Recital de Mike Oldfield en Madrid
Ma?ana actuar¨¢ en Madrid uno de los grandes mitos musicales de los a?os setenta; ni m¨¢s ni menos que Mike Oldfield. Pero no s¨®lo vendr¨¢ ¨¦l, sino veinte profesores de orquesta sinf¨®nica y diecis¨¦is voces femeninas pertenecientes al Queen's College de Cambridge. A ellos se suman Maddy Prior (ex Steeleye Span, grupo folkie ingl¨¦s), como voz solista, y catorce m¨²sicos el¨¦ctricos. Todo un montaje para el disfrute y apabullamiento del personal.
Mike Oldfleld, veintis¨¦is a?os, comenz¨® a los catorce formando un d¨²o folk con su hermana Sally (incluso grabaron un disco: Sallyangie). Despu¨¦s, y con diecisiete a?os, se enrol¨® en las movedizas y experimentales filas del Whole World de Kevin Ayers, donde estuvo haciendo locuras hasta el a?o 1971.El mismo Ayers le prest¨® su equipo de grabaci¨®n; con ¨¦l, Mike pudo llevar a la pr¨¢ctica algunas ideas extra?as que se le hab¨ªan pasado por la mente. Esa cinta recorri¨® casi todos los despachos de las compa?¨ªas discogr¨¢ficas inglesas, donde fue rechazada. S¨®lo al final, Olfield consigui¨® interesar en su trabajo a Virgin, una nueva casa que se hab¨ªa abierto en Londres en torno a una cadena de tiendas de discos. En mayo de 1973 aparece el disco, el espectacular Tubular Bells, una realizaci¨®n donde Mike tocaba todos los instrumentos y que finalizaba con aquellos ta?idos grandilocuentes de las campanas. Tubular Bells ha sido, sin lugar a dudas, uno de los discos m¨¢s vendidos en Inglaterra y una parte fue utilizada en la pel¨ªcula El exorcista. Con m¨¢s de seis millones de ejemplares vendidos, Olfield se lanz¨® a realizar Hergest Ridge (1974), que desde luego no lleg¨® a las alturas comerciales de las campanas. Al a?o siguiente insist¨ªa de nuevo con Ommadawn, disco en el cual met¨ªa, adem¨¢s, tambores africanos y una cancioncita muy tonta, pero encantadora.
La m¨²sica de Olfield, que ha sido supervalorada (etiquetas como ?genio?, ?mejor compositor de nuestra ¨¦poca?, han sido muy corrientes) consiste en una astuta y agradable mezcla de estilos, b¨¢sicamente foIk ingl¨¦s, algo de rock y cl¨¢sica. El desarrollo tiene algo que ver con la m¨²sica repetitiva, con largas progresiones arm¨®nicas y una inteligente utilizaci¨®n de los distintos sonidos de los instrumentos. El resultado final es una m¨²sica enrollante, suave y algo campestre, cuyo mayor m¨¦rito es su placidez y su mayor peligro convertirse en pasto de hilos musicales de ambiente. En el pabell¨®n del Madrid, con toda la batulea orquestal, la m¨²sica de Olfield puede resultar muy impresionante, aunque siga siendo un poco de pl¨¢stico. Es m¨¢s que probable que presente su ¨²ltimo doble elep¨¦ Incantations, pr¨¢cticamente igual que los anteriores.
La violencia
A todo esto, es posible que ma?ana el concierto de Olfield vuelva a estar marcado por la est¨²pida actualidad de la violencia, gracias a la cual un chaval puede perder un ojo, varios pueden resultar magullados y heridos y todos tienen que soportar una tensi¨®n sin sentido. La responsabilidad se reparte entre:Una organizaci¨®n nefasta, que abre dos peque?as puertas para filtrar 5.000 personas, que lo hace apenas un cuarto de hora antes del comienzo del concierto y que no es capaz de habilitar un sistema racional para canalizar el flujo del p¨²blico.
Una polic¨ªa que se pone inadmisiblemente nerviosa, que responde de manera indiscriminada a provocaciones individuales, es capaz de lanzar botes de humo contra una pac¨ªfica cola y contribuye a avivar el tumulto m¨¢s que a calmarlo.
Los Estos que por principio van a colarse, que nunca lo consiguen y que crean parte de las condiciones para que se organice el foll¨®n.
Los falsificadores de entradas, que consiguen transformar el interior del pabell¨®n en un infierno angustioso y la entrada en un calvario.
Todos ellos tienen la culpa de que el espectador medio (rocker o no) parezca en la pr¨¢ctica un suicida masoquista, incapaz de sacarle placer a la m¨²sica si no va mezclada con sufrimiento. Pero no, desde luego no es as¨ª, y el ¨²nico com¨²n denominador de quienes pagan un precio alto por escuchar un concierto es su esperanza de pasar un buen rato. Es inadmisible que adem¨¢s de defraudarles se les ponga en peligro.
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