El Naranjito y punto final
Ante la magnitud que est¨¢ tomando la grave situaci¨®n en la que se ve envuelta nuestra amada patria y que ha desencadenado en los ¨²ltimos d¨ªas una oleada de alarma y desconcierto, reflejada ampliamente por todos los medios informativos, me veo en la obligaci¨®n de atender a la apremiante voz de mi conciencia, de mi sentido del deber, de responsabilidad y de amor patrio que mi espa?olidad no ha podido por menos de dictarme. ?Que nadie pueda decir que no he defendido a mi patria en todo momento, dentro de mis modesta posibilidades!La campa?a de desprestigio de que ha sido objeto el arte de nuestro pueblo por una minor¨ªa incontrolada de individuos de dudoso pelaje, apoyados y amparados por algunos escritores petulantes, de turbia fama, de lengua viperina (?Dios los confunda!) que alevosa mente se han precipitado a mojar su antiespa?ola y diab¨®lica pluma en la tinta de la difamaci¨®n, merece un desagravio un¨¢nime por parte de todos los espa?oles sensibles.
No debemos permitir que los grandes chispazos de ingenio que siempre nos dieron ese car¨¢cter inconfundible que nos llena de orgullo, permiti¨¦ndonos el privilegio de ser admirados en todos los continentes (imprevisibles en nuestra sabidur¨ªa, en nuestro talento, en nuestra desbordante imaginaci¨®n, rico bagaje que nos ha evitado padecer esa crisis de identidad en la que se debaten angustiosamente y sin remedio tantos pa¨ªses del mundo), se vean amenazados por la malevolencia y la envidia de los enemigos de Espa?a.
Por fortuna, ah¨ª est¨¢ El Naranjito. Ah¨ª estuvo, est¨¢ y seguir¨¢ estando, para aclarar cualquier duda. Pues Espa?a y El Naranjito, se?ores, somos mayor¨ªa. Desde ahora, ninguna persona que no lleve la mascota en la solapa merecer¨¢ el t¨ªtulo de espa?ola.
No pretendo sostener con esto que El Naranjito sea el ¨²nico s¨ªmbolo (dada nuestra riqueza de recursos) capaz de portar nuestros grandes valores espirituales e incluso agr¨ªcolas. Con el mismo garbo y dignidad podr¨ªa haberlo hecho El Aceitunito (con o sin relleno) y, por qu¨¦ no, hasta el mism¨ªsimo cocidito madrile?o, si no fuese por sus posibles connotaciones centralistas.
Pero nuestro El Naranjito, con su sonrisa distorsionada, mofletuda y p¨ªcnica, llena de satisfacci¨®n, como saliendo de un banquete, ?no es un reflejo fiel de nuestros m¨¢s altos valores?
Apoyemos, pues, incondicionalmente a El Naranjito, que, pese a su sonrisa, damos nuestra palabra de honor de que no tiene mercurio.
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