Selectividad en medicina
LA MEDIDA de implantar la selectividad para el acceso a los estudios de medicina es, sin duda, impopular. Establecer solamente plazas para 7.320 aspirantes en toda Espa?a, siendo as¨ª que el n¨²mero de solicitudes se aproximar¨¢ a las 20.000, es una medida que, por justificada que est¨¦, roza la arbitrariedad. Las razones expuestas por el ministro de Universidades, que ha tomado la medida a propuesta del Consejo de Rectores, son v¨¢lidas, y, en principio, nada tendr¨ªamos que oponer a la selectividad si se aplicara correctamente y contribuyese a mejorar la calidad de la medicina y a elevar su tan denostado prestigio.Sin embargo, cabe decir que esta medida rechina. al tener que ser tomada en una sociedad que se distingue por aplicar de antemano la selectividad en la educaci¨®n media. Mientras en la mayor¨ªa de los pa¨ªses civilizados la educaci¨®n en primera y segunda ense?anza es obligatoria y gratuita y los estudios superiores caros -caso t¨ªpico, las sociedades anglosajonas-, en el nuestro sucede al rev¨¦s: la ense?anza en primaria y secundaria es proporcionalmente de las m¨¢s caras del mundo, y en ella no existe m¨¢s selectividad que la del dinero, mientras que los estudios superiores son casi gratuitos, con el consiguiente aluvi¨®n de peticionarios. El esfuerzo de no pocas familias modestas, que dieron a sus hijos costosamente el bachillerato con la esperanza de que un d¨ªa ingresen en la universidad, topar¨¢ entonces con los criterios selectivos.
Se pretende, en cualquier caso, elevar la calidad de los estudios m¨¦dicos y el prestigio de nuestra medicina, que, tras haber sido en el pasado una de las mejores del mundo, ocupa hoy un baj¨ªsimo lugar en el ranking universal, hasta el punto de que se ha dado el caso de rechazo de nuestros profesionales de la medicina por parte de algunos pa¨ªses subdesarrollados africanos. Pero ?resolver¨¢ esta selectividad estos graves problemas? En la escalada hacia abajo de nuestra medicina han contribuido varios factores: la cada d¨ªa m¨¢s deficiente preparaci¨®n del profesorado, la masificaci¨®n de los estudios, la falta de instalaciones y el caos de corrupci¨®n y desorden -aparte del malestar entre los profesionales- que ha sembrado en el mundo m¨¦dico espa?ol la Seguridad Social.
Hoy, un joven m¨¦dico espa?ol elige, por lo general, permanecer en las ciudades, donde nutre las filas de los parados, de los subempleados, ejerce un funcionariado mediocre en la Seguridad Social o se pone en la cola para lograr, tras largos a?os de esfuerzo y sacrificio, un lugar al sol de la profesi¨®n. Podr¨ªa ejercer la medicina rural, donde tiene asegurado un puesto de importancia social y de holgada subsistencia. Pero ello supone la condena a la regresi¨®n profesional, la falta total de instalaciones y cl¨ªnicas -la pol¨ªtica centralista de la Seguridad Social en este terreno es delirante- y, por lo general, tener que enviar a la capital de la provincia respectiva a cualquier paciente que exija cuidados m¨¢s detenidos.
Por otra parte, es preciso se?alar que no es la primera vez que se implanta la selectividad en los estudios m¨¦dicos. Comenz¨® a finales de los a?os sesenta, con el llamado Plan Botella, calcado del existente en universidades americanas y que distribu¨ªa las ense?anzas en un curso selectivo y diez semestres, asimismo selectivos. No exist¨ªa el numerus clausus -que es lo que en realidad se impone ahora, no una selectividad propiamente dicha- y provoc¨® la m¨¢s larga serie de huelgas estudiantiles conocida en aquellos a?os y que no cuestionaban problemas acad¨¦micos, sino la estructura toda de la sanidad espa?ola. La estructura hospitalaria y asistencial de nuestro pa¨ªs es r¨ªgida y centralizadora, y existe en el campo una notoria falta de ambulatorios, instalaciones, centros de an¨¢lisis, centros comarcales, mientras la Seguridad Social impide que m¨¦dicos de partidos lim¨ªtrofes puedan instalar mancomunadamente laboratorios de an¨¢lisis o simplemente centros con rayos X. La pobreza de medios e instalaciones de las facultades de Medicina no es m¨¢s que un reflejo de la que padece, a nivel asistencial, el conjunto del pa¨ªs, con una Seguridad Social creadora de funcionarios y estranguladora de cualquier posibilidad vocacional o de la menor relaci¨®n humana entre el m¨¦dico y su paciente.
Dos notas finales. La primera se refiere a un problema m¨¢s general: ?por qu¨¦ la selectividad en medicina? ?Acaso para mejorar la calidad de nuestros m¨¦dicos? ?Y no existe el mismo problema entre toda suerte de profesionales, como el cuerpo docente, por poner un ejemplo de palpable gravedad, empezando por los maestros? El segundo punto es que las cr¨ªticas recaer¨¢n sobre profesores, claustros, rectorados y Ministerio. Pero hay tambi¨¦n un Parlamento. Un Parlamento al que, por cierto, no se ha consultado a la hora de dictar esta controvertida medida. En resumidas cuentas, el panorama est¨¢ aquejado de un c¨¢ncer generalizado, y esta selectividad -a la que no nos oponemos en principio- amenaza, sin embargo, con no resolver los problemas. Tal vez sirva para enmascararlos y aumentar el malestar. Ojal¨¢ nos equivoquemos.
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