Ian Gibson
C¨®mo hubieras querido, Federico, conocer a este lan Gibson, ¨¢ngel irland¨¦s y malo, arc¨¢ngel que fuma puro, catedr¨¢tico que no se est¨¢ quieto en la c¨¢tedra, hispanista de tu vida y de tu muerte, Federico, lorquista de tu piano/ata¨²d m¨¢s que de tu guitarra/novia. C¨®mo hubieras querido, Federico.
Irland¨¦s revoltoso, pelo de Lermontov, puro de hincha de su equipo dublin¨¦s y arrasador, Gibson vino a Granada, Federico, vino a tu Granada, ya hace a?os, para la tesis tonta sobre tu poes¨ªa, para la puesta en claro anglosaj¨®n de los intraducibles muslos de Luc¨ªa Mart¨ªnez que, como la tarde, van de la luz a la sombra. Pero Gibson es duro, es exigente, es irland¨¦s, es un ¨¢ngel airado, y vio que all¨ª, en Granada, 1965, Federico, segu¨ªas siendo un doblemente muerto, que habitaba el olvido cernudiano/becqueriano en la ausencia con sol de tu gran muerte. Y empez¨® a investigar.
Si supieras con qu¨¦ tacto y qu¨¦ violencia, Federico, si t¨² supieras con qu¨¦ amor, este ¨¢ngel de rubor cansado, dejando el candil de la erudici¨®n, ha esgrimido la espada llameante de la verdad, se ha escondido magnetofones en el puro, ha ido de Luis Rosales, el tan claro, a la imprenta oscura de los convictos inconfesos, y, entre arc¨¢ngel y detective, entre reportero y poeta, entre irland¨¦s y granadino, ya, ha ido Gibson, lan Gibson, estrechando delicadamente el c¨ªrculo de la luz, cerrando el silogismo de la sangre, pegando el o¨ªdo a tierra para escuchar tu nombre, como un viejo cuchillo tiritando bajo el polvo.
Si supieras con qu¨¦ amor, Federico.
Yo he vivido con Gibson las semanas de Londres, tocadas al piano por la lluvia, como si fueran somatas, y he visto hasta d¨®nde este irland¨¦s, que tanto ironiza de los ingleses, sigue siendo espa?ol y lorquiano en Inglaterra, sigue viviendo el tema. No ha hecho de ti un best-seller, Federico, ni un faIso documento a la espa?ola, no ha hecho un papel mojado, como los que aqu¨ª mojamos cada d¨ªa en el caf¨¦/achicoria del rumor, en el nescaf¨¦ ap¨®crifo del odio. Ian Gibson ha hecho un libro.
Este libro, Federico, alto poeta, genio, muerto que ilustra el mundo m¨¢s que un vivo, tuvo su muerte y su resurrecci¨®n, como t¨², fue es conflictivo libro, va y viene, le fusilan censuras al amanecer y como t¨² ahora crece, crece hasta el infinito, tiene el caudal claro de un poema y la forma final de una pregunta.
Escucha en este libro, Federico, que es el puntual viacrucis de tu muerte, escucha en este mozo feo y violento, que est¨¢s viviendo en ¨¦l, que lan te ha comulgado, te lleva siempre dentro, y aunque habla de otras cosas, viene a casa, se entiende con el gato, apesta a puro, aunque va por el mundo, toma y deja su c¨¢tedra, yo le veo siempre, bajo la chaqueta vaquera y la camiseta inconfesable, el escapulario que t¨² eres para ¨¦l, el Federico que ¨¦l ha comulgado, como yo un d¨ªa (en libro m¨¢s oscuro y m¨¢s penoso) y cree Gibson que podr¨¢ escapar de ti, ir a otras cosas, escribir otros libros, ser ¨¦l mismo. Yo s¨¦ que no podr¨¢.
Yo s¨¦ que comulgarse un ¨¢ngel al piano, un se?orito rojo de Granada, un frentepopulista de chaqueta blanca, ese maldito que al final t¨² eras, eso ya no tiene remedio para nada y se vuelve a tus versos, a tu muerte, muerte fundamental y engendradora de todo lo popular espa?ol, de todo lo que es pueblo/ Federico.
Por el Arco de Elvira hoy he vuelto a pasar para sentir tus muslos y ponerme a llorar. Entre los juncos y la baja tarde, qu¨¦ raro que te llames Federico. Y la vida ne es noble ni buena ni sagrada. Y los espa?oles, Federico, no hemos sabido aclarar ni aclararnos este caso, el caso claro de tu muerte, coino una vacilaci¨®n blanca del alba, aquel alba de agosto, aquel agosto en guerra que seguir¨ªa adelante con su incendi¨®, como si s¨®lo, en los albores, hubieran plegado una paloma.
C¨®mo hubieras querido, Federico, conocer a este irland¨¦s violento y tierno, a este mozo riente y delicado que ha tocado tu muerte con la delicadeza infinita del egipt¨®logo, con la precisi¨®n dura del justiciero. Cuanto m¨¢s y mejor nos explica tu muerte, el militar silencio del estr¨¦pito, m¨¢s vivo te vivimos, Federico. Este es Ian Gibson.
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