El relevo de los profetas
Los PROFETAS de la izquierda han ido desapareciendo: llegan, ahora, los profetas de la derecha. No es f¨¢cil saber por qu¨¦ la imagen de Jomeini est¨¢ sustituyendo en algunas paredes la del Che Guevara, pero as¨ª sucede en muchos lugares del mundo, del Tercer Mundo especialmente. C¨ªertas ideolog¨ªas ten¨ªan una seguridad, una infalibilidad, y se apoyaban de manera casi her¨¢ldica en rostros radiantes y prometedores.El lejano de Marx o el pr¨®ximo de Mao. S¨ªmbolos, quiz¨¢, del padre ideal, del gu¨ªa eterno. Ya apenas se ven en los tenderetes del Rastro o de Preciados los rostros solemnes, de sonrisa segura, las frentes despejadas o las miradas ?de un ver lejano?, como dec¨ªa Machado. En cambio, las librer¨ªas especializadas encargan continuamente tiradas nuevas del rostro de Wojtyla. La leyenda del milenarismo -del bimilenarismo- apenas insinuada en unas palabras tocadas de misterio de su primera enc¨ªclica comienza a extenderse. N¨®tese bien que los profetas no lo son tanto por s¨ª mismos como por la carga de iluminaci¨®n, fe y esperanza que se pone en ellos desde fuera. Marx pretendi¨®, en todo caso, ser el antiprofeta: entre economista cient¨ªfico -si no hay una contradicci¨®n real entre esos dos t¨¦rminos- y periodista, entre rat¨®n de biblioteca y organizador pol¨ªtico, Marx quiso ser el maestro de una manera de pensar. Muchos de los marxistas que le rechazan hoy lo hacen porque no les ha servido como profeta, o por el mismo despecho -la falta de la felicidad prometida que esperaban- con que las nuevas generaciones rechazan a sus padres.
El consum¨ªsmo de la izquierda ha devorado sus dioses. Marx, Lenin o Trotsky; Mao, Fidel y Ernesto Guevara; Lumumba y Ho Chi Minh; Stalin y Tito. Han entrado ya en los museos de figuras de cera, en ese Madame Trussaud que todos llevamos en la memoria para almacenar lo que una vez nos sirvi¨® y ahora ya apenas es una nostalgia.
El relevo de los profetas est¨¢ ahora inspirando otros pensamientos, otras acciones, otras esperanzas. Como si lo racional, lo anal¨ªtico o lo cient¨ªfico hubiese dejado de servir como germen de fe, y una cierta humanidad estuviera ahora buscando por los caminos contrarios, Hay, para esto, profetas grandes y peque?os. Desde el papa Clemente y Blas Pi?ar -profetas minoritarios, pero con iluminados activos- a profetas errantes, como SoIyenitsin; desde profetas con poder temporal, como Brzezinski, a profetas con un poder espiritual que act¨²a fuertemente sobre la temporalidad, como Wojtyla y Jomeini.
Los l¨®gicos est¨¢n fatigados. Han llegado a esa situaci¨®n que Ortega defin¨ªa como una de las peores que le pueden suceder al hombre: no saber a qu¨¦ atenerse. Han olvidado sus profetas.
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