de 1970 prev¨¦ una v¨ªa-parque por el interior, entre la concentraci¨®n y la proyectada autopista de Santany. La v¨ªa-parque, que ser¨ªa de velocidad media y cerrar¨ªa el espacio construido, est¨¢ esperando que alguien se decida a realizarla.
Por rin, est¨¢ el municipio de Lluchmayor, del que depende parte del pueblo de El Arenal, situado al final de la playa. La otra parte corresponde a Palma, y esta extra?a divisi¨®n ha -provocado incluso conflictos entre los taxistas, por delimitaci¨®n de zonas de trabajo. El resto de la costa de Lluchmayor es acantilado, cuya plataforma supenior est¨¢ llena de urbanizaciones de segunda residencia, que para llegar al mar han tenido que desmontar la costa.
Ibiza, la isla de Abel Matutes
En Ibiza, la explosi¨®n tur¨ªstica ha tenido una nota muy caracter¨ªstica: la dominaci¨®n de todo el proceso por Abel Matutes, senador de Alianza Popular, ex alcalde de la ciudad y poseedor del control de todos los sectores claves, como son suelo, promotoras, constructoras, material de construcci¨®n, banca y agua, que en la isla es de explotaci¨®n privada.A diferencia de Mallorca, el turismo ha venido a Ibiza a comprar la tierra y llenarla de chalets, que lo invaden todo. Las costas, altas y con pocas playas, no ofrecen facilidades para los grandes hoteles. De todas formas, la saturaci¨®n tur¨ªstica del llegado a hacer que en verano se triplique la poblaci¨®n normal.
No es s¨®lo hippies m¨¢s o menos reales lo que va a Ibiza. La gran mayor¨ªa son europeos adinerados -dominan los alemanes, para los que se editan dos semanarios y se emiten cuatro horas de radio- que han comprado multitud de terrenos r¨²sticos para sus residencias veraniegas. Casi todas las urbanizaciones se hicieron de forma salvaje y an¨¢rquica: no hay m¨¢s plaInes que el del Municipio de Ibiza, y es de 1973. Para Santa Eulalia se aprob¨® uno en 1975, pero un recurso lo anul¨® en 1978. En San Antonio, el tercer gran municipio, ha habido tres intentos fallidos, mientras su bah¨ªa se ha llenado de grandes hoteles.
La venta de la isla ha ido acompa?ada de la corrupci¨®n municipal m¨¢s extrema. El caso m¨¢s espectacular fue el del hotel Insula Augusta, promovido por Abel Matutes, naturalmente, que hubo de ser volado porque se situaba en la cabecera de pista del aeropuerto. El t¨¦cnico municipal que inform¨® favorablemente el proyecto era al mismo tiempo aparejador de la obra y, en el aeropuerto, el encargado de informar por cuenta del Ministerio del Aire. A ra¨ªz del caso, Matutes sali¨® de la alcald¨ªa y el t¨¦cnico municipal fue a la c¨¢rcel.
El grave problema sanitario
La gran concentraci¨®n humana que se re¨²ne en las dos grandes zonas baleares en la temporada alta plantea problemas de servicios en preocupante dimensi¨®n, pero entre ellos destaca el de la sanidad, especialmente por lo que se refiere a la eliminaci¨®n de residuos. Al ser zona costera, los complejos tur¨ªsticos han de hacer desembocar sus alcantarillas al mar, con el evidente peligro de contaminaci¨®n. Algunos hoteles intentaron en tiempos funcionar con fosas s¨¦pticas, pero ¨¦stas, sobre insanas, eran totalmente insuficientes.Actualmente, en la bah¨ªa de Palma funcionan solamente dos depuradoras, con una capacidad de tratamiento de cuatro millones de metros c¨²bicos anuales. En la zona entran al a?o cincuenta millones de metros c¨²bicos de suministro de agua. El sobrante sale al mar a trav¨¦s de emisarios submarinos, alcantarillas subacu¨¢ticas que llevan los vertidos mar adentro. El sistema ha dado origen a peligrosas contaminaciones del agua, que Hegaron a producir incluso infecciones entre los ba?istas.
En Ibiza el problema es semejante. El sistema normal de soluci¨®n a los vertidos son los emisarios submarinos, que han producido las mismas dificultades que en Mallorca. As¨ª, en Calallonga, una estrecha y bella bah¨ªa ocupada por tres grandes hoteles, hay un emisario submarino que lleva los residuos hasta la embocadura del entrante. El verano pasado se rompi¨® y la mierda, tal cual, comenz¨® a aparecer en la misma playa. En Ibiza capital las alcantarillas van directamente al puerto, que cada cierto tiempo tiene que ser dragado del cieno que se acumula. Actualmente est¨¢ siendo dragado de nuevo, pero esta vez con una pretensi¨®n a?adida: conseguir un calado de ocho metros que permita entrar a los grandes trasatl¨¢nticos tur¨ªsticos
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