Magisterio de costumbres
LOS USOS y costumbres sexuales establecidos en las numerosas tr¨ªbus del mundo -desde las islas Tobriand a la plaza del Dos de Mayo- suelen ser irracionales, extravagantes y pesados. Se debe, principalmente, a una mezcla de valores heterog¨¦neos, cas¨ª similares para todos, relacionados con el acto sexual: una fuente de vida que la sociedad quiere controlar; la ocasi¨®n de uno de los raros placeres que la vida permite; la unificaci¨®n o el intercambio de bienes y propiedades y, seg¨²n algunos metaf¨ªsicos l¨ªricos, la posibilidad del ser humano para comunicar a trav¨¦s de otro con toda la humanidad. Monogamia, poliandria, poligamia, comunidades, gineceos, ritos de iniciaci¨®n, infibulaciones, concubinatos, endogamias y exogamias, intercambios, leviratos, totemismo, anulaciones, divorcios, consanguinidad, dinast¨ªa, celibato, son nada m¨¢s que algunos de los puntos tocados por las legislaciones, lisos y costumbres, generalmente poco satisfactorias para los miembros de cada comunidad, que responden con prostituci¨®n, adulterio, clandestinidad, onanismo, pornograf¨ªa y otras mil posibilidades; a las que la sociedad contesta a su vez castig¨¢ndolas de diversas maneras, desde la m¨¢s sencilla del desprecio, hasta la lapidaci¨®n a muerte. Todo lo cual conv¨ªerte finalmente la sexualidad en un infierno universal.De todas las extravagancias conocidas, una de las m¨¢s raras es la del mundo occidental y, dentro de ella, la espa?ola. Una sociedad que educa a sus hijos varones en la idea de que deben realizarse cumpliendo el mayor n¨²mero de actos sexuales sobre el mayor n¨²mero de hembras posibles, y a sus hijas en la de que su mayor honor es el de conocer a un solo var¨®n en su vida, y bajo condiciones estrictamente codificadas y expl¨ªcitas y p¨²blicas, es una sociedad que nutre un conflicto y una angustia permanentes. Los dos sexos viven en una ansiedad que se plantea, a veces, en una lucha dura y ¨¢spera.
Recientemente, la sociedad dominante espa?ola asumi¨® formas de tolerancia, tra¨ªda sin duda por la penetrazi¨®n de usos y costumbres de sociedades m¨¢s abiertas -el turismo, centr¨ªfugo y centr¨ªpeto; el cine, la informaci¨®n, incluso la televisi¨®n-, aunque no por ello equilibradas. Esto comenz¨® a suceder durante el r¨¦gimen anterior. Se acentu¨® con la implantaci¨®n de la democracia. El estos ¨²ltimos tiempos comienza un cierto retroceso, pero sujeto a formas de irracionalidad que ofrecer¨ªan perfiles c¨®micos si no encerraran una ingenuidad preocupante. La prohibici¨®n de pel¨ªculas ?S? durante el Jueves y el Viernes Santo, y de espect¨¢culos teatrales con desnudos, es ole una rareza considerable, que emana del Ministerio del Interior, contra la opini¨®n del de Cultura: as¨ª parece, por consiguiente, una medida de represi¨®n y polic¨ªa m¨¢s que un problema de contradicci¨®n con la civilizaci¨®n imperante. En efecto, estos d¨ªas las leyes morales cristianas est¨¢n siendo socialmente violadas de otras mil maneras, y no parece que lo permitido durante 363 d¨ªas al a?o tenga que ser prohibido exclusivamente durante dos. Ese misnio ministerio -o su emanaci¨®n, los gobiernos civiles- se ilustr¨® hace poco tiempo con el cierre de los ?sex-shops? utilizando el incre¨ªble pretexto de que no respond¨ªan a la legislaci¨®n sobre venta de aparatos ortop¨¦dicos. Y, regularmente, caen sanciones sobre libros o revistas a los que se acusa de que pasan una raya -no defiinida por los jueces, sino por los funcionarios y expertos del Gobierno en la materia- en la permisividad de la exhibici¨®n sexual.
Estas cosas no pasan del pintoresquismo, pero hay problemas mayores. La posibilidad de que se den pasos atr¨¢s en la probable legislaci¨®n del divorcio, tan t¨ªmidamente apuntada en la Const¨ªtuci¨®n, y tan mal defendida por los partidos pol¨ªticos; las nuevas restricciones ), sanciones sobre los anticonceptivos; la aplicaci¨®n de sanciones sobre la homofilia y las comunas por la nunca abolida ley de Peligrosidad, ata?en m¨¢s a un contexto de sociedad que, dentro de lo posible, empezaba a saldar situaciones de hecho y a buscar un cierto reposo dentro de una Iegislaci¨®n que ha s¨ªdo seca y dura durante muchos a?os. Puede que sea un tributo que el partido del Gobierno tiene que pagar a sectores que le apoyan desde futura y desde dentro del Parlamento. Puede que sea, tambi¨¦n, una presi¨®n dom¨¦stica en algunos casos.
Esta clase de prohibiciones, por una parte, o de restricciones en la legislaci¨®n, porotra, acompa?a de ordinario a los reg¨ªmenes y situaciones pol¨ªticas autor¨ªtarias, desde el de Jomeini al de Fidel Castro. Es el fruto de una actitud que obliga a la sociedad a mantenerse un¨¢nimemente con el Poder, s¨ªn respeto a las minor¨ªas. El hecho de que los partidos pol¨ªticos o las fuentes intelectuales no sean muy audaces en la defensa de estos temas supone una relativa inmunidad para el Poder, a partir de la cual puede emprender otras restricciones. La an¨¦cdota siempre termina en categor¨ªa, y lo particular, en general.
Esperemos que estos s¨ªntomas no progresen. Y que si es necesaria una legislaci¨®n y un orden en estas inaterial no se confundan tales palabras -legislaci¨®n y orden-, como se hace frecuentemente en los reg¨ªmenes cerrados, con los pensamientos, usos, costumbres o man¨ªas de la clase dirigente. La obtenci¨®n de una ley de Divorcio civilizada ,y moderna es una de las necesidades m¨¢s perentorias de cualquier sociedad democr¨¢tica. Porque no es s¨®lo cuesti¨®n de reconocer la realidad de las separaciones matrimoniales y regularla. Es, sobre todo, un problema. de priricipios: aquellos que hacen referencia a la libertad del hombre en sociedad y a sus derechos como individuo
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