A pueda cerrada
SERIA UTOPICO pretender que los principios de transparencia informativa en el mundo pol¨ªtico, de luz y taqu¨ªgrafos para sus actores, fueran llevados siempre y en cualquier circunstancia hasta sus ¨²ltimas consecuencias pr¨¢cticas. Esta resignada conclusi¨®n alcanza no s¨®lo a la vida p¨²blica estatal, sino tambi¨¦n a los comportamientos de los partidos, que, principales protagonistas del r¨¦gimen democr¨¢tico, tienden a no aplicar dentro de casa las f¨®rmulas que predican para el sistema en su conjunto. Resulta comprensible que determinadas negociaciones y tomas de decisi¨®n no reciban una plena iluminaci¨®n de los focos, y tambi¨¦n que ciertos aspectos del funciona miento interno de las instituciones, en particular los relacionados con temas financieros, se resistan a la publicidad. Sin embargo, la decisi¨®n de cerrar a cal y canto a los periodistas el acceso a las multitudinarias asambleas de la Federaci¨®n Socialista Madrile?a no puede acogerse a ninguna excusa seria. M¨¢xime cuando los periodistas, obligados por exigencias de su oficio a informar sobre ese acontecimiento pol¨ªtico, han de buscar de todas maneras, con el esfuerzo a?adido de cribar las influencias intoxicadoras, el procedimiento para reconstruir ese debate, del que se les expulsa como apestados. Las posiciones de Felipe Gonz¨¢lez y de los defensores de la pol¨¦mica ponencia pol¨ªtica aprobada en el XXVIII Congreso, que motiv¨® la retirada del secretario general, no son ning¨²n misterio. A trav¨¦s de art¨ªculos, discursos y declaraciones, unos y otros han expuesto sus puntos de vista. As¨ª pues, el secuestro informativo de esa reuni¨®n ideol¨®gica y masiva no tiene como v¨ªctima las intervenciones preparadas por los l¨ªderes, sino el desarrollo mismo del debate; esto es, las r¨¦plicas de los cr¨ªticos y las contestaciones improvisadas de los oradores.
Una raz¨®n de ese temor a que la discusi¨®n sea registrada con minuciosidad podr¨ªa ser la decisi¨®n de restar importancia, ante la opini¨®n p¨²blica, a los puntos en litigio que dividen a las diversas corrientes dentro del PSOE y a la intensidad de sus enfrentamientos. Sin embargo, el proyecto de Felipe Gonz¨¢lez de realizar la s¨ªntesis entre esas tendencias tendr¨ªa que pasar por el claro reconocimiento de su existencia y por la libre expresi¨®n de las posiciones respectivas no s¨®lo entre las cuatro paredes de una reuni¨®n, cuyo desarrollo se aspira in¨²tilmente a mantener en secreto, sino ante la invisible, pero real, audiencia de la sociedad entera.
De esta manera, los militantes socialistas se comportan como si existiera un foso infranqueable entre los afiliados al PSOE y los votantes que lo apoyan. Sus cinco millones y pico de electores son equiparados as¨ª a la condici¨®n de obligacionistas de una sociedad en la que s¨®lo tienen derechos activos los accionistas o de cuentacorrentistas en un banco cuyos directivos hacen lo que les viene en gana con las imposiciones que administran. La informaci¨®n de prensa es la ¨²nica mediaci¨®n entre una asamblea de militantes y la vasta audiencia de electores. Al ocluir ese canal de comunicaci¨®n y censurar las fuentes que lo alimentan, los afiliados al PSOE hacen gala de una concepci¨®n patrimonial de la opci¨®n pol¨ªtica a la que sirven, que se compadece muy mal con las ideas que proclaman acerca del cambio de la sociedad, la profundizaci¨®n de la democracia y el desbloqueo del monopolio gubernamental de la Televisi¨®n. ?O tal vez su encendida defensa de los medios de comunicaci¨®n estatal, vulgo Prensa del Movimiento, es un anticipo de su modelo de relaci¨®n entre los poderes pol¨ªticos, sean o no gubernamentales, y la prensa? ?Es preferible una prensa controlada y controlable, aunque cueste miles de millones de pesetas a los contribuyentes, a los riesgos de una informaci¨®n independiente?
Sartre escribi¨® una obra dram¨¢tica, titulada A puerta cerrada, para dar forma esc¨¦nica a la tesis de que ?el infierno son los otros?. Esta representaci¨®n socialista, tambi¨¦n a puerta cerrada, parece querer demostrar que el infierno son los periodistas.
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