Entre Toko y Ginebra
EL INCREMENTO del precio del barril de petr¨®leo, desde los 12,70 d¨®lares de fines del pasado a?o, a los veinti¨²n d¨®lares, promedio que han anunciado en Ginebra los pa¨ªses de la OPEP, va a significar un menor crecimiento de la econom¨ªa internacional, un mayor ¨ªndice de inflaci¨®n en los pa¨ªses ricos y m¨¢s miseria para los pa¨ªses pobres.El petr¨®leo es una mercanc¨ªa escasa, pose¨ªda por un n¨²mero reducido de pa¨ªses y con una enorme rigidez a que su consumo disminuya cuando aumentan los precios, o a que aumente la producci¨®n cuando ¨¦stos resultan m¨¢s atractivos. Entre 1974 y 1978, el consumo de petr¨®leo se hab¨ªa mantenido muy estable, pero bast¨® con que los acontecimientos del Ir¨¢n provocaran una reducci¨®n de dos millones de barriles diarios (aproximadamente un 4% de los suministros mundiales), para que apareciesen escaceses y los precios aumentasen; primero, en un 25 %, y finalmente en un 65%. Durante ese per¨ªodo Estados Unidos increment¨® sus importaciones de petr¨®leo en cerca de un 33%, mientras los pa¨ªses europeos las mantuvieron pr¨¢cticamente invariables. La diferencia se explica por nuevos suministros del mar del Norte, y por el hecho de que Europa atraves¨® una larga fase de estacionamiento econ¨®mico. Los norteamericanos han tratado de justificar su prodigalidad importadora invocando su papel de ¨²nico pa¨ªs con crecimiento continuado y sustentador de la econom¨ªa internacional durante la recesi¨®n. Pero tambi¨¦n es cierto que el mantenimiento de unos precios para los productos derivados -gasolina, fuel, etc¨¦tera- por debajo de los internacionales mediante los famosos controles ha inducido un crecimiento artificial del consumo y ha desanimado el desarrollo de fuentes energ¨¦ticas alternativas. Los homicidios en las colas ante los surtidores de gasolina algo tienen que ver con la pol¨ªtica de precios seguida por el propio Gobierno americano.
Para buscar un frente com¨²n a la crisis se han reunido en Tokio los representantes supremos de los siete pa¨ªses occidentales con mayor potencial econ¨®mico. Los proleg¨®menos han estado marcados por el consabido intercambio de andanadas verbales entre una y otra orilla del Atl¨¢ntico. Pero el problema no se va a solucionar gracias a las impertinencias que el presidente Giscar d'Estaing dirija a los norteamericanos, ni tampoco mediante la f¨®rmula desesperada de limitar hasta el a?o 1985 las importaciones de petr¨®leo. S¨®lo hay una soluci¨®n, que es, a la vez, pol¨ªtica y econ¨®mica: aceptar que el mercado encuentre un l¨ªmite de precios, sin utilizar pa?os calientes para resolver la situaci¨®n de unos ciudadadanos o empresas determinadas. Un mayor precio modificar¨¢ a medio plazo los h¨¢bitos de consumo y a un nuevo esquema de preferencias. Pero mientras se desarrolle esa nueva oferta de fuentes de energ¨ªa sustitutivas del petr¨®leo, los Gobiernos tendr¨¢n que resistirse a subvencionar generosamente a los sectores en crisis -incluido el propio sector p¨²blico- y esforzarse por convencer a sus ciudadanos de que las tentativas de compensar a los mayores precios de la energ¨ªa mediante alzas salariales, s¨®lo producir¨ªan inflacci¨®n, estancamiento y paro.
La lecci¨®n no es f¨¢cil de ense?ar, ni, quiz¨¢, tampoco de aprender. Sin duda nos esperan tiempos dif¨ªciles. La factura de importaci¨®n de petr¨®leo pasar¨¢ en Espa?a de unos 5.000 millones a unos 8.000 millones de d¨®lares, entre 1978 y los doce meses que se inician hoy, 1 de julio. Necesitaremos, as¨ª pues, un 60% del producto de nuestras exportaciones de mercanc¨ªas para pagar las compras de crudos. La anterior subida de los precios del petr¨®leo, en 1974, llev¨® a nuestra balanza de pagos desde un super¨¢vit a un fuerte d¨¦ficit, elev¨® la inflaci¨®n hasta el 30%, y contribuy¨® a esa crisis de la inversi¨®n que todav¨ªa contin¨²a, como atestigua el paro de m¨¢s de un mill¨®n de espa?oles. En tanto los pa¨ªses industrializados buscan acciones concertadas, en Espa?a ni el Gobierno ni las fuerzas pol¨ªticas de oposici¨®n han ofrecido todav¨ªa al pa¨ªs razones y perspectivas que nos den tranquilidad y confianza. Confiemos en que en esta oportunidad haya m¨¢s sensatez, m¨¢s transparencia formativa y mayor claridad para explicar la situaci¨®n que en el pasado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.