Kavafis, en el principio
Trabajador impecable y de rigor exquisito, cuando Kavafis muere en 1933 son s¨®lo 154 los poemas que deja dispuestos para la imprenta en calidad de obra completa. Pero a nadie se le pod¨ªa ocultar que no era el alejandrino un poeta ocasional, que escrib¨ªa por fogonazos iluminados cada equis a?os. No. Kavafis escrib¨ªa, sin duda, con cierta asiduidad -lo que tampoco quiere decir que escribiese mucho- y lo hac¨ªa, adem¨¢s, desde sus d¨ªas juveniles.As¨ª, pues, Kavafis deb¨ªa haber destruido -hasta 1933- mucho de lo escrito, y arrinconado en caj¨®n, dubitativo, algunas otras cosas... Ello sin contar los poemas publicados en revistas de ocasi¨®n (m¨¢s o menos ef¨ªmeras) y no recogidos entre los 154 m¨¢gicos ¨²ltimos.
Konstantino Kavafis
65 poemas recuperados. Poes¨ªa Hiperi¨®n. Ediciones Peralta, Madrid, 1979.
Si tenemos en cuenta, de otro lado, que en su poes¨ªa completa s¨®lo veinticuatro poemas son anteriores a 1911 -y el estilo parece indicarnos que no muy anteriores-, se no impone rotunda la conclusi¨®n de que el Kavafis juvenil, el Kavafis de los comienzos, es el principal desconocido. Porque en 1903 Konstantino ten¨ªa ya cuarenta a?os. Seng¨®pulos, su albacea literario, y otros eruditos han ido haciendo aparecer poemas in¨¦ditos de entre los papeles del poeta, o rescatando otros de las aludida revistas. El inter¨¦s de ambas operaciones es sumamente importante. Sabemos ya que estos nuevos textos -desechados por el propio Kavafis, eso s¨ª, con rigor implacable- raramente tendr¨¢n la esmerad¨ªsima calidad de los 154 completos, pero nos descubren dos cosas b¨¢sicas para el estudio y la comprensi¨®n de cualquier gran poeta: una -en los poemas contempor¨¢neos a su escritura aceptada-, sus dudas, sus vacilaciones, el modo y el m¨¦todo de su trabajo, sus opciones y sus obsesiones, y otra -en los poemas anteriores a esa aceptaci¨®n-, el aprendizaje y la formaci¨®n de un mundo. Porque indudable es que aun en los comienzos inseguros de un gran escritor (pienso en Proust) est¨¢ ya su visi¨®n singular del mundo.
Estos recientes 65 poemas recuperados -en traducci¨®n de Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez- nos ofrecen las dos facetas que acabo de decir, pero m¨¢s especialmente la segunda.
Algunos poemas -los menos- posteriores a 1903 nos descubren al Kavafis de siempre, elaborador de la experiencia y de la cultura al mismo tiempo. Tal vez no tan redondo como en los poemas oficiales, pero ah¨ª est¨¢ el m¨¦rito y la pregunta, y en alg¨²n caso, la duda, porque textos como Muerte del emperador T¨¢cito, Casa con jard¨ªn o Gran fest¨ªn en casa de Sosibios no hubiesen desmerecido en el perfect¨ªsimo corpus de los 154.
Pero la mayor¨ªa de estos nuevos poemas comprenden un per¨ªodo que abarcar¨ªa desde 1884 o aun antes (los veinte a?os de Kavafis) hasta los comienzos de este siglo, es decir, el largo lapso de la formaci¨®n kavafiana.
?C¨®mo era, pues, aquel joven circunspecto que hab¨ªa vivido en medio de una familia pudiente venida a menos, en Alejandr¨ªa, en Londres y en Constantinopla? Estos poemas nos descubren, en alguna medida, sus gustos literarios y sus obsesiones personales, lo ¨ªntimamente propio que nos delinea y configura. Naturalmente, el primer Kavafis es un poeta rom¨¢ntico tard¨ªo. Poemas de amor femenino -una oriental, incluso-, poemas narrativos y glosas lo confirman. Pero en seguida, y por v¨ªa natural, Konstantino Kavafis entra en el mundo del simbolismo como cosmovisi¨®n. Y ah¨ª ya empieza, de verdad, el poeta que conocemos, porque el gusto por el lujo, por lo decadente, por la derrota como ¨¦tica, su glorificaci¨®n del perdedor magn¨ªfico y del hedonismo, le vienen a Kavafis -m¨¢s all¨¢ de su propio temperamento- de esa militancia simbolista, que merecer¨ªa ser ampliamente estudiada, porque engarza a la perfecci¨®n, adem¨¢s, con la otra tradici¨®n que Kavafis recupera y siente como propia: la de la poes¨ªa y la cultura helen¨ªsticas. La ¨¦tica de la decadencia se hace ¨¦tica del paganismo, el hedonismo fin de si¨¦cle se vuelve filosof¨ªa epic¨²rea, y el lujo artificial o arabesco, un sentido de la cultura y del refinamiento est¨¦tico, abundoso en su rigor contenido... No hay, por tanto, quiebra. Y as¨ª, casi insensiblemente, el Kavafis, que trabaja pautas de Baudelaire o escribe un muy hermoso poema a las Flores artificiales, pasa a hablar de los senadores romanos que huyen, torvos, del placer desmedido de Tarento; de la Hospitalidad de los l¨¢gidas o de la singularidad y principal¨ªa de saberse hel¨¦nico (en Idiosincrasia, por ejemplo). Y mientras, en casi todos esos textos van apuntando, muchas veces con regaladora fuerza, los temas y los tonos inconfundibles de Kavafis: la eleg¨ªa por la juventud perdida, que quiz¨¢ no goz¨® todo lo que hubiese debido; la extra?eza excelsa del poeta, ser raro en el mundo; los deseos como realidad suprema; la grandeza estoica de los vencidos reales; el encanto de las calles y de los barrios, o el sabroso paladear de nombres de cultura..., nuestros nombres.
El Kavafis de estos 65 poemas recuperados no es -ya lo dije- el mago de los 154, pero s¨ª es ya el poeta impecable y el trabajador singular y esmerado. Un kavafis -interesant¨ªsimo- que va abriendo y cincelando su mundo.
Un poeta dijo: ?Esa m¨²sica amada / que nunca puede ser o¨ªda. ? / Y pienso que la vida elegida / es la vida que nunca puede ser vivida.
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