Espa?a y el pensamiento
Se ha vuelto a remover en estos ¨²ltimos tiempos la cuesti¨®n, casi siempre mal planteada, de la cultura espa?ola. M¨¢s espec¨ªficamente, se ha puesto en duda la contribuci¨®n de los espa?oles a las tareas del pensamiento, incluso su aptitud para ¨¦l. Se reconoce f¨¢cilmente que en Espa?a haya habido, o haya, artistas, literatos, tal vez esp¨ªritus religiosos; pero la tentaci¨®n es borrar de un plumazo la significaci¨®n de Espa?a, en lo que se refiere al pensamiento.Por lo general, los que sobre estos temas escriben no tienen idea muy clara de lo que es propiamente pensamiento, y es dudoso que se hayan tomado la molestia de conocer y justipreciar lo que en Espa?a se haya pensado durante unos cuantos siglos. Esto no ser¨ªa grave, si no escribieran sobre el tema; esto ¨²ltimo no es necesario, pero pasa lo mismo que con las casta?uelas: si se tocan, se deben tocar bien. Un discreto amigo, residente en Alemania, me ha llamado la atenci¨®n sobre algunos escritos recientes; aparecidos precisamente mientras yo estaba en ese pa¨ªs y en Austria, y me ha animado a hablar de ellos. No voy a hacerlo, pero s¨ª del fondo de la cuesti¨®n, a la que he dedicado bastante atenci¨®n durante unos cincuenta a?os, y una considerable dosis de pensamiento.
He llegado a la conclusi¨®n de que la originalidad espa?ola, en muchos sentidos, ha sido muy superior a lo que se esperaba, y como no se suele ver m¨¢s que lo que se espera, no se la ha visto. Casi todos los que han escrito de cosas espa?olas han mirado a ver si aqu¨ª pasaba lo que ?deb¨ªa pasar? -es decir, lo que se hac¨ªa en otras partes-, y no se han enterado de lo que, precisamente, en otros lugares no se hac¨ªa. Me parece dificil no ver ?pensamiento? en la creaci¨®n de esa forma de sociedad y Estado que se llama la naci¨®n -en el sentido moderno de la palabra-, y en Espa?a, hace cinco siglos justos, no es que se escribiera sobre ello, sino que se hizo, se realiz¨®; por si fuera poco, se invent¨® tambi¨¦n la comunidad de pueblos heterog¨¦neos, la creaci¨®n pol¨ªtico-social m¨¢s importante y compleja que ha existido despu¨¦s del Imperio Romano, y que se llam¨® la monarqu¨ªa espa?ola; no concibo c¨®mo puede hacerse eso sin pensamiento.
Tambi¨¦n significa una innovaci¨®n considerable el usar las lenguas ?vulgares?, las lenguas vivas, para la teor¨ªa, en el sigloXIII; y en Espa?a se hizo por partida doble, con el castellano (Alfonso el Sabio) y el catal¨¢n (Ram¨®n Llull o, latinizado, Raimundo Lulio). Y seguramente nadie fue tan estrictamente pensador como Luis Vives entre los humanistas, y, desde luego, nadie pens¨® tan profunda y ejecutivamente sobre lo humano concreto como los cronistas e historiadores de Indias, experiencia que hizo posible la reflexi¨®n te¨®rica de hombres como Vitoria y Su¨¢rez, que desgraciadamente para efectos internos espa?oles, escribieron en lat¨ªn.
Pero renuncio a seguir explorando los filones casi intactos y desconocidos de las formas originales y creadoras de pensamiento que en Espa?a se han alumbrado en siglos anteriores. Vengamos al nuestro, ya que es el presente, si no me equivoco, lo que acucia y atosiga a nuestros comentaristas, en muchos casos con sincera preocupaci¨®n y buena fe.
El siglo XX representa en Espa?a una concentraci¨®n de pensamiento creador que no me parece inferior a la de ning¨²n otro pa¨ªs, a pesar de las notorias deficiencias de una cultura incompleta y fragmentaria, sin los grandes equipos que un siglo de prosperidad y disciplina hab¨ªa conseguido en algunas naciones. Una de las formas supremas de pensar la realidad humana -la novela- es creaci¨®n espa?ola, entre la Celestina y el Quijote; en nuestra ¨¦poca es Unamuno el que inventa la forma de novela personal que va m¨¢s all¨¢ del continente descubierto por Cervantes, explorado desde entonces hasta fines del siglo XIX. La novela como m¨¦todo de conocimiento es la gran aportaci¨®n de Unamuno al pensamiento, con posibilidades que apenas se han empezado a conocer y aprovechar.
Infortunios personales han interrumpido, qui¨¦n sabe si para siempre, la composici¨®n de un libro cuyo t¨ªtulo iba a ser El pensamiento literario en la Espa?a del siglo XX -la literatura es una forma de pensamiento irreductible a las dem¨¢s y tan interesante como ellas-; ?se ha medido lo que significa como pensamiento la obra de Valle-Incl¨¢n, Machado, Azor¨ªn, Ram¨®n G¨®mez de la Serna, Pedro Salinas, Jorge Guill¨¦n, Rosa Chacel, etc¨¦tera? Y convendr¨ªa no olvidar a Maragall o a Eugenio d'Ors.
