Los cien d¨ªas del Gobierno
EN LA medianoche pasada cumpli¨® el plazo tradicional de los cien d¨ªas que en las democracias occidentales suelen dar la opini¨®n p¨²blica y los comentaristas a los Gobiernos antes de hacer un primer balance de su actuaci¨®n. Cien d¨ªas, pues, del primer Gabinete constitucional de este pa¨ªs desde la guerra civil, y en los que el presidente Su¨¢rez ha comenzado a poner a prueba sus capacidades como gobernante de la democracia, despu¨¦s de haber sido el gobernante de la transici¨®n.Existe una primera dificultad a la hora de establecer -balance alguno de la actuaci¨®n del ejecutivo, pues, en definitiva, no existe medida de comparaci¨®n que lo haga posible. En efecto, la principal cr¨ªtica que puede hacerse de este Gobierno es que ha sido incapaz de presentar y defender ante el Parlamento un programa de acci¨®n concreto sobre cuya consecuci¨®n o no pudieran luego verterse los juicios cr¨ªticos. Su¨¢rez se ha lanzado a gobernar sin un plan, o al menos, sin un plan conocido y p¨²blico. Atrincherado en los silencios que le son habituales, el presidente ha visto declinar su estrella y su popularidad en estos tres primeros meses de mandato. El desgaste del ejecutivo -fruto de lo que no hace o, mejor a¨²n, de lo que ni siquiera dice- es evidente incluso entre las propias filas de su electorado. A ello han contribuido fundamentalmente la situaci¨®n econ¨®mica y la ausencia de directrices concretas, constantemente aplazadas en este terreno; la escalada del terrorismo de semanas anteriores y la indefinici¨®n permanente en otras cuestiones (notablemente, la pol¨ªtica exterior).
El eclipse de popularidad ha coincidido tambi¨¦n con los rumores y especulaciones en la prensa sobre la necesidad de buscar un sustituto al actual presidente del Gobierno, los comentarios sobre un eventual distancia miento entre la Moncloa y la Zarzuela, y la decepci¨®n de muchos que hab¨ªan depositado en el actual presidente una fe pre?ada de carismas. No ha faltado ni siquiera el rumor de la crisis inminente ni el del Gobierno de coalici¨®n, que alimentaran, como anta?o, la figura de una jefatura de Gobierno desorientada y paralizada. S¨®lo el establecimiento del calendario legislativo para el desarrollo de la Constituci¨®n, y el espectacular marat¨®n negociador de los ¨²ltimos d¨ªas en torno al Estatuto vasco, parecen las ¨²nicas prendas que ofrecer en prueba de la efectividad del Gabinete en alg¨²n terreno.
La no presentaci¨®n de un plan coherente de Gobierno y la discusi¨®n del programa de ¨¦ste a pedazos y por sectores en las Cortes es, sin duda, algo at¨ªpico y perjudicial en un sistema pol¨ªtico como el nuestro. Su¨¢rez gan¨® las elecciones ofreciendo un modelo global de sociedad, y estaba y est¨¢ obligado a plasmar las concreciones de ese modelo en su programa pol¨ªtico, que no puede necesariamente ser el mismo que el electoral. En efecto, ¨¦ste es siempre un conjunto de deseos y de metas finales con cierto grado de utopismo, mientras que un programa de Gobierno es y debe ser la plasmaci¨®n en medidas concretas de dichas promesas electorales. Esta manera de actuar del Gabinete entronca con los modos y formas del pasado y responde sin duda, al hecho de que el presidente siempre ha sido un buen fajador en la pol¨ªtica diaria, pero no parece tener una idea excesivamente clara de hacia d¨®nde quiere llevar este pa¨ªs. La absurda y antidemocr¨¢tica manera como se produjo el voto de investidura en las Cortes y la presentaci¨®n del Gabinete anunciaban ya el reinado del silencio y la sorpresa. La verdad es que sorpresas, por el momento, ha habido pocas, y las m¨¢s, desagradables. Los silencios, en cambio, han abundado.
Sin duda, la laguna m¨¢s importante de todas cuantas parecen obstinadamente en no querer llenarse por el Gobierno es la pol¨ªtica econ¨®mica. El aplazamiento constante de un plan en este terreno, las tensiones registradas entre los ministros responsables del tema, la incapacidad del vicepresidente econ¨®mico para ampliar las promesas de contener la tasa de inflaci¨®n, la inexistencia, de un programa energ¨¦tico, el aumento del paro y el estancamiento permanente de la inversi¨®n configuran un panorama cercano al caos que ha alimentado la desesperanza y el escepticismo entre los c¨ªrculos empresariales, basamento natural de un partido como UCD.
