P¨¢nico en la galer¨ªa
Mi escasa afici¨®n al teatro -ignorancia supina al respecto, cabr¨ªa decir- me convierten en un desconocedor profundo y recalcitrante de las haza?as de nuestro dramaturgo F. Arrabal y de su Movimiento P¨¢nico, apadrinado por ¨¦l cual nuevo Breton nacional, salvada sea la distancia, salvado el hecho de que en estos tiempos ya nadie se mueve a esc¨¢ndalo, de que esta ¨¦poca es poco propicia a la etiquetas, y salvada sea, por su puesto, la barba.Se mantiene vivo en nuestra ¨¦poca, es cierto, un cierto esp¨ªritu surrealista o, m¨¢s bien, cabr¨ªa decir que algunas aportaciones del surrealismo, como ha sucedido con casi todos los ismos, han pasado a ser patrimonio com¨²n y universal en el devenir de las artes. Poco o nada tiene esto que ver con esas especies de saldos con los que algunos ismos suelen prolongar su existencia.
S
M. Felez y J. RowlandGaler¨ªa Skira. Ortega y Gaset, 23. Madrid
Si, como digo, no conozco nada del teatro p¨¢nico, se me antoja que la pr¨¢ctica del movimiento en cuanto a las artes pl¨¢sticas no anda muy lejos de esto. Tenemos la ocasi¨®n de comprobarlo, ?por primera vez en Madrid?, en las pinturas de F¨¦lez y las esculturas de Rowland Saldos o retales de surrealismo, es decir, la ¨²nica forma de vender fuera de temporada los restos de la anterior, o de hace dos, o de hace muchos... Lo aqu¨ª recogido del surrealismo, embozado con la etiqueta de ?p¨¢nico?, no son sino los peores aspectos de su herencia, su vertiente m¨¢s literaria y artificiosa, casi circense, la m¨¢s acad¨¦mica de sus secuelas.
Dos mujeres saliendo de un huevo, met¨¢fora muy a tono, por otra parte, con esta primavera; un buzo meando sobre un cr¨¢ter lunar; un torso descabezado de estatua cl¨¢sica sobre una mujer desnuda sobre el caparaz¨®n de una tortuga que camina en el desierto; una mujer desnuda sentada delante de una gigantesca manzana mordida en una playa, a la derecha tres hombres desnudos, a la izquierda un viejo con muletas alej¨¢ndose..., y todo as¨ª. ?Esta es la fantas¨ªa, la imaginaci¨®n de P¨¢nico? ? ?Qu¨¦ barbaridad, qu¨¦ trabajo m¨¢s angustioso! ?, exclamaba una se?ora a mi lado, admirando ?lo bien pintado? de todo esto, resumiendo as¨ª mejor que nadie el esp¨ªritu de los cuadros, porque, ya se sabe, las se?oras son las que mejor se manejan con los saldos y retales.
?Y qu¨¦ decir de las esculturas de Rowland? Acumulaciones de mu?ecos descabezados, por un lado, de cabezas de mu?ecos, por otro. Al morbo por la porcelana, podr¨ªa titularse la muestra, porque, eso s¨ª, la porcelana est¨¢ aqu¨ª muy bien trabajada, con depurada t¨¦cnica, con grietas abundantes, muy bien hechas, para acentuar la ?intenci¨®n monstruosa?. Bellmer, seguramente palidecer¨ªa de envidia.
Al que le tiente la curiosidad, que amortice la visita pas¨¢ndose por la sala del fondo de la misma galer¨ªa, donde, sin tanto bombo, se exponen unos dibujos de Aritzia mucho m¨¢s recomendables.
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