Lo decisivo ha sido, sin embargo, la filosof¨ªa y su funci¨®n en la cultura espaf¨ªola. El balance filos¨®fico de Unamuno -lo hice en mi libro de 1943- es impresionante, y absolutamente anticipador respecto de toda Europa. Pero fue una filosof¨ªa ?a rega?adientes?, a pesar de la voluntad de su autor. Con ella, y con una disciplina m¨¢s intensa, la filosof¨ªa de Ortega representa, a mi juicio, el m¨¢ximo esfuerzo de creaci¨®n e innovaci¨®n en nuestro tiempo. En ella ha acontecido, sencillamente, una inflexi¨®n en el camino de la filosof¨ªa, el comienzo de una etapa, con el descubrimiento, esencialmente simult¨¢neo, de una nueva realidad y un m¨¦todo adecuado para aprenderla. Se trata de pensamiento puro, en el sentido de absolutamente activo, en estado naciente, sin elementos inertes y de acarreo.
Por eso, esta filosofia ha podido tener consecuencias que alg¨²n d¨ªa se podr¨¢n medir y evaluar. Se recordar¨¢n los nombres de Zubiri, de Gaos y algunos m¨¢s; pero habr¨¢ que tener en cuenta que ese pensamiento fue soterrado, en 1939, por un alud de arca¨ªsmo impuesto oficialmente, que hacia 1960 encontr¨® su relevo en otro equipo de ?enterradores? no menos activos, de observancia opuesta y no tan distinta.
En gran parte por esas condiciones adversas, los espa?oles de vocaci¨®n filos¨®fica, en su mayor parte, se orientaron hacia otras disciplinas menos sospechosas y combatidas, en las que pod¨ªa unirse la decencia intelectual con una carrera oficial. Si no se tiene esto presente, no se entiende nada de lo que ha sucedido en los ¨²ltimos cuarenta a?os. Con todo, no me sentir¨ªa tentado a cambiar la creaci¨®n filos¨®fica espa?ola de ese per¨ªodo por la de ning¨²n otro pa¨ªs.
Pero, al margen de ese desdichado episodio pol¨ªtico-social, lo interesante es la aptitud de la filosof¨ªa espa?ola para fecundar las dem¨¢s disciplinas. La filosof¨ªa, durante casi todo el siglo XX, ha sido el centro de organizaci¨®n de la cultura espa?ola, lo cual bastar¨ªa para definirla en la perspectiva del pensamiento. Lo que la filolog¨ªa, la ling¨¹¨ªstica, la sociolog¨ªa, la historia, la teor¨ªa del arte han tenido de original entre nosotros es que han estado henchidas de pensamiento. No s¨®lo informaci¨®n, erudici¨®n, saber riguroso, sino pensamiento -con frecuencia met¨®dico- encontramos en la prodigiosa obra de Men¨¦ndez Pidal, en la cual lo de menos -con ser asombroso- es la acumulaci¨®n de noticias cient¨ªficas y el f¨¦rreo encadenamiento con que est¨¢n trabadas. Y es pensamiento la obra entera de Miguel As¨ªn Palacios, y lo es, tan aguda y finamente, la de Emilio Garc¨ªa G¨®mez. Y -aunque unido a extremosa arbitrariedad encontramos un constante esfuerzo de pensamiento en Am¨¦rico Castro; y en forma m¨¢s sosegada y acendrada en la impresionante obra de D¨¢maso Alonso, que se est¨¢ publicando en gruesos vol¨²menes en medio de una indiferencia que me pasma casi tanto como su extensi¨®n y calidad. ?Y Rafael Lapesa, y Montesinos, y tantos de sus disc¨ªpulos?
?Qu¨¦ significa la obra entera de Enrique Lafuente Ferrari m¨¢s que la introducci¨®n del pensamiento, de los conceptos rigurosos y los m¨¦todos de gran calado, en el estudio del arte? ?Qui¨¦n, en Europa o en Am¨¦rica, entre los estudiosos de las disciplinas art¨ªsticas, es capaz de escribir De Trajano a Picaso, Ortega y las artes visuales o el libro sobre Zuloaga? ?No es pensamiento Invariantes castizos de la arquitectura espa?ola o El semblante de Madrid, o los estudios de urbanismo de Fernando Chueca? La obra de Manuel de Ter¨¢n, ?significa otra cosa que pensar la geografia? Y podr¨ªa decirse otro tanto de Manuel Garc¨ªa Pelayo, o de Luis Valdeavellano, o de Luis D¨ªez del Corral; o de Juan Rof Carballo o de Juan Linz o de Jos¨¦ Luis Pinillos (y lo que les han dejado hacer de ?escuelas?). Pienso que Pedro La¨ªn Entralgo significa, ni m¨¢s ni menos, haber llevado el pensamiento en su forma m¨¢s estricta a la historia de la medicina, con lo cual ha conseguido cambiar su situaci¨®n, su status intelectual. Y me conmueve el caso de los viejos que, a veces tard¨ªamente, han ido derivando cada vez m¨¢s, con recursos diversos, hacia el pensamiento, hacia la conciencia de su necesidad: fue el caso de Madariaga, de S¨¢nchez Albornoz, de Carande, de tantos otros, como lo es el de todos los investigadores que no han sucumbido al mimetismo, a la imitaci¨®n pasiva y superficial de lo que creen que es la ciencia de otros pa¨ªses.
No he tenido m¨¢s remedio que indicar algunos ejemplos, apuntar algunos nombres -entre otros muchos que se podr¨ªan a?adir, que se deber¨ªan a?adir, si se tratase de estudiar nuestra cultura-. No era ese mi prop¨®sito, sino algo mucho m¨¢s sencillo: mostrar que, precisamente, lo que caracteriza a la cultura espa?ola del siglo en que vivimos, lo que la har¨¢ pervivir, pese a quien pese, lo que har¨¢ que haya que recurrir a ella cuando se quiera entender la realidad, es la funci¨®n capital que en ella tiene el pensamiento.
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