En torno a la autonom¨ªa vasca
Senador del Partido Nacionalista Vasco
Qu¨¦ duda cabe que el tema de la estructuraci¨®n auton¨®mica del Estado es una preocupaci¨®n para todos: un tema no siempre bien comprendido.
Una de las causas del generalizado desconocimiento puede que radique en el hecho de que no han sido frecuentes las ocasiones en que voces nacionalistas vascas hayan expresado su opini¨®n en los grandes medios de comunicaci¨®n.
Lo cierto es que nos encontramos en fechas claves y me ha parecido que era un deber de responsabilidad ciudadana acogerme a esta tribuna de opini¨®n, instrumento de mutua comprensi¨®n.
El techo constitucional
El tema auton¨®mico est¨¢ siencio hoy reconducido a simplificaciones de las que nada bueno cabe augurar. Vive entre esl¨®ganes emocionales.
Me voy a referir concretamente a uno de ellos, el ?techo constitucional?, cuya presencia se invoca como artilugio a utilizar para cercenar las aspiraciones auton¨®micas vascas.
Pero ?qui¨¦n sabe lo que es el techo constitucional?
Se dice que ese techo es el l¨ªmite de lo permitido, y esto se asegura con tal rotundidad, que algunos han acabado pensando que el tal l¨ªmite o techo es una barrera perfectamente definida constitucionalmente.
Examinemos un poco el texto de esta norma pol¨ªtica.
La Constituci¨®n dice, por ejemplo, que se reconoce la libertad de empresa en la econom¨ªa de mercado, al mismo tiempo que la planificaci¨®n, en torno a la educaci¨®n, la interpretaci¨®n constitucional de UCD es radicalmente distinta a la del PSOE, operando ambos sobre el mismo texto; las solemnes declaraciones de los derechos fundamentales de las personas humanas y las libertades p¨²blicas se pueden venir abajo por la v¨ªa de un estado de excepci¨®n individualizado, que podr¨ªa legitimar la creaci¨®n, de hecho, de ciudadanos de segunda categor¨ªa; la tramitaci¨®n sucesiva de los estatutos, prevista en la Constituci¨®n, se ha convertido en simult¨¢nea. La lista de contradicciones y oscuridades puede ser mucho m¨¢s larga.
La Constituci¨®n es lo suficientemente ambigua como para saber que tendr¨¢ que ser interpretada por la andadura pol¨ªtica (no por sofisticados juristas).
Si tuvieramos una dilatada jurisprudencia constitucional, o existieran pr¨¢cticas elaboradas progresivamente, la interpretaci¨®n ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil, sin alcanzar nunca el rigor matem¨¢tico que algunos pretenden. El Tribunal Supremo lleva casi un siglo interpretando el C¨®digo Civil, y todos sabemos las variaciones y contradicciones interpretativas que se dan en la jurisprudencia.
Hoy por hoy, la Constituci¨®n no tiene un a?o de vida: en Espa?a no hay ni pr¨¢cticas, ni costumbres constitucionales, y me atrever¨ªa a decir que tampoco un equipo humano, te¨®rico y pr¨¢ctico, habituado y experimentado en esta tarea.
Por ello no es ni razonable, ni ¨²til, hablar de techo constitucional como si se tratara de una cuesti¨®n de l¨ªmites geogr¨¢ficos, de un hecho f¨ªsico, susceptible de ser medido o pesado.
Una buena parte de la Constituci¨®n v de los futuros estatutos quedar¨¢n desbordados por la din¨¢mica de los hechos antes de cinco a?os. Si alguien pretendiera yugular su adaptabilidad ante los hechos del futuro, en aras de un obsesivo respeto a la literalidad de un texto, adem¨¢s de convertir la Constituci¨®n en ¨ªdolo momificado, obligar¨ªa a constantes reformas o, lo que es a¨²n peor, a tirarla por la ventana, cosa que, con harta frecuencia, se ha hecho en Espa?a. De cara al futuro, tendr¨¢n que establecerse interpretaciones realistas y pragm¨¢ticas; empecemos a practicarlas desde hoy.
No puedo por menos de se?alar que estoy persuadido de que los redactores del proyecto de Estatuto partieron de la Constituci¨®n, que interpretaron y desarrollaron, teniendo en cuenta, adem¨¢s, que importantes personalidades aseguraron p¨²blicamente que en la actual Constituci¨®n cab¨ªa una autonom¨ªa, cuando menos, igual a la de 1936.
