Recital Mercouri
El destino suele jugar, a veces, con los hombres, llev¨¢ndoles a encontrarse a s¨ª mismos cuando parecen hallarse perdidos definitivamente. As¨ª, Jules Dassin, realizador americano venido del campo del teatro, seguramente nunca pens¨® que la implacable persecuci¨®n a que fue sometido por el tribunal de actividades antiamericanas dentro y fuera de Estados Unidos le llevar¨ªa a encontrarse de nuevo, y en cierto modo, con el teatro cl¨¢sico y, sobre todo, con Melina Mercuri, convertida desde entonces en esposa fiel y en su no menos fiel e indispensable compa?era de trabajo.Desde su llegada a Europa, Dassin busc¨® un modo digno de seguir adelante con cierto tipo de trabajos menos comprometidos que los del neonaturalismo americano, pero que a¨²n manteni¨¦ndole a una cierta altura y otorg¨¢ndole cierto rango, nunca llegaron a alcanzar la perfecci¨®n de sus logros anteriores. Parec¨ªa como si su inspiraci¨®n, lejos de sus propias ra¨ªces y motivaciones, le llevara a una serie de trabajos menores, sin conexi¨®n entre s¨ª, muy cerca de los puros intentos comerciales.
Gritos de pasi¨®n
Gui¨®n y direcci¨®n: Jules Dassin. Fotograf¨ªa: George Arvanitis. M¨²sica: Iennis Markopoulos. Int¨¦rpretes: Melina Mercuri, Ellen Burstyri, Andreas Voutsines. Despo Diamantidou. Grecia. Drama. 1978. Locales de estreno: Paz y Richmond.
Sin. embargo, Jules Dassin no se resign¨®. Supo esperar tiempos mejores y, de la mano de Melina Mercuri, como siempre en los ¨²ltimos tiempos, nos trae una historia a la sombra de los cl¨¢sicos. Apoyada en esa actriz excelente cuando sabe mantenerse en su justa medida y en el trabajo de Ellen Burstyn, que en momentos la supera, se ha intentado evitar el habitual y excesivo narcisismo en que suele caer la primera, piedra fundamental en la que suelen caer cierto tipo de realizadores demasiado ligados a sus actrices favoritas. No es preciso recordar aqu¨ª las ¨²ltimas interpretaciones de Liv Ullman en los filmes de Bergman para calibrar todo aquello que el realizador admite, pero que el espectador considera innecesario. En tal sentido este d¨²o Mercuri-Dassin, del que pronto se excluye a Eur¨ªpides, no puede deshacerse tan f¨¢cilmente de Ellen Burstyn. Todo lo dem¨¢s: fotograf¨ªa, m¨²sica al servicio de la historia, aunque no encierre demasiada novedad. Esa actriz griega que viene de fuera, que siempre permaneci¨® fiel a su pa¨ªs, sus alusiones al feminismo actual, a Bergman, al teatro, todo contribuye a la buena causa de realizar un filme de los llamados importantes, de esos que indefectiblemente vienen a demostrar que la suma de sumandos excelentes no siempre viene a dar el resultado apetecido. Al menos en el cine.
Babelia
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