Un andalucismo de clase
Diputado del PSOE por Almer¨ªa
Por fin, Andaluc¨ªa est¨¢ de moda, y no precisamente por sus acreditados artistas ni por su inigualable folklore. Ya era hora. A muchos ha sorprendido el ¨¦xito electoral del Partido Socialista Andaluz-Partido Andaluz, y se escuchan centenares de explicaciones a este sorpresivo hecho. Perm¨ªtanme manifestar, sin ning¨²n tipo de falsa modestia, que para m¨ª no ha sido ninguna sorpresa. Como andaluz, me alegr¨¦, y me gustar¨ªa profundamente poder seguir alegr¨¢ndome. Para quienes del andalucismo hemos hecho bandera durante muchos a?os de nuestra actividad pol¨ªtica, ?c¨®mo podemos ser indiferentes al resurgir de la conciencia del pueblo andaluz, que quiere ser art¨ªfice de su propio destino? Ah¨ª est¨¢ el gran m¨¦rito del PSA-Partido Andaluz, que no creo se atreva nadie a discutirlo seriamente. Ellos han sido los principales instigadores del despertar del nacionalismo andaluz, han aireado nuestros s¨ªmbolos de identidad, y todos, de una forma u otra, hemos ido al remolque de su paciente labor en defensa de un andalucismo vivo.
Estas afirmaciones m¨ªas pueden parecer oportunistas hoy. Los principales dirigentes del PSA saben que no. Nos conocemos bien, no de ahora, sino desde hace mucho tiempo. Con los hombres del PSA en el Parlamento van a aparecer muchos andalucistas de ¨²ltima hornada. Bien venidos sean. La causa de Andaluc¨ªa no puede prescindir de nadie que con buena voluntad quiera para nuestra tierra la l¨ªberaci¨®n del yugo centralista, causante en buena parte de nuestra miseria y subdesarrollo. Pero se impone una clarificaci¨®n dr¨¢stica de posiciones. Lo que no es posible, lo que a todas luces debemos impedir, es confundir al pueblo. Y para ello es necesario hablar con claridad. Llamar a las cosas por su nombre es la mejor contribuci¨®n que en estos momentos podemos hacer a la hermosa tarea de la reconstrucci¨®n nacional de Andaluc¨ªa.
Efectivamente, si alg¨²n colectivo pretendiera erigirse en expedidor de cartas de naturaleza andalucista a unos ciudadanos, neg¨¢ndoselas a otros a capricho, s¨®lo se descalificar¨ªa. El andalucismo no es de derechas ni de izquierdas (evidentemente, tampoco de centro). El andalucismo es una forma de entender la historia, el presente y el futuro de nuestra tierra. En esta interpretaci¨®n -prescindiendo de quienes puedan autodenominarse andalucistas folkl¨®ricos, costumbristas o sentimentales-, a la hora de organizar la convivencia colectiva del pueblo andaluz se podr¨¢ ser integrista, autonomista, federalista o independentista. Para m¨ª, el grado de andalucismo sube en la medida en que el ciudadano se sit¨²a en la anterior escala y seg¨²n se aparta, cada vez m¨¢s, del Estado centralista. De esta forma, el sentirse andaluz y obrar consecuentemente puede ser una caracter¨ªstica com¨²n tanto del que aspira a la independencia como de quien se conforma con una concepci¨®n auton¨®mica el Estado. ?Qui¨¦n es m¨¢s andalucista de los dos? Entramos en el terreno de las valoraciones, y opiniones las habr¨¢ para todos los gustos.