Pero es,que, adem¨¢s, hay en este aspecto una cuesti¨®n que la praxis pol¨ªtica exige no olvidar. La comunidad vasca no dio su visto bueno a la Constituci¨®n.
No me parece excesivamente inteligente, y creo que tampoco muy democr¨¢tico, imponer interpretaciones r¨ªgidas a una comunidad aut¨®noma en la que concurre esa singular y extraordinaria circunstancia.
Las leyes las interpretan y las aplican los hombres, y ¨¦stos responden diversamente, seg¨²n sus est¨ªmulos ideol¨®gicos, instintos o ego¨ªsmos. Por ello, salvados los grandes principios, no veo por qu¨¦ raz¨®n puedan violentarse las mayoritarias aspiraciones vascas mediante argucias legales.
Aprecio que, con frecuencia, se confuden dos cuestiones en materia de autonom¨ªas: su ¨¢mbito y su puesta en funcionamiento. Pretenden limitar aqu¨¦l, reducir el programa auton¨®mico, democr¨¢ticamente elaborado por la mayor¨ªa del pueblo vasco, utilizando votos de otros pueblos o regiones, conducir¨¢ necesariamente a una espiral de incomprensi¨®n e insolidaridad.
Pero las aspiraciones autonomistas vascas (colo las de otros pueblos) no pueden ser interpretadas como una invitaci¨®n a realizar un salto en el vac¨ªo. Quienes propugnamos amplias autonom¨ªas somos los m¨¢s interesados en que los traspasos de poderes sean ¨¢giles, ordenados y eficaces.
Intuyo a alg¨²n UCD conocido dispuesto a fulminar con rayos patri¨®ticos a San Pablo, que tuvo la anticonstitucional ocurrencia de afirmar que ?la letra mata y el esp¨ªritu vivif¨ªca?.
Una interpretaci¨®n administrativista matar¨¢ el Estatuto y la Constituci¨®n. Una interpretaci¨®n pol¨ªtica los vivificar¨¢.
Conf¨ªo en que sea el esp¨ªritu el que prevalezca.
La violencia
Al redactarse estas l¨ªneas me hab¨ªa propuesto no referirme a ella, por una serie de razones.
He acabado teniendo el temor de que alguien saque Dios sabe qu¨¦ conclusiones de un silencio.
Sin embargo, s¨®lo me referir¨¦ a un aspecto que tampoco se distingue en los an¨¢lisis de la violencia, mezcl¨¢ndolo con todos los dem¨¢s en el mismo saco.
Tengo la sospecha de que hay una idea elemental Y, por tanto, b¨¢sica. A mi juicio, una pol¨ªtica supereficaz, lo m¨¢s que puede hacer es detener a todos los terroristas, lo que no podr¨¢ nunca es encarcelar a las ideolog¨ªas o a las personas que potencialmente puedan ser las sucesoras de aqu¨¦llos o futuros terroristas (esto ocurrir¨ªa aunque se practique la ?caza de brujas?, que es otra forma de terrorismo).
El problema no quedar¨¢ resuelto mientras circunstancias pol¨ªticas, sociales, etc¨¦tera, propicien el que haya personas que consideren a la violencia como la ¨²nica salida a sus ilusiones, porque, a su modo, tambi¨¦n las tienen.
No tengo memoria de que se haya dado un solo paso para abordar este aspecto del problema, que es clave.
Las Fuerzas Armadas
Para algunos, la soluci¨®n radica en la ocupaci¨®n militar. Dif¨ªcilmente se puede concebir mayor disparate.
El humorista Peridis se preguntaba hace pocas fechas si para resolver el tema de los vascones hay que mandar las legiones.
Para el Gobierno pudiera constituir una tentaci¨®n. Halagar¨ªa intransigencias que le pueden resultar inc¨®modas y trasladar¨ªa las responsabilidades a otras instancias.
?Y despu¨¦s?
Sin recrearme en recordar las veces que las legiones han acudido a aquellas viejas tierras y el nulo resultado de sus acciones, s¨ª ser¨¢ bueno no olvidar, una vez m¨¢s, que las ideas ni se encarcelan, ni se matan: permanecen.
M¨¢s a¨²n, una ocupaci¨®n de esta naturaleza requiere dejar sin efecto derechos y libertades por los que tanto se ha luchado. No pasar¨ªa mucho tiempo sin que se produjeran situaciones contrarias a un desarrollo de los derechos hurnanos y sin que pagasen justos Por pecadores.
Una situaci¨®n as¨ª no la tolerar¨ªa ni el pueblo vasco ni los dem¨¢s pueblos del Estado espa?ol ni, lo que es no menos grave, Europa, a cuyas puertas estamos llamando.
