Legan¨¦s
LAS UNIDADES militares deben ser disciplinadas. Los ciudadanos civiles nunca deben caer en la estupidez. Sobre estas dos premisas cabe armar alguna teor¨ªa sobre el nivel de educaci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs, la disciplina en sectores minoritarios del Ej¨¦rcito y la absurda (o deliberada) dial¨¦ctica de confrontaciones entre estamentos no antag¨®nicos.Todo ello a cuento de los incidentes del domingo en Legan¨¦s (informaci¨®n en p¨¢gina 23), indignos por ambas partes del m¨¢s travieso alumnado de BUP. Una banda del Tercio hace el pasacalle para contribuir a una cuestaci¨®n pro subnormales y es increpada por un grupo de agamberrados vecinos con el ep¨ªteto de ?fascistas?. A las pocas horas otro grupo de legionarios la emprende a cintazos con el vecindario, obligando a la Polic¨ªa Nacional a intervenir entre paisanos y soldados, con el saldo generalizado de unos cuantos heridos. Parece que los regeneracionistas siguen teniendo raz¨®n desde sus tumbas. Aqu¨ª, antes que nada, hace falta despensa y escuela.
Pero aunque el incidente tenga visos anecd¨®ticos merece la pena descender a este entresuelo intelectual y recordar algunas nociones de simple magisterio de costumbres. Quienes pertenecen a institutos armados est¨¢n obligados a una disciplina que, como poco, les aleja de cualquier pretensi¨®n de reyerta personal. Cuerpos armados de ¨¦lite o de intervenci¨®n inmediata como puedan serlo la Legi¨®n o las banderas paracaidistas se deben, adem¨¢s, a una disciplina a¨²n m¨¢s estricta, por la que deben velar sus mandos inmediatos. As¨ª, los primerizos incidentes protagonizados por legionarios, a ra¨ªz de su instalaci¨®n en Fuerteventura, fueron atajados severamente por las autoridades militares, lo mismo que las rivalidades entre paracaidistas y civiles a cuenta de diferencias sobre faldas de s¨¢bado noche en La Laguna (Tenerife) o Alcal¨¢ de Henares.
Los legionarios que el domingo pretendieron por su cuenta reivindicar el honor de sus gallardetes correa en mano ya est¨¢n bajo la f¨¦rula del Gobierno Militar de Madrid y de la Subinspecci¨®n de la Legi¨®n. Sin duda ser¨¢n, castigados con el particularmente duro c¨®digo legionario.
No es este el caso de aquellos ciudadanos civiles dedicados a insultar a una tropa militar de choque y ni m¨¢s ni menos que con el apelativo ?fascista?. La Legi¨®n, probablemente, precisa de una reorganizacion que aumente su operatividad, aun en dem¨¦rito de la leyenda, y dote a un cuerpo de hombres valerosos y bien entrenados como son los legionarios de una inserci¨®n en el aparato militar m¨¢s acorde con los tiempos que vivimos. Pero llamarle ?fascista a una formaci¨®n legionaria ser¨ªa como reputar de republicana a la Guardia Civil porque no se sublev¨® en masa en 1936 y tuvo acciones decisorias en favor del Gobierno legal de Casares Quiroga. Llamar fascistas a unos soldados que tradicionalmente tienen una extracci¨®n social escasamente acorde con los m¨¢s genuinos postulados de esa ideolog¨ªa es no s¨®lo un insulto o una injusticia: es una tonter¨ªa. Provocar a quien sea, militar o civil, en un acto p¨²blico es, adem¨¢s, un acto indigno.
Preocupa la comisi¨®n de una indisciplina militar como la de los legionarios en Legan¨¦s, pero existen medios y voluntad de corregirla. M¨¢s preocupante a la postre resulta por eso que vecinos de este pueblo madrile?o no hayan acallado a los provocadores.
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