?"Juvenil¨ªter" o "senil¨ªter"?
Hace unos d¨ªas, en este mismo peri¨®dico, le¨ª varias cartas de j¨®venes que expresaban su molestia por lo que acerca de la juventud espa?ola actual hab¨ªa escrito uno de los colaboradores m¨¢s conocidos de ¨¦l. Las cartas me han hecho pensar una vez m¨¢s sobre la juventud y su posici¨®n dentro de nuestra sociedad. Posici¨®n dif¨ªcil, y en muchos casos indefensa, a lo que parece. No la del joven aislado, sino la de los j¨®venes en grupos o conjuntos. Hay que distinguir, en efecto, entre el hecho de ser joven y el de pertenecer a la juventud de un momento determinado en un pa¨ªs como ¨¦ste u otros. El ser joven constituye privilegio general que adopta formas particulares (como los fueros) o que queda invalidado en algunos, porque se trata de j¨®venes demasiado d¨¦biles, enfermos o excesivamente feos, por poner unos ejemplos. Para nuestras sociedades, el primer modelo, el modelo cl¨¢sico del joven, ha sido el atleta griego, triunfador y cantado por los poetas. Un segundo modelo nos lo ha dado el h¨¦roe medieval y rom¨¢ntico, m¨¢s o menos wagneriano. Pero la juventud de un momento salta por encima de modelos, de privilegios y defectos particulares y aparece como algo que, en bloque, tiene unos caracteres que le da su ¨¦poca y su pa¨ªs. Por ejemplo, la juventud rom¨¢ntica francesa de 1839 o la deportiva anglosajona de comienzos de siglo. Estas no llegaron a producir su institucionalizaci¨®n. Pero el joven se sujetaba a un arquetipo o modelo: p¨¢lido, ojeroso, er¨®tico en un caso. Alfred de Musset es as¨ª ?le po¨¦te de la jeanesse?. De esta juventud. Del otro lado vemos al pollo brit¨¢nico sano, robusto y con una sensibilidad de ternero bien amamantado, que triunfa en las regatas. A los estados y grupos pol¨ªticos les ha interesado m¨¢s que haya una juventud ajustada al segundo modelo que al primero, o a otros de los que luego a¨²n habr¨¢ que decir algo. Los griegos ya instituyeron la ?efebia?, que parece era una forma superior del servicio militar, algo m¨¢s intelectual en su designio. De ella sal¨ªan los referidos atletas cantados en grandes poemas. En Roma se manipula a la juventud de modo m¨¢s tosco, y hay hasta unos ?pr¨ªncipes? de ella que en ¨¦pocas de decadencia y barbarie tienen una significaci¨®n muy definida. Y he aqu¨ª que en los estados modernos los partidos cultivan la ?secci¨®n juvenil? de modo particular. Recordemos casos tales como los de ?los j¨®venes b¨¢rbaros?, ?los j¨®venes mauristas?, las juventudes socialistas. Pero donde esta tendencia a cultivar y explotar la juventud tuvo un desarrollo m¨¢s fuerte fue en los movimientos fascistas. Mussolini escogi¨® un viejo canto de primavera como letra de su himno, en el que lo primero que se hace es invocar a la juventud. Hitler hizo cantar a los j¨®venes alemanes una canci¨®n sobre el camarada modelo.Aqu¨ª tuvimos un ?frente de juventudes? en el que han militado gran parte de los pol¨ªticos actuales: acaso, gracias a ello, siguen siendo j¨®venes a los 47 a?os. Pero ning¨²n poeta y ning¨²n m¨²sico han compuesto, que yo sepa, un himno para los jubilados de Hacienda o destinado a que al son del mismo desfilen las clases pasivas. Ni siquiera hay himnos para los senadores a la antigua, que eran viejos por antonomasia. No. Cuando Mussolini, cincuent¨®n ya, se exhib¨ªa en p¨²blico hacia correr detr¨¢s de ¨¦l a ritmo atl¨¦tico, sobre el campo de deportes, a viejos y desventurados generales de barba blanca.
Despu¨¦s, esta utilizaci¨®n de la juventud, que ten¨ªa formas tr¨¢gicas y alguna c¨®mica, que hemos observado o padecido, fue considerada como un fraude. La reacci¨®n contra la ret¨®rica mussoliniana y aun contra los hermosos versos de Lorenzo de M¨¦dicis ha sido categ¨®rica. ?D¨¦jeme usted ser joven a mi manera?, han dicho algunos j¨®venes. Otros han reaccionado de forma parecida a como reaccion¨® cierta parte de la juventud rusa, observada ya por Dostoyewski, casi a mediados del siglo XIX, y que le irritaba, porque se sent¨ªa ya patriota y conservador. Los j¨®venes nihilistas aparecieron, en efecto, con antiparras, barbas, caras macilentas y seniles, frente al joven militar peripuesto al servicio del zar, Ten¨ªan una voluntad m¨ªstica, revolucionaria, parecida acaso a la que tuvieron los j¨®venes cristianos primitivos, de despreciar sus dones f¨ªsicos, que podr¨ªan ser objeto de explotaci¨®n o de manipulaci¨®n por parte del ?Estado?, del ?Imperio?... El hombre joven est¨¢ hecho para meditar sobre el destino, para reformar la sociedad. No para aceptar d¨®cilmente lo que le manden y vivir en la holganza o la satisfacci¨®n de s¨ª mismo.
