Argentina y la sombra de Brasil
Bajo el escudo argumental de la ?no proliferaci¨®n at¨®mica? y sus peligros b¨¦licos, sumada en ocasiones a un oportuno uso de la pol¨ªtica sobre derechos humanos Washington reconvino acremente a Buenos Aires y Brasilia, los adelantados nucleares del subcontinente. No obstante, estrategas y observadores internacionales estiman que tras la airada actitud norteamericana presionan, por lo menos, dos razones de agudo car¨¢cter estrat¨¦gico para el complejo militar-industrial que orienta la pol¨ªtica y los planes de la superpotencia occidental:1. La creciente competencia de la tecnolog¨ªa nuclear de Europa occidental, con productos nov¨ªsimos que cuestionan las grandes inversiones estadounidenses en antiguos dise?os.
2. El riesgo que supone la proyecci¨®n del ?independentismo? nuclear en Am¨¦rica Latina, como embri¨®n concreto d¨¦ la formaci¨®n de un futuro grupo de potencias que pulvericen en los hechos la Doctrina Monroe, que desde 1830 impuso Washington a su ?traspatio?.
Para los l¨ªderes norteamericanos ambas razones se entrelazan cuando advierten la solidaridad de hecho entablada en materia nuclear entre algunas potencias europeas (sus aliadas en la NATO) con Argentina y Brasil. La conformaci¨®n de este cuadro -coinciden analistas de uno y otro continente- era inesquivable por las causas siguientes:
a) La desigualdad abrupta entre Estados Unidos y Europa occidental en materia de recursos energ¨¦ticos (uranio, petr¨®leo, carb¨®n, hidroelectricidad) en favor de la hegemon¨ªa norteamericana.
b) La urgencia europea por pro curarse una alternativa a su de pendencia energ¨¦tica en general y at¨®mica en particular. En este ¨²ltimo caso la incidencia norteamericana en la provisi¨®n de uranio enriquecido oblig¨® -agregan los expertos- a desarrollar v¨ªas aut¨®nomas para la producci¨®n, menos costosa y alienada, del combustible nuclear.
c) La financiaci¨®n de ese desarrollo europeo se facilita con la b¨²squeda de mercados en el Tercer Mundo para una exportaci¨®n que no satisface Estados Unidos.
d) La verdadera ansiedad de industrializaci¨®n y ?despegue? que bulle en sectores econ¨®micos -cuando no grupos militares- de la Am¨¦rica no sajona.
En el nivel militar se suele dar el caso de quienes abiertamente reclaman un desarrollo industrial independiente por un criterio nacionalista. A ello se agrega el de quienes, aun respaldados del liberalismo econ¨®mico, sostienen la necesidad de ?garantizar el desarrollo? energ¨¦tico y nuclear por razones ?geopol¨ªticas y de defensa nacional?, aun en medio de un esquema agroexportador dise?ado por las multinacionales. Este caso suele ser el m¨¢s frecuente en el ¨²ltimo lustro. El choque entre ambas posiciones explica no pocas de las causas de golpes y contragolpes de Estado en Am¨¦rica y sus secuelas econ¨®micas, pol¨ªticas y de seguridad de vida.
Argentina, l¨ªder regional
Argentina inici¨® su pol¨ªtica nuclear independiente en 1950, por una decisi¨®n estatal, avalada por los asesores cient¨ªficos, que optaron por el m¨¦todo uranio natural-agua pesada con el expl¨ªcito objetivo de resguardar la soberan¨ªa de su potencial at¨®mico del predominio del mundo desarrollado (en especial, EEUU) sobre el m¨¦todo del uranio enriquecido.
Las razones concretas que auspiciaron esa determinaci¨®n fueron, entre otras: las reservas de uranio extendidas a lo largo de un pa¨ªs que cuenta con todos los climas, menos el ecuatorial; la existencia de universidades abiertas a las capas incluso m¨¢s bajas de los sectores sociales medios y que lanzaban excelentes cient¨ªficos, pol¨ªtica cultural interrumpida en 1976, y el auge industrial del per¨ªodo de posguerra iniciado en 1945 y cerrado tres d¨¦cadas despu¨¦s. Otra causalidad, en este caso de inspiraci¨®n militar, obedeci¨® a razones abonadas por la poco desmedida y visible pugna geopol¨ªtica con Brasil en la subregi¨®n, que frecuenta los cartapacios de las doctrinas defensivas de ambos pa¨ªses.
El conformar desde hace treinta a?os un organismo estatal -Comisi¨®n Nacional de Energ¨ªa Nuclear (CNEA)- le permite actualmente a Argentina contar -desde 1974 con la ¨²nica central at¨®mica en operaciones de Am¨¦rica al sur de r¨ªo Bravo. La usina de Atucha, situada a pocos kil¨®metros de Buenos Aires y en medio del a¨²n reducido territorio industrial del pa¨ªs, tiene una potencia -reajustada hace un par de a?os- de unos 350 megavatios. La central aporta el 10% de la generaci¨®n el¨¦ctrica nacional y est¨¢ dotada de un reactor germano-occidental.
