Una novela pol¨ªtica de David Vi?as
La narrativa contempor¨¢nea de Hispanoam¨¦rica es como una joven jactanciosa, segura de la excelencia de sus virtudes en esa suerte de examen final a que la somete el tribunal que llamamos literatura. Erguida y socarrona, tiene en sus maneras un mal disimulado reproche para con cierta esterilidad de sus antiguos maestros europeos. En su poli¨¦drica fisonom¨ªa, esta joven respondona y coqueta exhibe varios atributos; dos de ellos resaltan. Quienes la contemplaron por vez primera -y en el deslumbramiento de la aparici¨®n olvidaron que hac¨ªa tiempo paseaba a su lado- sintieron la necesidad de poner al d¨ªa sus procedimientos para acercarse a ella y cortejarla. La joven del otro lado del Atl¨¢ntico -sin propon¨¦rselo- oblig¨® a sus galanes-escritores a romper los moldes de la narrativa lineal para emparejar sus discursos. Poder de Renovaci¨®n llaman algunos a este atributo. Al otro le dicen imaginaci¨®n. Nuestra joven jactanciosa lanza continuos gui?os a sus mirones, como si los previniera de lo que podr¨ªa suceder sin el espejo de Perseo.El humor de Garc¨ªa M¨¢rquez, la manipulaci¨®n del tiempo de Vargas Llosa, la iron¨ªa de Cort¨¢zar, la parodia de Manuel Puig... son algunas de las designaciones para ese gesto coquetuelo. La transici¨®n del colonialismo cultural a la plenitud de la autonom¨ªa creadora; ese desparpajo inusitado para transgredir la verosimilitud, para dejar de servir a la realidad y servirse de ella, es -quiz¨¢s- el principal encanto cautivador de la narrativa contempor¨¢nea hispanoamericana.
Los due?os de la tierra
David Vi?as. Or¨ªgenes. Madrid, 1978.
Sin embargo, ser¨ªa inducir al equ¨ªvoco afirmar que todos los ficcionadores hispano-escribientes han tirado la toalla de la verosimilitud. Pensando en Chile, Uruguay y algunos otros pa¨ªses, encontraremos preocupaciones similares entre los escritores y, adem¨¢s, en la manera de presentar narrativamente esas inquietudes. Una manera que est¨¢ cerca del realismo... Todo esto nos llevar¨ªa a afirmar aquello de las dos caras de la moneda.
David Vi?as es argentino -Buenos Aires, 1929-. Si valen de algo los antecedentes, digamos que Vi?as ha recabado para su historial el Premio Nacional de Literatura -dos veces-, el Casa de las Am¨¦ricas, el Nacional de Teatro y el Nacional de la Cr¨ªtica -dos veces, tambi¨¦n-. Con diecis¨¦is ediciones de retraso se publica por primera vez en Espa?a una obra ya cl¨¢sica en la bibliograf¨ªa de Vi?as: Los due?os de la tierra (1958). Si sirven para algo las etiquetaciones literarias, digamos que esta novela es una novela pol¨ªtica. Muchas de las obras de David Vi?as -Cay¨® sobre su rostro (1955), Dar la cara (1963), Un dios cotidiano (1954), Los hombres de a caballo (1968)...- se organizan en torno a hechos que han sido significativos en la historia de Argentina.
Los due?os de la tierra se sit¨²a en un per¨ªodo perfectamente delimitado: el mandato de Yrigoyen. Concisa es tambi¨¦n la geograf¨ªa: la Patagonia, ese ?lagarto retorcido que se aferra a una de las puntas de la bola del mundo que gira?. Tres breves cap¨ªtulos iniciales -al amparo de un tr¨ªo cronol¨®gico- nos sit¨²an en la historia y la realidad concreta. 1892: matanza de indios ?como si fueran guanacos o cualquier cosa. 1917: exportaci¨®n de lana hacia Inglaterra durante la gran guerra. 1920: ? La guerra no dur¨® m¨¢s y la lana no corr¨ªa m¨¢s?, primeras huelgas. A partir de ah¨ª, Vi?as se lanza a hacer la cr¨®nica de los avatares de las ?graves instancias en el Sur?. ?La tierra es la verdad definitiva, es la primera y la ¨²ltima: es la muerte?, dijo Mart¨ªnez Estrada.
Vuelta a los or¨ªgenes del hombre
David Vi?as vuelve a la tierra, vuelve a los or¨ªgenes del hombre, analizando cr¨ªticamente un enfrentamiento de clases. A Vi?as no le interesa explicitar la soluci¨®n del problema. S¨®lo le preocupa -insisto- la exposici¨®n y el an¨¢lisis cr¨ªtico de la realidad de ese enfrentamiento. Y, para ello, su discurso narrativo se nutre de la m¨¢s valiosa tradici¨®n y, a la vez, de la m¨¢s avanzada vanguardia. ?Con Los due?os de la tierra culmina la primera etapa de Vi?as y, a la vez, sus valores sit¨²an a esta novela junto a El mundo es ancho y ajeno, del peruano Ciro Alegr¨ªa, y a Hijo de hombre, del paraguayo Roa Bastos?, N¨®el Salomon dixit.Pero David Vi?as nos lleva, tambi¨¦n, a otros or¨ªgenes. Los due?os de la tierra es un eslab¨®n fundamental para un conocimiento muy exacto de cierta tendencia continental en aquellos momentos en que ya se est¨¢ fraguando la literatura del -dig¨¢moslo una vez m¨¢s- boom. Es la otra cara de la moneda, el otro extremo del movimiento del p¨¦ndulo. Desde muy temprano el siglo, existi¨® una coexistencia pac¨ªfica y silenciosa de dos corrientes de narraci¨®n en Hispanoam¨¦rica. Vi?as nos lleva a los or¨ªgenes de ?un di¨¢logo irresuelto entre realismo e irrealismo, entre verdad certificable y sue?o, alucinaci¨®n o pesadilla?, en palabras de Loveluck. La existencia de ese en¨¦rgico penduralismo -Vi?as est¨¢ en el lado de la realidad certificable- impide echar mano del milagro para explicar la atrevida jactancia -como de joven malcriada, erguida y socarrona- de la narrativa contempor¨¢nea de Hispanoam¨¦rica.
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