Di¨¢logo de sordos en torno al sindicalismo
Representantes de los principales sindicatos, de la patronal y de la Administraci¨®n reiteraron sus puntos de vista, ya conocidos, en una especie de di¨¢logo de sordos ante las c¨¢maras de RTVE. El espacio La clave, en la segunda cadena, proyect¨® ayer el largometraje La ley del silencio, de Elia Kazan (1954), y dedic¨® con tal motivo el debate posterior a los sindicatos.Por los sindicatos asistieron Marcelino Camacho (CCOO), Jer¨®nimo Saavedra (UGT), Enrique Marco (CNT) y Manuel Zaguirre (USO). Por la Administraci¨®n acudi¨® Gerardo Harguindey, subsecretario de Trabajo, y por la CEOE, su secretario general, Jos¨¦ Mar¨ªa Cuevas. Intervino asimismo Jos¨¦ Sol¨ªs Ruiz, ex ministro de los sindicatos franquistas, y moder¨® el debate Jos¨¦ Luis Balb¨ªn.
Todos los asistentes se enzarzaron, a veces con gruesas acusaciones como las intercambiadas entre Marcelino Camacho y Jos¨¦ Mar¨ªa Cuevas, en alusiones constantes sin entrar en el fondo de los problemas. Los sindicatos insistieron en la necesidad urgente de que se devuelva el patrimonio sindical. El subsecretario de Trabajo se escud¨® en la complejidad del tema -reconocida por la OIT- para justificar la demora en dar soluci¨®n a este problema. Jer¨®nimo Saavedra, en una de sus ¨²ltimas intervenciones, dijo que Harguindey se olvidaba de los dem¨¢s extremos del dictamen de la OIT, como era el que de inmediato se iniciaran negociaciones sobre el patrimonio, y que para que al menos se sacara algo en claro del coloquio, que ¨¦l quer¨ªa saber del subsecretario por qu¨¦ UCD hab¨ªa derrotado el viernes dos mociones, comunista y socialista, que ped¨ªan en las Cortes exclusivamente el inicio de negociaciones. Gerardo Harguindey dijo que tampoco eso quedar¨ªa claro, ya que era el Grupo parlamentario de UCD quien hab¨ªa tomado la decisi¨®n y no ¨¦l.
La representatividad de las centrales
El tema de la representatividad de las centrales qued¨® tambi¨¦n extremadamente confuso. Cuevas afirmaba los deseos de la CEOE de que existan unos sindicatos fuertes, pero acusaba a ¨¦stos de mendigar a la Administraci¨®n para suplir las insuficiencias de afiliaci¨®n, que se deb¨ªan -seg¨²n su opini¨®n- a que manten¨ªan estrategias no estrictamente sindicales. Harguindey afirmaba que la Administraci¨®n tambi¨¦n deseaba unos sindicatos fuertes, pero que hab¨ªa que respetar el derecho constitucional a la constituci¨®n de organizaciones de trabajadores o empresarios. CCOO y UGT acusaban al Gobierno, que en muchos casos identificaron expresamente con los empresarios de favorecer la debilidad de los sindicatos.
La necesidad de una legislaci¨®n laboral corri¨® igual que los anteriores temas. Y en medio de todo el debate, Sol¨ªs Ruiz, cuando hac¨ªa uso de la palabra, hablaba de la gran labor realizada, a su juicio, por los sindicatos franquistas, e incluso llegaba a vanagloriarse de lo cenetistas hist¨®ricos que colabora ron con ¨¦l y de que el propio Marcelino Camacho -ante la perplejidad de ¨¦ste, que le recordaba a su vez sus a?os de c¨¢rcel- hab¨ªa tenido largas conversaciones con ¨¦l en su despacho.
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