A la vez, se est¨¢ construyendo la central de R¨ªo Tercero (600 megavatios, reactor canadiense) y se proyectan las centrales de Atucha II y otras tres hasta 1990, cada una con una potencia de seiscientos megavatios, y se espera que la de R¨ªo Tercero comience a funcionar en 1980.
M¨¢s all¨¢ de las formulaciones del Plan At¨®mico Nacional, recientemente aprobado, el presidente de la CNEA, f¨ªsico nuclear y contralmirante Carlos Castro Madero, estim¨® que para la demanda el¨¦ctrica argentina del a?o 2000 ?se necesitar¨¢n, aproximadamente, 15.000 megavatios de origen nuclear? (revista Estrategia, n¨²mero 42, Buenos Aires). Ello implica -agreg¨®- una inversi¨®n de unos 30.000 millones de d¨®lares en un per¨ªodo de veinticinco a?os.
Lo sugestivo -de acuerdo a Castro Madero- es que 3.000 megavatios se integrar¨ªan hasta 1990 y los 12.000 restantes (80% del total) en la d¨¦cada posterior. Este ¨²ltimo dato alent¨® a los analistas a vincularlo con el expreso criterio oficial de ?no dejar de lado? los proyectos de investigaci¨®n en curso acerca del enriquecimiento de uranio (o sea, el m¨¦todo que usa virtualmente todo el mundo nuclear, menos Argentina) y del reprocesamiento del combustible. Es decir, el ?ciclo completo? para asegurar la independencia del desarrollo nuclear, concebida ya en 1950.
El ciclo completo de combustible, que culmina con el proceso de reprocesamiento (en la mira del plan nuclear argentino), requiere, adem¨¢s de grandes inversiones en instalaciones sofisticadas, ?la necesidad de tener resuelto el problema de los desechos de alta radiactividad?, sostiene Castro Madero. ?Sin embargo?, a?ade, ?en el a?o 2000 habr¨¢ acumulada en los elementos combustibles irradiados una cantidad de plutonio que representar¨¢ una energ¨ªa potencial equivalente al total de nuestras reservas en minerales f¨®siles y uran¨ªferos y que ser¨¢, seguramente, necesario reprocesar.? Las reservas seguras de petr¨®leo de Argentina -aparte de las apetecidas cuencas en los lechos del Atl¨¢ntico Sur- se estiman en cuatrocientos millones de metros c¨²bicos. Los recursos de concentrado de uranio consisten en unas 25.000 toneladas ya seguras, que resguardar¨ªan la combusti¨®n en los reactores de Atucha, y otros seis de tipo canadiense de seiscientos megavatios cada uno, durante treinta a?os. Las prospecciones geol¨®gicas permiten aseverar a esferas oficiales que se podr¨¢ contar con 125.000 toneladas adicionales de concentrado de uranio, capaces de alimentar cuarenta centrales m¨¢s durante el mismo per¨ªodo.
El propio Castro Madero indica abiertamente que tal riqueza del cr¨ªtico mineral puede facilitar a Argentina el convertirse en ?un pa¨ªs exportador de uranio?.
Para una Europa desasistida por la naturaleza de fuentes uran¨ªferas -hasta hoy al menos-, la importancia estrat¨¦gica de contar con esa materia capital a cambio del buen precio tecnol¨®gico resulta obvia. Para el titular de la CNEA, ?Argentina debe ir desde ahora implementando la infraestructura suficiente en este campo (el reprocesamiento y el plutonio) como para adquirir la tecnolog¨ªa que nos proporcione la anhelada capacidad de decisi¨®n sobre la disponibilidad de este combustible cuando las necesidades as¨ª lo impongan.?
El tal¨®n de Aquiles del m¨¦todo adoptado por Argentina es la necesidad de agua pesada para refrigerar los reactores, elemento hasta ahora provisto ¨¦n ?cantidades Infimas? bajo la mirada vigilante de Washington. Hacia el a?o 2000, Argentina precisar¨¢ -seg¨²n sus estrategas- de una cantidad no inferior a las 12.000 toneladas del. oneroso elemento.
El conocido geopol¨ªtico argentino, general en retiro Juan Gugialmelli, director de Estrategia, escribi¨® en su revista que se instalar¨¢ una planta piloto de agua pesada en Neuqu¨¦n (sobre la cordillera andina, a 1.250 kil¨®metros de Buenos Aires). La planta, que costar¨¢ unos veinte millones de d¨®lares, producir¨¢ veinte toneladas anuales. Tambi¨¦n se construir¨¢n -agrega el citado militar- dos plantas industriales con una produc¨¦i¨®n anual de cuatrocientas toneladas cada una, con un coste conjunto de setecientos millones de d¨®lares.
Asimismo, se contempla la construcci¨®n de una planta de tubos de zircalloy (envases nucleares) y una f¨¢brica de elementos combustibles, hasta ahora importados especialmente de la Rep¨²blica Federal de Alemania. Es por dem¨¢s evidente que el proyecto at¨®mico argentino es -para sus entusiastas o detractores- bastante denso y completo y convierte a ese pa¨ªs en un ?peligro? o un ?cliente? para los quince miembros del exclusivo Club de Londres, seg¨²n el inter¨¦s de cada cual.
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