Junto al fracaso y la inanidad en la pol¨ªtica econ¨®mica hay que registrar tambi¨¦n la oleada de terrorismo que ha padecido el pa¨ªs, y ante la que el Gobierno ha demostrado m¨¢s serenidad que eficacia. No es ¨¦ste el momento de repetir las argumentaciones que reiteradas veces hemos hecho sobre el tema, pero s¨ª es preciso se?alar que el deterioro de la seguridad ciudadana tiene su expresi¨®n m¨¢s preocupante en la falta de capacidad policial para descubrir y detener a los autores de los atentados. En el haber del Gabinete puede, sin embargo, contabilizarse una relativa mejora de la situaci¨®n en la capital del pa¨ªs respecto a la delincuencia com¨²n.
La realidad, como dec¨ªamos, es que el aumento de la violencia callejera y el deterioro de la situaci¨®n econ¨®mica abocaron al Gabinete a un descr¨¦dito creciente que s¨®lo en los ¨²ltimos d¨ªas parece haberse moderado, gracias a la negociaci¨®n sobre el Estatuto vasco. Pero la cuesti¨®n esencial segu¨ªa, sigue y seguir¨¢ siendo la capacidad de Su¨¢rez para gobernar este pa¨ªs durante los pr¨®ximos tres o cuatro a?os. La configuraci¨®n del voto de censura constructivo en nuestro sistema constitucional hace que sea muy dificil derribar a un Gobierno, precisada como est¨¢ la C¨¢mara de proponer al mismo tiempo un candidato que re¨²na los votos suficientes para sustituir al destituido presidente. Esta norma legal, junto con la realidad objetiva de la distribuci¨®n de esca?os en las actuales Cortes, indica claramente la imposibilidad de derribar al actual presidente, salvo si en el seno de UCD se produjera una corriente de oposici¨®n interna que cristalizara en una alternativa. No parece que nada de esto vaya, a suceder en corto plazo, y fuera de las soluciones anticonstitucionales -que no gozan, a nuestro juicio, de ninguna viabilidad tampoco-, ello hace suponer que los espa?oles debemos aprender a convivir con Su¨¢rez en la presidencia durante el ciclo normal de esta legislatura, salvo la eventualidad de que el propio presidente decidiera adelantar las elecciones.
Su¨¢rez debe aprender tambi¨¦n a convivir con los espa?oles en su nueva situaci¨®n. Que no pueda ser derribado f¨¢cilmente del poder no significa necesariamente que su pol¨ªtica sea apoyada o que la ausencia de decisiones no aboque al r¨¦gimen a una situaci¨®n de deterioro progresivo entre la opini¨®n p¨²blica. De ¨¦l depende, y todav¨ªa es tiempo de rectificar el camino emprendido, que la normalizaci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs sea un hecho. La permanente imagen de un Gobierno d¨¦bil e inoperante como el que en gran parte tenemos, que no puede ser adem¨¢s relevado por otro m¨¢s eficiente, puede alimentar las tensiones involucionistas y las ensoftaciones de los sectores ?ultras?. ?Ser¨ªa ¨¦se el momento de un Gobierno de coalici¨®n o de concentraci¨®n para salvar la democracia? Ni lo creemos, ni lo deseamos. Repetidasvieces hemos se?alado que, dada la composici¨®n de las Cortes, un Gobierno con el PSOE, como el que en numerosos c¨ªrculos pol¨ªticos se propone, ofrece ahora muchas m¨¢s desventajas que las ventajas que pudiera acarrear y constituir¨ªa un verdadero enga?o al electorado de los dos partidos mayoritarios de este pa¨ªs. El PSOE, por lo dem¨¢s, padece su propia crisis interna, que debe resolver, y necesita fortalecerse en la oposici¨®n como alternativa efectiva de Gobierno.
Por ¨²ltimo, no debe cerrarse este comentario sin la meditaci¨®n general respecto al car¨¢cter decididamente m¨¢s conservador del actual Gabinete respecto a anteriores Gobiernos de UCD. La presencia de un respetable elenco de ministros socialdem¨®cratas no impide el hecho de que el giro a la derecha detectado en los primeros d¨ªas de la formaci¨®n del Gobierno ha podido confirmarse en las actitudes respecto a los problemas de la pol¨ªtica en general. En la cultura, en pol¨ªtica exterior, en econom¨ªa, en la defensa de las libertades, en pol¨ªtica familiar, en ense?anza, all¨ª donde se hace un an¨¢lisis, se descubre la pasi¨®n del retorno. Su¨¢rez ha inscrito perfectamente a su equipo en la corriente derechista que envuelve a Europa. Sin duda, y dadas las tensiones que hemos de sufrir en los pr¨®ximos a?os, ¨¦ste es el anuncio de mayores y m¨¢s fuertes regresiones en todos los terrenos.
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