Que nadie se mueva

El reglamento taurino (art¨ªculo 60) proh¨ªbe que nadie pase a su localidad, ni la abandone, durante la lidia de cada toro. Hay razones poderosas para ello, que no se quedan en la descortes¨ªa que su pone, para el torero, dejarle plantado mientras se juega la vida en el ruedo. Por ejemplo, la distracci¨®n que el movimiento de la gente puede producir en el propio toro.Hasta tal punto es importante este art¨ªculo 60, que su extracto figura en el reverso de los boletos. Pero casi nadie hace caso. Empezando por los vendedores de bebidas, helados y mercanc¨ªa dura (desde el cachuete al caramelo-menta), que se pasan la corrida de un lado a otro, pregonando el producto, molestando a los espectadores y puede ser que tambi¨¦n a los toreros. Y terminando por el p¨²blico, que en cuanto decretan ?esto ya est¨¢ visto?, sin pens¨¢rselo dos veces se dan un clareo, tan pimpantes, pues quien debe no les dice, como debe ,ser: ?Que nadie se mueva!

Ayer la plaza se desalojaba en masa cuando Ra¨²l Aranda no hab¨ªa hecho m¨¢s que pegar los primeros muletazos. El torero se qued¨® mirando a los tendidos con un gesto de reproche y volvi¨® a la tarea con evidente desmoralizaci¨®n. La gente pasaba por delante de los acomodadores y de los agentes de la autoridad, sin recibir la menor advertencia. Pero lo inaudito del caso es que, minutos antes, una pareja de la Polic¨ªa Nacional hab¨ªa retirado del tendido bajo del cinco a un espectador que iba de un lado a otro, posiblemente aquejado de mal de asiento. Est¨¢ claro que distra¨ªa y posiblemente molestaba, pero ya no est¨¢ tan claro que un solo individuo distraiga y moleste m¨¢s que miles de personas en romer¨ªa por las gradas.