Dejando sentado, pues, que el andalucismo no tiene color pol¨ªtico, hemos de admitir, salvo que pequemos de intransigentes, que existan andalucistas integristas de derechas y de izquierdas; que igualmente los haya con vocaci¨®n auton¨®mica, de derechas y de izquierdas; que nos encontremos con andalucistas federalistas, de derechas y de izquierdas, y, por supuesto, tambi¨¦n con andalucistas independentistas, de derechas y de izquierdas. Conclusi¨®n: nadie puede pretender poseer en exclusiva la patente del andalucismo, y mucho menos ning¨²n partido pol¨ªtico, por lo que esto lleva consigo de intransigencia o rechazo de otras opciones que pueden ser igualmente leg¨ªtimas. El andalucismo se asume o se rechaza al margen de la militancia pol¨ªtica. De acuerde con la terminolog¨ªa aristot¨¦lica, andalucismo es, ante todo, conocimiento de la existencia naciona*l de Andaluc¨ªa, por medio de la cual la comunidad se percibe a s¨ª misma como ser hipost¨¢tico. Prat de la Riba, personaje central de? catalanismo y la revoluci¨®n burguesa, dijo precisamente del catalanismo que ?no es cuesti¨®n de buen gobierno ni de administraci¨®n; no es cuesti¨®n de libertad ni de igualdad; no es cuesti¨®n de progreso ni de tradici¨®n; es cuesti¨®n de patria ?.
A la vista de lo antedicho, el pueblo andaluz debe saber que no basta con que individualmente nos manifestemos andalucistas o que los partidos pol¨ªticos se presenten como tales. El andalucismo solo no tiene capacidad para resolver nuestros problemas ni posee la carga ideol¨®gica necesaria para establecer un modelo concreto de sociedad. Se ha de ser andalucista... y algo m¨¢s, siendo ese algo m¨¢s lo verdaderamente diferenciador. El pueblo andaluz deber¨¢ enfrentarse desde hoy con las ofertas ?redentoras? que le van a hacer muchos partidos andalucistas, pero que responden a intereses reaccionarios, derechistas, capitalistas o simplemente burgueses. Mientras tanto, la izquierda deber¨¢ insistir con suma honestidad, sin hacer uso de la demagogia f¨¢cil, en que el andalucismo aislado no salva, sino que tan s¨®lo hace posible la justicia, la paz y la libertad el socialismo, que genera el logro de la sociedad sin clases.
Los partidos llamados interclasistas terminan -si es que no nacen ya- dominados por la derecha. En agosto de 1905, Prat de la Riba escrib¨ªa a Maragall: ?No somos un partido pol¨ªtico (se refer¨ªa a la Lliga); somos un pueblo que renace ... ? Jordi Sol¨¦ Tura, a quien se debe uno de los mejores trabajos sobre el catalanismo y la revoluci¨®n burguesa, dice a este respecto que ?esa frase contiene, en s¨ªntesis, toda la teor¨ªa y toda la problem¨¢tica del nacionalismo burgu¨¦s. No somos una fracci¨®n, sino un todo; no somos una clase, sino un pueblo; no representamos intereses exclusivos, sino intereses colectivos?. La tensi¨®n ideol¨®gica y pol¨ªtica del nacionalismo conlleva una aspiraci¨®n irrealizable: la uni¨®n de clases antag¨®nicas en el seno del sistema econ¨®mico, que ha provocado, precisamente, su antagonismo.
La burgues¨ªa andaluza, el capitalismo andaluz y hasta los se?oritos de nuestra tierra har¨¢n p¨²blicos testimonios de andalucismo. Y hasta puede que sean sinceros. Como andaluz, me alegrar¨¦. Como trabajador y militante del Partido Socialista Obrero Espa?ol, les combatir¨¦. Los andaluces tenemos que alcanzar, sin dilaci¨®n, una serie de objetivos: el autogobierno, una autonom¨ªa en pie de igualdad con el resto de las nacionalidades espa?olas y la recuperaci¨®n de nuestra maltratada identidad de pueblo cargado de historia, cultura y personalidad. Y para el logro de estas metas lo peor que podemos hacer es dividirnos. Unidos venceremos con mayor rapidez a los representantes del Estado centralista, que procurar¨¢n hacernos muy dif¨ªcil la tarea.
Pero, eso s¨ª: juntos, pero no revueltos, porque la lucha de la clase trabajadora por emanciparse del capitalismo, que la explota y la margina, no puede pasar por ?a cama redonda del contubernio con las tuerzas de la derecha, culpables de la miseria y el desespero de la mayor¨ªa del pueblo andaluz.
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