Se quiere que doblen las campanas
Diputado por Guip¨²zcoa del PSE-PSOE y vicepresidente de la Comisi¨®n de Defensa del Congreso
Los asesinatos en una calle madrile?a en la luz confiada de mayo, del teniente general G¨®mez Hortig¨¹ela, de los coroneles ?valos y Laso del Corral y del conductor G¨®mez Borrero, intentan, una vez m¨¢s, quebrar nuestra esperanza y conducirnos a esos momentos dif¨ªciles en que a veces uno piensa si la apasionada reflexi¨®n, los afanes cotidianos y la tensa ilusi¨®n en torno a la Espa?a que queremos, libre ante todos y con libertad para todos, terminar¨¢n por romperse bajo alucinados compases. Se apunta al coraz¨®n de los soldados y el terrorismo encuentra siempre a los mejores bajo las comunes guerreras. El teniente general G¨®mez Hortig¨¹ela era un militar entero y verdadero, hasta hoy, cuando estaba al mando del personal del Ej¨¦rcito de Tierra, como antes, siendo capit¨¢n general de Valencia, con afecto cordial hacia sus hombres, era querido por todos ellos. Y por esto, con la ejemplaridad inspirada en las antiguas y en las nuevas Reales Ordenanzas, ?exig¨ªa y fomentaba el exacto cumplimiento del deber inspirado en el amor a la patria y en el honor, disciplina y valor?. El mismo pose¨ªa la Medalla Militar. Las dificultades que atravesamos son muchas; los problemas, graves; las preocupaciones, hasta agoblantes; m¨¢s continuados los trabajos y elevada la moral que nos permitir¨¢ salir del trance.
Y entonces, a veces, saltan los asesinos para impedir la dif¨ªcil andadura. ?Y esta vez c¨®mo es? ?Cu¨¢les son las circunstancias inmediatas que pueden haberles decidido? Ante el D¨ªa de las Fuerzas Armadas, ante cierto descontento por reciente corrimiento de escalas, ante un se?alado consejo de guerra, y quiz¨¢, a otro nivel, ante las expectivas creadas sobre el Partido Socialista -pilar fundamental de nuestra renaciente democracia- se pretende crear un clima de temor e inseguridad para provocar dram¨¢ticas tentaciones, sin pensar que en una sociedad moderna, como la nuestra, los nudos gordianos no se cortan, sino que se desatan por el esfuerzo colectivo, esfuerzo en el que tambi¨¦n -?y con qu¨¦ nobleza!- est¨¢n empe?ados los Ej¨¦rcitos de Espa?a.
Las Ordenanzas se?alan que ?todo militar deber¨¢ conocer y cumplir exactamente las obligaciones contenidas en la Constituci¨®n?, y en el t¨ªtulo preliminar de la misma, donde se contienen las instituciones fundamentales y los principios que inspiran el Estado democr¨¢tico y social de Derecho que es Espa?a por imperativo de la voluntad colectiva se subrayan las funciones de las FAS, cuyo ejercicio depender¨¢ del mandato del Gobierno, sometido a su vez a lo que el Parlamento disponga Mas no es s¨®lo la cautela pol¨ªtica del ejecutivo la que medir¨¢, en su caso, las fronteras de la intervenci¨®n para proceder en consecuencia, sino que son lo propios Ej¨¦rcitos los que, desde la humana preocupaci¨®n por la potencia que poseen, saben ponderar, responsablemente, como el m¨¢s importante de sus h¨¢bitos, 1a operatividad de la misma. Y evitar, consecuentemente, la respuesta impremeditada y viscera a las provocaciones que el terrorismo pueda incoar, en cuanto las actitudes extremas se vean reducidas a la desesperaci¨®n producida por la actuaci¨®n de un Estado que trabaja con la suficiente autoridad en respaldo de la soberan¨ªa e integridad de la naci¨®n 3 de las libertades de sus ciudadanos.
Por ello tengo presente en mi memoria el lema que campea en el escudo de la segoviana Academia de Artiller¨ªa, sobre el entrelazamiento de los ca?ones, a fin de que ¨¦stos se conviertan en la ¨²ltima ratio regis, la ¨²ltima raz¨®n del Estado, que por serlo y, por tanto, dotado de fortaleza, comprenda que ¨²nicamente, y en definitiva instancia -al haberse agotado previamente los recursos del entendimiento-, se deber¨¢n acordar las fuerzas de la raz¨®n y el poder de la justicia.
Pero no hemos llegado a esa postrera situaci¨®n, y las campanas no van a doblar por una Espa?a en paz y en irrenunciable e imprescriptible libertad. El agorero presagio de quienes empu?an enloquecidas metralletas ser¨¢ acallado ma?ana, en Sevilla, por el doble clamor de un pueblo que, desde el afecto, saluda el rotundo paso de sus Ej¨¦rcitos, y por unas Fuerzas Armadas que, a los compases de vibrantes marchas, se hermanar¨¢n con ese pueblo del que surgen y, al que sirven. ?Salud, Espa?a!
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