Carta abierta a Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano sobre Espa?a y Europa
Mi querid¨ªsimo, mi admirado Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano: la lectura de tu gran art¨ªculo ?Sobre Europa y Espa?a?, publicado el otro d¨ªa (16 de junio) en EL PAIS, me sugiri¨® un mont¨®n de reflexiones y me trajo otro mont¨®n de ideas para continuar desde las columnas de nuestro peri¨®dico una larga conversaci¨®n epistolar que mantengo contigo desde hace m¨¢s de tres a?os. Lo primero que hice -claro- fue revisar el amplio y apasionante dossier que guardo de mi correspondencia contigo desde entonces. (La verdad es que ambos nos hemos escrito mucho, t¨² mejor que yo, naturalmente, y que los dos hemos dialogado sobre temas apasionantes con bastante discreci¨®n y no menos discreta inteligencia.)Como tu art¨ªculo sobre Europa y Espa?a est¨¢ lleno de interrogantes, pens¨¦, al principio, dar respuesta a ellos con nuestras mutuas opiniones. Al final he renunciado a ello porque juntos htmos discurrido sobre demasiadas cosas y porque, al fin y al eabo, la mera transcripci¨®n de textos me parece un dudoso truco literario. (Lo que no impedir¨¢ las numerosas citas de este art¨ªculo.) As¨ª pues, decid¨ª olvidarme de todo y reanudar -al hilo de tus opiniones- nuestro di¨¢logo de siempre.
En tu art¨ªculo comienzas aludiendo a los resultados de las euroelecciones y a esa ?cierta idea de Europa? que acaba de nacer, y que es ?esencialmente una Europa econ¨®mica y, como mucho, pol¨ªtica?. Muyjustamente te preguntas a continuaci¨®n: ?Pero ?esto es Europa?? T¨² respuesta ,es, en el fondo, negativa, porque dices que Europa est¨¢ construy¨¦ndose entre dos grandes f¨®rmulas absolutamente extra?as a ella: la americana, asentada sobre la idea de mercado, y la de la ?mal llarnada? Europa del Este, donde priman la tiran¨ªa y el esp¨ªritu de sumisi¨®n.
Propones -seguidamente y para rehacer ?nuestra? idea europea- que Europa vuelva a sus ra¨ªces; es decir, que vuelva a hacer primar lo espiritual sobre lo material, a devolver al hombre el sentido del individuo y de la privacy. Quieres la primac¨ªa de lo est¨¦tico sobre lo ¨²til y lo funcional y la pluralidad de familias ideol¨®gicas porque Europa -dices- va desde S¨®focles a Sartre o a Dreyer, desde Carlomagno a Voltaire y desde Ot¨®n y Hamlet a Hegel o Marx, de quien dices, con hart¨ªsima raz¨®n, que se nos ha devuelto y se nos ha impuesto ? tan rusificado?.
Para ti -y para m¨ª, que conste- ? lo terrible ? es c¨®mo y de qu¨¦ manera podr¨¢ llevarse a los europeos esta conciencia de serlo. Te preguntas -un poco a la manera de Kierkegaard- c¨®mo podr¨¢ competir Esquilo con un best seller americano. Tras otras reflexiones, agud¨ªsimas y absolutamente compartidas por m¨ª, traes Espa?a a colaci¨®n. ??Y Espa?a??, te preguntas.
Perm¨ªteme que en este punto, querido y admirado Jos¨¦, repita abiertamente -ya que ¨¦sta es una carta abierta- algunas de las reflexiones que te he hecho desde hace m¨¢s de tres a?os privadamente.
T¨² sabes muy bien de qu¨¦ forma me asaltaron todas estas dudas que tengo ahora sobre la condici¨®n europea de nuestro pa¨ªs.