No estamos en Africa Central ni en Suram¨¦rica. Las experiencias del Ej¨¦rcito ingl¨¦s en Ulster (hoy objeto de investigaci¨®n), o la aventura de los coroneles griegos, son ejemplos signif¨ªcativos.
Seguir¨ªa corriendo sangre. ?Quiere decirme alguien c¨®mo se saldr¨ªa de la situaci¨®n?
Tengo la convicci¨®n de que los propios militares son m¨¢s conscientes que nadie de las consecuencias de las impremeditaciones y de cu¨¢les son sus deberes y responsabilidades. Presiento que seguir¨¢n haciendo gala de la ser¨¦nidad que hasta ahora han mantenido, lo cual es de agradecer.
Un cambio profundo como el que estamos viviendo no se puede cortar; s¨ª ayudarlo entre todos.
La Corona
?Qu¨¦ va a hacer el Rey? Esta es una pregunta que con frecuencia se me hace en las calles de nuestra tierra.
Con independencia de que la pregunta es enormemente significativa, lo cierto es que es de dif¨ªcil contestaci¨®n: la pregunta se dirije no ya al Gobierno, que es de un partido pol¨ªtico, sino al eje (pivote) del Estado. que pretende, sin lugar a dudas, ser de todos y de ninguno.
El 22 de julio de 1977 dilo el Rey, en sesi¨®n conjunta de ambas C¨¢maras, dos cosas que me parecen importantes de recordar:
En primer lugar, se proclam¨® Monarca constitucional y, como tal, se?al¨® que no le incumbe proponer un programa de tareas.
Despu¨¦s hizo referencia a la necesidad de garantizar los derechos hist¨®ricos y actuales, lo que impl¨ªcitamente es reconocerlos.
?Qu¨¦ puede hacer entonces un Rey que desea ser constitucional? Repito que no es f¨¢cil, porque en la medida que gobierne se aleja del papel constitucional.
Pero esto no debe entenderse de manera que el Monarca deba vivir al margen de un problema que, como es el vasco, afecta a la estructura del Estado.
El Rey, seg¨²n la Constituci¨®n. ?arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones? y el ¨¢rbitro media en la soluci¨®n de los conflictos. Nadie puede negar que el problema auton¨®mico es fundamental para el normal funcionamiento de las instituciones.
?C¨®mo podr¨ªa hacerse esta mediaci¨®n? No puedo pretender ser el llamado a inspirar una decisi¨®n de esta naturaleza, porque soy parte de la cuesti¨®n, pero s¨ª este art¨ªculo quiere tener una funci¨®n de exposici¨®n y clarificaci¨®n de ideas, pongo las pocas que tengo a disposici¨®n de quien crea oportuno analizarlas.
Hay un problema que me preocupa enormemente y cuyo replanteamiento requiere una autoridad moral que hoy concurre en el Rey, por razones que han sido reconocidas por la izquierda y por la derecha.
Concretando; desde hace ya generaciones, la cuesti¨®n vasca ha sido manipulada ante la opini¨®n p¨²blica; se ha cuidado de desenfocar determinados aspectos y se han silenciado cuidadosamente otros. De esta forma, la pregunta de qu¨¦ es lo que pasa all¨ª, rara vez encuentra una contestaci¨®n realista, prueba palpable de las consecuencias de una sistem¨¢tica desinformaci¨®n.
Es as¨ª como el desarrollo de la personalidad pol¨ªtica de la comunidad vasca, bien sea como un derecho natural inherente a su condici¨®n y ser, bien sea como respeto a un status hist¨®rico, encuentra la consabida oposici¨®n emocional y nada racional; basada en que se trata de privilegios, ventajas, etc¨¦tera, cuando la realidad del problema es absolutamente diferente.
Alguien tendr¨¢ que apelar a la verdad y a la justicia, para restaurar la realidad, como condici¨®n precisa para que podamos entendernos.
El anterior Gobierno no lo hizo en la gran oportunidad de la etapa constitucional; en realidad se benefici¨® de una incre¨ªble campa?a antivasca en los medios de comunicaci¨®n. Ahora se va a cumplir un a?o de la ¨¦poca en que se utiliz¨® una literatura y una ideolog¨ªa cuyos antecedentes hay que encontrarlos en la ¨¦poca de la posguerra.
A pesar de los numerosos arrepentidos que ahora encontramos, por la oportunidad perdida, estos d¨ªas podr¨ªa volverse a repetir el error de hace un a?o, por falta de comprensi¨®n: por ver fantasmas en todas partes.
