Veinticinco mil personas en el Festival Celta de Madrid
Actuaron Boys of The Lough, Bibiano, Alan Stivell y Gwendal
El Festival Celta-Ecol¨®gico, que tuvo lugar el pasado domingo, en Madrid, congreg¨® a m¨¢s de 25.000 personas y result¨® un ¨¦xito tanto organizativo como musical.
El d¨ªa no se presentaba con muy buenos augurios. El sol no apareci¨® sobre el anfiteatro de la Feria del Campo hasta bien entrada la tarde, y entre los asistentes se palpaba una enorme tensi¨®n, fruto de los sucesos del s¨¢bado en la cafeter¨ªa California. Y, sin embargo, todo funcion¨® a la perfecci¨®n. La polic¨ªa no hizo falta para nada desde el momento en que el servicio de orden (compuesto por m¨¢s de quinientas personas) supo encauzar el flujo de gente de manera tan suave como efectiva. El festival comenz¨® a su hora y sigui¨® despu¨¦s con una puntualidad asombrosa. Las presentaciones fueron cachondas, el sol comenz¨® a surgir entre nubecitas blancas y el festival, en tal d¨ªa como el domingo, se convirti¨® en una demostraci¨®n cierta de que, a pesar de todo, la gente puede sentirse bien; de que, a pesar de todo, hay buenas vibraciones, y esa gente sabe c¨®mo montarse su rollo y conseguir a base de esperanza y actos lo que se le intenta negar por el miedo.As¨ª las cosas, salieron en primer lugar los irlandeses Boys of The Lough. Los Boys son un grupo folkl¨®rico en una l¨ªnea que desde hace mucho tiempo ya marcaron los Chieftains. Tanto los unos como los otros son casi desconocidos por aqu¨ª, pero su m¨²sica es magn¨ªfica. Todo el asunto reside en ser sutil. Una forma sana y usual de darle marcha al cuerpo consiste en meter watios de potencia que, indudablemente, poseen un efecto f¨ªsico m¨¢s all¨¢ de la escucha. Otra consiste en encontrar un ritmo interno que puede ser liberado por unos cuantos instrumentos ac¨²sticos, como puedan ser el viol¨ªn, la gaita, la flauta de pico u otros. Esta experiencia es lo que ofrecieron Boys of The Lough, y result¨®, porque ca¨ªa en el ambiente adecuado, a pleno aire y rodeados de verde. Era, en suma, el comienzo de algo buc¨®lico a una jornada que a partir de ah¨ª ser¨ªa un crescendo casi continuo.
Se ol¨ªan pinchos morunos y se agotaba la bebida cuando Bibiano subi¨® al escenario acompa?ado por una secci¨®n r¨ªtmica rockera (bajo, bater¨ªa y piano), a la cual hab¨ªa que sumar un gaitero que tambi¨¦n le daba a la cornamusa. Bibiano va, poco a poco, dejando atr¨¢s los sufridos y limitados tiempos de cantautor pol¨ªtico, para volcarse cada vez m¨¢s en la m¨²sica. Sin renunciar a decir cosas, Bibiano busca sonar mejor, busca nuevas formas y lo va consiguiendo. Una mezcla extra?a de bossa-rock-canci¨®n es lo que ofreci¨® el domingo, con algunas canciones preciosas de verdad. Bibiano no da todav¨ªa de s¨ª todo lo que puede, sencillamente porque est¨¢ en condiciones de mont¨¢rselo mejor, de romper definitivamente las barreras musicales en que nuestra canci¨®n popular se ha visto comprimida.
Tras Bibiano, y a su hora, sali¨® Alan Stiveli. Comprendiendo muy bien la situaci¨®n, Stivell racion¨® las partes m¨¢s po¨¦ticas de su repertorio y coloc¨® el bajo y la bater¨ªa a un volumen digno de unos rockeros en plan heavy metal (o rock duro, si se prefiere). En todo caso, el recital fue un paso m¨¢s en el crescendo de que antes hablaba. Canciones sentimentales, como Foggy Dew, suced¨ªan a la marcha brutal de los jigs y reels tradicionales pasados por electricidad. El personal bailaba. Todo el mundo bailaba. Con los brazos en alto, formando una imagen bella, preciosa, impagable. Y all¨¢ arriba, Alan Stivell, con su extra?o aspecto, entre brujo y druida, haciendo m¨²sica, transmitiendo vibraciones que se recog¨ªan y se lanzaban de nuevo. Muy fuerte, muy bonito, muy bien.
Gwendal cerr¨® la noche
Y entonces, cuando ya anochece, sale Gwendal, que hab¨ªa de cerrar la noche. Antes de ellos se tendr¨ªa que haber quemado una central nuclear simulada y se debieran haber soltado globos de vuelo libre. Pero el horno no estaba para bollos y la polic¨ªa decidi¨® suspender esos actos, a pesar de lo cual se recogieron firmas para el refer¨¦ndum antinuclear y se leyeron varias convocatorias sobre el tema. Gwendal sali¨® con su jazz-rock celta para acabar de redondear el d¨ªa. La estructura de su m¨²sica es muy simple: canciones y bailes tradicionales que sirven de base para las improvisaciones de flauta, saxo y viol¨ªn. El hecho es que Gwendal es un grupo correcto, que tiene en su formaci¨®n a un tipo que camina aceleradamente hacia la genialidad instrumental: el saxo y flauta Youenn Leberre. Sus improvisaciones dejaban asombrado al personal, que no se espera tanto lujo en un festival llamado de folk, al tiempo que no hab¨ªa quien parara bajo el ritmo impuesto por el resto de los m¨²sicos. Un gran final para una tarde que no se presagiaba tan redonda.No se puede acabar sin mencionar a los organizadores, la Joven Guardia Roja, que no s¨®lo saben hacer un buen montaje, sino que, adem¨¢s, no pretenden lavarle el cerebro al personal. La mayor parte del m¨¦rito es suyo, y demostraron que cuando las cosas se hacen bien, las cosas funcionan. Y el domingo fue importante que funcionaran.
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