"Quadrophenia", la pel¨ªcula del esc¨¢ndao
ENVIADO ESPECIAL., El Festival de Cannes suele conseguir todos los a?os una pel¨ªcula que sobresale sobre todas las dem¨¢s, de la que se hablar¨¢ con constancia y profusi¨®n. Son pel¨ªculas que trascienden su condici¨®n de ef¨ªmeras y suelen imprimir en el espectador -naturalmente, no en todos los espectadores- un recuerdo m¨¢s duradero que la mayor¨ªa de los filmes vistos.
Un a?o fue Ultimo tango en Par¨ªs (por cierto que Bernardo Bertolucci es uno de los escasos directores que est¨¢ en el festival para ver pel¨ªculas y no para que le vean a ¨¦l, o cuando menos no s¨®lo para que le vean). Otra temporada se llev¨® el gato al agua Osima, con su Imperio de los sentidos (multitud de proyecciones, largas colas para contemplarla, dificultades administrativas de todo tipo en la mayor¨ªa de los pa¨ªses en los que se proyectaba). Pasolini consigui¨® incluir su nombre en la select¨ªsima lista de creadores escandalosos con su Sal¨®. Su muerte fue el punto sobre una ?i? plet¨®rica de vida y pasi¨®n. En esta edici¨®n, esta pel¨ªcula feroz, fascinante y s¨®rdida es, sin duda, Quadrophenia, dirigida por Franc Roddam y escrita por Martin StelIman, Dave Humphrey y el propio Roddam, del que poco o nada sabemos.Quadrophenia, basado en el elep¨¦ de los Who de igual t¨ªtulo, es un gran documento para aproximarse, sin didactismos o moralinas de ning¨²n tipo, a ese fen¨®meno social que fueron los pandilleros de los a?os sesenta, concretamente la juventud del arrabal londinense cuya m¨¢xima obsesi¨®n era ir a Brighton un fin de semana para armar la gran bronca del a?o con sus eternos rivales: moods y rockers. Lambrettas contra Harley Davidson (no desprecien excesivamente las Lambrettas, son m¨¢s manejables de lo que parecen). Corbatas finas y zamarras verde olivo contra chaquetas de cuero y jeans sucios. Los pac¨ªficos habitantes de Brighton y los no tan pac¨ªficos de Londres recordar¨¢n perfectamente los primeros a?os sesenta. El resto de los mortales recordamos -todav¨ªa est¨¢n presentes en la actualidad sus herederos- a los pandilleros. Las diferencias est¨¦ticas y conceptuales no se limitaban a problemas de motos o vestuario. En m¨²sica eran mayores, si cabe. Los moods amaban a los Rolling Stones (los Who, puesto que la pel¨ªcula es autobiogr¨¢fica, eran, naturalmente, moods), mientras que los rockers cantaban con Gene Vicent o Little Richard. Pues bien, Quadrophenia explica esto y otras muchas cosas sin las cuales resulta dif¨ªcil comprender ese estilo de comportamiento, esa nueva moral que arranca de Jagger y Richard y alcanza su cenit en un individuo como Sid Vicious, evidentemente subestimado por los mass-media.
J¨®venes de diecisiete a?os, de quince, botones, empleadas en supermercados, gente com¨²n que se re¨²nen en tugurios discretos, que no llevan el pelo largo, que atracan farmacias para robar anfetaminas, beben cerveza y discuten con los padres en las escasas ocasiones en las que coinciden en la peque?a y agobiante casa familiar. Sus lambrettas est¨¢n llenas de espejos y cintas, asisten a parties en los que la fisiolog¨ªa sexual es s¨®lo una peque?a parte del tinglado. Viven intensamente cada momento del d¨ªa. Ma?ana siempre est¨¢ demasiado lejos. Franc Roddam y sus guionistas han conseguido contar todo esto y contarlo espl¨¦ndidamente. Las escenas violentas, las grandes broncas en las que los bobbies comenzaban como espectadores distinguidos y acababan en los dispensarios de turno, y uno de los suicidios m¨¢s fascinantes de cuantos se han narrado cinematogr¨¢ficamente, es m¨¦rito exclusivo del equipo de cineastas que realizaron el filme. Detr¨¢s de todo ello est¨¢n, naturalmente, los Who, productores de la- pel¨ªcula, ex moods, pero el cine es tambi¨¦n im¨¢genes, y ¨¦stas las concibe el realizador.
Andr¨¦ Delvaux, ya en terrenos m¨¢s profesionales de la creaci¨®n, es ,el director de La mujer entre el perro y el lobo, una historia de amor y soledad en un tri¨¢ngulo en el que los hombres ocupan posiciones ideol¨®gicas aparentemente antag¨®nicas (el marido, nazi convicto, se marcha voluntario para combatir por sus ideas desde la natal B¨¦lgica. El amante, miembro brillante de la resistencia belga. Ella, Marie Christine Barrault, en una estupenda interpretaci¨®n, optar¨¢, una vez finalizada la guerra, por marcharse con su hijo y dejar plantados a sus dos amores: el heroico y el perverso). Probablemente, la mayor virtud del filme, la que puede provocar cierta pol¨¦mica, es su decidida opci¨®n por no especificar cu¨¢l de los dos es el h¨¦roe y cu¨¢l el perverso. Han sido demasiados a?os de desencantos, de simplismos excesivos para llegar a comprender que por encima de las ideas, de los ideales y de las ideolog¨ªas est¨¢n los individuos. Algo que el personaje interpretado por la Barrault asume con lucidez. Delvaux no dignifica al nazismo, pero tampoco alaba la lucha heroica. Lo que pretende demostrar -y personalmente creo que lo consigue- es que los sentimientos personales deben superar las fanfarrias colectivas. Si en algo coincide Delvaux con el nuevo romanticismo es, precisamente, en esa reivindicaci¨®n de lo individual.
Babelia
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