Ahora, en Espa?a, tambi¨¦n hayj¨®venes de estos, que irritan a muchas personas, las cuales a?oran la ¨¦poca en que el modelo del joven hisp¨¢nico era el cadete de Segovia o Toledo, y la modelo, la se?orita que hablaba con ¨¦l, por se?as, desde el tercer piso de la calle solitaria. Personalmente, soy m¨¢s aficionado a contemplar desinteresadamente chicas un poco robustas, de buen color, con faldas de vuelo, que dejen perfilarse a las pantorrillas, que a estas que ahora hay en abundancia, p¨¢lidas, poco metidas en carnes, desmelenadas y embutidas en oscuros balandranes, que recuerdan a los de los jud¨ªos polacos. Tambi¨¦n prefiero ver a j¨®venes con cierta prestancia que a j¨®venes desmedrados. A los amigos hay que desearles toda clase de venturas y yo pienso que si son guapos tienen mucho ganado en esta vida... Pero estos chicos barbudos, prematuramente envejecidos, y estas muchachas febriles, envueltas en el humo del cigarro, tienen su ?aqu¨¦l?, que no es el viejo ?no s¨¦ qu¨¦?. Basta hablar un poco con ellos para darse cuenta. En todo caso, constituyen un tipo definido, dentro de la juventud actual del mundo, que no es ?mussetiano?, no ?oxoniano?, ni ?mussoliniano?, ni ?hel¨¦nico?. Es una juventud tr¨¢gica, como la nihilista rusa o la cristiana antigua. Pero claro es que no se trata del ¨²nico tipo existente. Dejando aparte los j¨®venes de 47 a?os, nombrados j¨®venes por real decreto, hay otros de veintitantos, cortados por patr¨®n parecido, eficaces, din¨¢micos, tecnol¨®gicos y electrodom¨¦sticos, los cuales -si Dios no lo impide- ser¨¢n los que manden en este pa¨ªs a la vuelta de unos a?os. Cuando se advierta que no se puede tener carnet o cartilla oficial de joven a los sesenta.
Aparte de todo esto, sigue repiti¨¦ndose la vieja pol¨¦m¨ªca de viejos contra j¨®venes y j¨®venes contra viejos. En t¨¦rminos muy estereotipados, Don F¨¦lix Mar¨ªa de Samaniego, como introito a sus f¨¢bulas escritas para el Real Seminario de Vergara, puso aquello de:
??Oh, j¨®venes amables, que en vuestros tiernos a?os, al templo de Minerva dirig¨ªs vuestros pasos! ?
Parece que Samaniego no cre¨ªa en nada. No juzg¨®, pues, que hiciera excepci¨®n pensando que en Vergara, hace cosa de doscientos a?os, pod¨ªa estar el templo susodicho. Puede que incluso tuviera motivos para dudar de la amabilidad de la juventud. Pero no ca¨ªa en la vulgaridad de carraspear y decir: ? ?Qu¨¦ j¨®venes los de ahora! ?Ad¨®nde vamos con esta juventud ignorante, grosera, ab¨²lica? ?En mi tiempo era otra cosa! ?
Por la misma ¨¦poca en que escrib¨ªa el fabulista, don Bartolo ya dec¨ªa: ? ?La m¨²sica a'miei temp¨ª era altra cosa!? Y cantaba su aria. Bien hermosa, por cierto. Pero frente a don Bartolo, hoy como ayer, tambi¨¦n el joven canta la suya. ?Todo lo que hacen ustedes, vejetes, no nos interesa nada.?
Esto nos lo ha dicho un joven en nuestras barbas, hace pocos d¨ªas, as¨ª, con plural mayest¨¢tico, a un grupo de ancianos, en el Ateneo de Madrid. Y eso que ¨¦ramos unos ancianos ben¨¦volos, que ¨ªbamos a alabar a un joven, con la mejor voluntad. Resignaci¨®n. Cordura. Prudencia. Suavidad. A lo m¨¢s que puede uno llegar en estos tiempos agitados es a preguntar humildemente: ?Oiga usted, joven (o viejo): ?No cree usted que lo m¨¢s parecido que hay a un viejo imb¨¦cil es un joven idiota, y viceversa?? Porque el viejo inteligente y el joven inteligente se entienden, pero se parecen poco. Gozan de modo distinto. Tambi¨¦n sufren de manera diferente. Y, al fin y al cabo, tan lejos o tan cerca, tienen a S¨®crates, o a Plat¨®n, o a Voltaire, o a Marx.
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