En una tarde veraniega y calmada hojeaba yo en Oxford elgran libro de Lord Kenneth Clark sobre la civilizaci¨®n. Precisamente el libro se titulaba as¨ª, Civilisation. Su subt¨ªtulo ez, ?A personal view?, y en ¨¦l se recogen las trece admirables emisiones que Lord Clark transmiti¨® por las antenas de la televisi¨®n brit¨¢nica, all¨¢ por 1968. Tanto los textos de Clark como las im¨¢genes selecc¨ªonadas por ¨¦l fueron publicadas en un libro que alcanz¨® un ¨¦xito colosal. En el prefacio de este libro, Lord Clark escribe: ?Muchas de las omisiones m¨¢s chocantes provienen del t¨ªtulo (de la emisi¨®n). Si me hubiese limitado a hablar de la historia del arte, me hubiese sido imposible ignorar a Espa?a. Pero cuando uno se pregunta lo que Espa?a ha hecho para desarrollar el esp¨ªritu humano o para elevar el nivel de la Humanidad, la respuesta no es clara. ?Don Quijote? ?Los grandes santos? ?Los jesuitas en Am¨¦rica del Sur? Aparte todo esto, Espa?a, sencillamente, se repleg¨® en s¨ª misma, y como lo que yo deseaba era que cada emisi¨®n descansase sobre un nuevo progreso del esp¨ªritu europeo, no pod¨ªa cambiar de ¨®ptica y pwsentar a un pa¨ªs aisladamente.? Hasta aqu¨ª Lord Clark. Su libro y sus emisiones estaban (est¨¢n, porque el libro puede comprarse en Inglaterra y en toda Europa a¨²n) dedicadas a Europa occidental y a prop¨®sito su autor no incluy¨® las viejas civilizaciones de Egipto, Asiria, Grecia, Roma,
Persia, India y del mundo isl¨¢mico. Porque Lord Clark explica en dos l¨ªneas de ese prefacio lo que Oswald Spengler no consigui¨® explicar en los dos tomos de La decadencia de Occidente, es decir, la diferencia entre cultura y civilizaci¨®n. Para Clark, la civilizaci¨®n es, sencillamente, ?lo que dura una cultura?, y la civilizaci¨®n a la que ¨¦l se refiere es exclusivamente la civilizaci¨®n europea occidental, hija del Renacimiento -?nieta?, por tanto, de Grecia y de Roma-, y que es todav¨ªa la civilizaci¨®n que vivimos. Por ello, sus emisiones comenzaron por tratar la civilizaci¨®n actual y en la civilizaci¨®n actual acabaron.
En una nota cuasi publicitaria del librjo -traducido ya a once idiomas- los editores escriben: ?Calzado con las botas de siete leguas, que dan originalidad a su pensamiento, el autor atraviesa ¨¦pocas y pa¨ªses en saltos sucesivos, imprevisibles y aparentemente irracionales, hasta el momento en que se ve claramente la concordancia l¨®gica de su pensamiento y la elecci¨®n de las obras de que nos habla. ?
?Te das cuenta, querido Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano, de la angustia que a¨²n sigue causando en m¨ª todo esto?
Una vez titul¨¦ un art¨ªculo m¨ªo en este peri¨®dico: ?Espa?a, un pozo de incultura.? No s¨¦ si acert¨¦ -probablemente, no-, pero mi tesis era simple: ?Espa?a es un pa¨ªs de artistas, pero no es un pa¨ªs de pensadores. Ergo Espa?a es un pa¨ªs inculto. ?
Ahora, t¨², en tu gran art¨ªculo,terminas con tres interrogantes estremecedoras: ??Es que Espa?a no es Europa? ?No va a ser para nosotros, los espa?oles, una tarea m¨¢s dif¨ªcil que para otros pa¨ªses europeos la reedificaci¨®n de nuestra conciencia europea? ?Acaso sabemos siquiera qui¨¦nes somos y, no estamos en esta misma hora oscureciendo y lacerando alegremente nuestra propia conciencia espa?ola??
No, querido Jos¨¦. Perm¨ªteme, por una vez, ser optimista, francamente optimista, ciegamente -silo prefieres- optimista. ,
T¨² mismo, en tu gran art¨ªculo, mencionas las tres oportunidades que Espa?a ha tenido y que malogr¨® ese temor a las novedades que ha tenido siempre el hombre espa?ol: el eramismo, la ilustraci¨®n y la instituci¨®n libre de ense?anza. Si Luis Vives, si el padre Feijoo, si don Francisco Giner de los R¨ªos fueron ignorados y perseguidos por los energ¨²menos ?teos¨®ficos? de su tiempo, ?por qu¨¦.ha de repetirse ahora la cat¨¢strofe? No y no, Te aseguro que, Espa?a ha cambiado, empezando por nosotros, esos cristianos nuevos y laicos, que creemos que Jes¨²s fue el Salvador, que era hijo del Padre, pero que su reino ?no es de este mundo?.
Si hemos dado en el arte un Goya o un Picasso, ?por qu¨¦ no hemos de dar en el pensamiento un nuevo Hegel a Europa? Mira, Jos¨¦: t¨² sabes muy bien que durante cinco largos siglos este pa¨ªs nuestro ha estado encorsetado en una armadura ideol¨®gica y filos¨®fica que le ha impedido cualquier aventura del esp¨ªritu. ?No crees que ahora, por vez primera en todo ese tiempo, se dan las condiciones de libertad que pueden devolver a Espa?a la posibilidad de expresar su genio europeo?
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