A la Corona le sobra juventud y perspicacia. Sus a?os son garant¨ªa de ilusi¨®n para el futuro y el hecho de haber nacido en el exilio, lo es de comprensi¨®n hacia posturas que algunos han deseado irreconciliables.
Quiz¨¢ sea su prestigio moral, su clara trayectoria democr¨¢tica, el aval, el apoyo de una llamada a la serenidad, al entendimiento, a la tolerancia.
Despu¨¦s, la soluci¨®n pol¨ªtica (porque la soluci¨®n s¨®lo puerde ser pol¨ªtica) ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil.
La disposici¨®n adicional del proyecto de estatuto
La disposicion adicional del proyecto de estatuto de autonom¨ªa ha sido objeto de los comentarios m¨¢s disparatados y pintorescos. Hay quien le atribuye la virtud de una declaraci¨®n unilateral de independencia. ?Incre¨ªble!
?Qui¨¦n ha visto en la vida pol¨ªtica de los pueblos, que una situaci¨®n de independencia se produzca sin mayores impulsos que los derivados de un texto legal" ?El caso vasco no es acaso un consumado ejemplo de lo que supone ignorar los hechos?
Aqu¨ª no hay m¨¢s que una cuesti¨®n a contestar. ?Se cree o no que el pueblo vasco es una realidad? ?Se acepta o no que a trav¨¦s de su historia conocida ha tenido una personalidad o una individualidad pol¨ªtica indudable?
No nos enanemos; si no se acepta el hecho por causas ideol¨®gicas, emotivas, sentimentales o tambi¨¦n ego¨ªstas, se obrar¨¢ de forma que, no ya la disposici¨®n adicional, sitio el propio Estatuto, queden reducidos a la nada o a pura ret¨®rica, de la que tanto gustan algunos. Para estos, aunque la disposicion adicional se limite a transcribir el Ave Mar¨ªa, ser¨¢ siempre algo Inadmisible. Se dir¨¢ que ?s¨ª los vascos lo piden, digamos no, porque en alg¨²n punto del texto piadoso estar¨¢ la trampa?.
En caso de que una vez m¨¢s se volviera a dejar obrar a este tipo de sentimientos, el odio y la incompatibilidad seguir¨ªan creciendo. Lo dem¨¢s no es dif¨ªcil de imaginar; en algo m¨¢s de cien a?os, llevamos tres guerras civiles.
Si as¨ª fuere, que nadie culpe a las fuerzas nacionalistas del resultado. El pueblo vasco no se conformar¨¢ con palabras y promesas. Quienes seguimos predicando que la democracia y el di¨¢logo son las ¨²nicas v¨ªas para alcanzar las libertades deseadas, habremos visto la quiebra de nuestros argumentos.
Alguien dijo que deb¨ªa crearse la Direcci¨®n General de Imaginaci¨®n. De existir, le sugerir¨ªa pida al Rey que jure en Guernica, bajo el ¨¢rbol, como lo hicieran anta?o sus predecesores, precisamente esa disposici¨®n adicional.
Lo que en ella se dice no es sino reflejo de la reserva de derechos y protesta hist¨®rica que, una y otra vez, han formulado siempre los vascos Y, en especial, quienes han ocupado puestos de responsabilidad pol¨ªtica. Quien no quiera cerrar los ojos a la realidad, sabe que esto lo hemos hecho siempre, cualquiera que fuera la ideolog¨ªa. La incomprensi¨®n hacia este sentimiento fue raz¨®n suficiente para que el pueblo vasco no aceptase la Constituci¨®n. ?Habr¨¢ que repetir el mismo error? ?Es que a¨²n no se ha analizado, por quien proceda, las funestas consecuencias que han de surgir de la aprobaci¨®n de normas estatutarias que carezcan del asentimiento de la Comunidad?
Del viejo Fuero surgi¨®, y volver¨¢n a surgir, las libertades que deseamos para nosotros y, por supuesto, para los dem¨¢s.
Una mano tendida desde la propia conciencia colectiva, es buena prueba de un sentimiento solidario. A partir de ahora, la responsabilidad es de quienes la rechacen.
Quiero hacer constar que asumo personalmente la paternidad y la responsabilidad de las ideas que expongo; no obedecen a consignas de partido; s¨®lo se inspiran en la convicci¨®n de que el di¨¢logo sincero es el mejor soporte de la arquitectura democr¨¢tica que intentamos edificar.
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