Libros de ajedrez, un mundo para iniciarse
Un p¨²blico especialmente joven, que se ha apasionado por el tema a partir de 1972, se acerca al mundo del libro de ajedrez. Y este mundo lo casi monopoliza una peque?a editorial, Alberto Aguilera, de Madrid, que junto a la colecci¨®n Escaques, de Mart¨ªnez Roca, publican todo lo que sale en Espa?a y mantienen una caseta monogr¨¢fica en la Feria, donde el aficionado de altura puede, de cuando en cuando, contemplar jugadas maestras o jugar ¨¦l mismo.
La atracci¨®n m¨¢xima de la estaci¨®n es la m¨¢quina de ajedrez, el enemigo electr¨®nico que juega a diez niveles -desde el aprendiz al maestro- y que resuelve problemas tom¨¢ndose su cerebro de cables entre tres d¨¦cimas de segundo v cuatro horas para resolver esos jaques problem¨¢ticos o esas celadas magistrales. Cuesta 36.000 pesetas, pero en la feria se pone en 34.000. Seguramente, en esta m¨¢quina apasionante est¨¢ encerrada toda la teor¨ªa del ajedrez, milenaria en a?os y en disputas, y renovada cada vez que dos colosos se enfrentan en el damero. Porque en esa tabla misteriosa, de la que ha surgido tanta literatura, y que parece ser ya en Oriente y Occidente una imagen de lo infinito, no todo se reduce a una cuesti¨®n de n¨²meros, de inteligencia matem¨¢tica. ?Por eso?, dice Jos¨¦ Ponce, ajedrecista encargado de la caseta, ?es posible ganar a la m¨¢quina. Y eso que su memoria combinatoria matem¨¢tica es casi perfecta. ??El ajedrez?, dice Jos¨¦ Ponce, ?no es m¨¢s que una batalla entre dos ej¨¦rcitos imaginarios para conquistar un reino imaginario con unas reglas de juego, de posibilidades muy cerradas. En el damero?, sigue Jos¨¦ Ponce, ?hay casillas blancas y negras: es la dicotom¨ªa entre el amor y el odio, el bien y el mal, finalmente intercambiables y al final iguales. ? Y es que detr¨¢s del ajedrez, uno de los juegos occidentales por excelencia, est¨¢ toda la filosof¨ªa oriental de que ?lo que est¨¢ arriba es igual a lo que est¨¢ abajo?, de la unidad esencial del mundo, esa idea que da posibilidad de ser a las matem¨¢ticas. ?Uno de los problemas que se plantean los lamas tibetanos, para la meditaci¨®n, es el movimiento de un caballo de ajedrez en un damero de veinticinco casillas por veinticinco. El caballo debe recorrer este tablero gigante tocando todas las casillas, pero sin pisar dos veces la misma, de modo que la ¨²ltima est¨¦ a salto de caballo de la primera. En un tablero normal, de ocho por ocho, hay entre diez y quince soluciones, recorridos distintos.?
Si en Oriente el ajedrez, y particularmente el chino, es un juego meditativo -que reflexiona sobre la unidad y multiplicidad de la realidad-, en Occidente, donde el damero se ha propuesto muchas veces como r¨¦plica del mundo, es, sobre todo, un juego competitivo. Por eso los libros best seller, las novedades m¨¢s importantes del a?o, son los que describen los grandes matchs de la pelea ajedrec¨ªstica contempor¨¢nea. Concretamente, el Campeonato Mundial de 1978 entre Karpov y Korchnoi, que presenta adem¨¢s entrevista con Spassky, o El encuentro del siglo entre Fischer y Bjelica, o la descripci¨®n de los torneos de Lake Hopatcong, de 1926; de Estocolmo, de 1919; de Hastings, en 1935, y el de Nueva York, de 1931.
Por supuesto, se venden los libros -que, como la m¨¢quina, se clasifican en cat¨¢logo por niveles- de teor¨ªa del ajedrez, de teor¨ªas sobre determinadas defensas, como la siciliana, o de trampas y celadas establecidas ya te¨®ricamente. En cualquier caso, es curioso el n¨²mero de libros m¨¢s vendidos y sus t¨ªtulos: el manual de Ricardo Aguilera, Tratado elemental de ajedrez, como libro de iniciaci¨®n, y un cl¨¢sico, el ¨²nico grande en lengua espa?ola: Capablanca, sus Fundamentos de ajedrez. Dos puertas de entrada a un mundo secreto, tradicionalmente considerado como inteligente y abstracto, ferozmente competitivo. Porque, como dice Jos¨¦ Ponce: ?Yo no creo en los jugadores dom¨¦sticos de ajedrez.?
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