Ignacio Ch¨¢vez, un prohombre mexicano
Hace algo m¨¢s de un a?o y medio visit¨® nuestro pa¨ªs un aut¨¦ntico prohombre mexicano, el doctor Ignacio Ch¨¢vez, fundamentalmente conocido por ser el fundador de la primera instituci¨®n que se cre¨® en el mundo para ser exclusivamente dedicada a estudios de cardiolog¨ªa. Pero esta vertiente de su vida, en la cual volc¨®, indudablemente, lo mejor y m¨¢s positivo de ella, es s¨®lo una parte de una existencia realmente excepcional, que considero conveniente resumir y comentar, acongojado por la terrible noticia de su muerte.Ignacio Ch¨¢vez ha sido una de las personalidades de m¨¢s amplio y rico contenido human¨ªstico del mundo contempor¨¢neo. Sus privilegios humanos fueron de altura m¨¢xima. Pocas vidas del siglo XX han reunido en su seno tantos m¨¦ritos para la admiraci¨®n. Cult¨ªsimo desde la juventud m¨¢s precoz, patriota hasta l¨ªmites insuperables, promotor de creaciones enriquecedoras de su pa¨ªs y del mundo entero, m¨¦dico y cardi¨®logo completo y humanista sin par.
Nacido el 31 de enero de 1897 en Zir¨¢ndaro, a orillas del r¨ªo Mexcala, del lacustre y monta?oso estado de Michoacan (hoy llamado Guerrero), de raza tarasca o michoacana, estableci¨® su mestizaje con la raza hispana, que le dio apellido, en sus tatarabuelos o bisabuelos, Su infancia y su adolescencia cursaron en las etapas hist¨®ricas de la liberaci¨®n mexicana. Sus dotes personales para el aprendizaje fueron tales que a los diecisiete a?os (!) recib¨ªa ya el nombramiento de profesor de Historia Universal e Historia de M¨¦xico en el colegio Primitivo Nacional de San Nicol¨¢s, en Hidalgo. A los veintitr¨¦s, realizados ya sus estudios m¨¦dicos, es nombrado rector de la Universidad Michoacana, de San Nicol¨¢s; un a?o despu¨¦s, profesor de cl¨ªnica proped¨¦utica, y a los veinticinco, jefe de cl¨ªnica m¨¦dica de la entonces pobr¨ªsima facultad de Medicina de la capital de M¨¦xico. Dos a?os m¨¢s tarde, a los veintisiete, profesor de patolog¨ªa m¨¦dica. Se gradu¨® como m¨¦dico en 1920, lo que quiere decir que, desde 1914, hab¨ªa pasado por fases de profesorado en materias hist¨®ricas, de estudios m¨¦dicos y de actividades pol¨ªtico- liberadoras.
Entre 1916 y 1920, cuando las ansias de liberaci¨®n de M¨¦xico eran m¨¢s ardientes, Ch¨¢vez entremezclaba sus actividades formativas del enorme magisterio que lleg¨® a alcanzar, con intervenciones directas en la revoluci¨®n mexicana, en la que sus familiares tuvieron importantes actuaciones.
La modestia de un gran profesional
Nombrado en 1922 m¨¦dico interno del Hospital General de M¨¦xico, se encontr¨® con un centro donde ten¨ªa ?por ¨²nico equipo, la cl¨¢sica toalla de auscultar y un estetoscopio; por ¨²nico personal, un m¨¦dico interno y un practicante; por ¨²nico est¨ªmulo, el silencio receloso hecho de duda o de incomprensi¨®n?. All¨ª inici¨® su imparable labor ulterior y su especializaci¨®n cardiol¨®gica aut¨®ctona. Mont¨® un modest¨ªsimo y rudimentario servicio de cardiolog¨ªa, implor¨® una beca Y con ella se traslad¨® a Francia. Yrabaj¨® con los dos grandes y primeros cardi¨®logos de esa naci¨®n y a continuaci¨®n recorri¨® inquisitivamente las cl¨ªnicas de Europa, donde se estudiaban mejor las enfermedades del coraz¨®n y de los vasos (Berl¨ªn, Viena, Praga, Roma, Bruselas, etc¨¦tera). Con el sed?mento de cuanto en todos los lugares aprendi¨® y con sus apuntes de hechos hist¨®ricos y de consideraciones filos¨®ficas retorn¨® a M¨¦xico, dispuesto a hacer algo grande por su pa¨ªs: entregarle su vida. Busc¨® y encontr¨® colaboraciones para su entusiasmo en unos hombres importantes de la medicina y de la sociedad mexicana, que vieron en ¨¦l a un iluminado y a un predestinado. Simultaneando el trabajo en su servicio de cardiolog¨ªa con su labor profesoral de cl¨ªnica m¨¦dica universitaria y de maestro precoz en humanidades, fue nombrado consejero de la universidad y jefe de Educaci¨®n Higi¨¦nica del Departamento de Salubridad, y en 1933 le designan por aclamaci¨®n para dirigir la Escuela de Medicina Independiente de M¨¦xico.
Embalado en la pormenorizada gestaci¨®n de su proyecto de crear un instituto dedicado a estudios cardiol¨®gicos, exigi¨®, como primera concesi¨®n ineludible, un estatuto de autonom¨ªa t¨¦cnica y que se creara la carrera de m¨¦dico de hos pital. As¨ª elimin¨® el burocratismo ministerial y vade¨® las influencias pol¨ªticas.
Por 1930 y con el profesor Ignacio Gonz¨¢lez Guzm¨¢n, lanz¨® una revista que hoy tiene valor hist¨®rico y es tesoro bibliof¨ªlico: los Archivos Latino-Americanos de Cardiolog¨ªa y Hematolog¨ªa. En 1935 cre¨® la Sociedad Mexicana de Car diolog¨ªa, de la que fue primer pre sidente. De 1921 es su primera pu blicaci¨®n y a partir de 1928 se inicia la avalancha de sus escritos.
Con tragedias familiares, venciendo grav¨ªsimas enfermedades, soslayando dificultades de todo tipo, nada frenaba sus impulsos para la labor creadora. En 1976 inaugur¨® el nuevo Instituto Nacional de Cardiolog¨ªa, con magnitudes estructurales realmente universitarias, que es asombro del mundo m¨¦dico, bajo la presidencia del presidente de la Rep¨²blica; ceremonia en la que tres espa?oles recibimos medallas conmemorativas.
Miembro de honor de todas las sociedades de cardiolog¨ªa, doctor honoris causa de m¨¢s de cincuenta universidades repartidas por todo el globo, presidente efectivo y presidente de honor de la Sociedad Internacional de Cardiolog¨ªa -medalla de oro de la Sociedad Espa?ola de Cardiolog¨ªa-, visit¨® Espa?a en dos ocasiones; la primera fue para recibir el nombramiento de doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca y las calificaciones de acad¨¦mico de honor de la Real Academia de Medicina de Madrid y de colegiado de honor del ilustre Colegio de M¨¦dicos de esta capital.
M¨¦dico y pensador de proyecci¨®n universal
De sus discursos y de sus escritos han salido en los ¨²ltimos cuarenta a?os las palabras m¨¢s elocuentes y vibrantes, los pensamientos m¨¢s sensatos y aleccionadores sobre los problemas m¨¦dicos e intelectuales de la dif¨ªcil ¨¦poca que vivimos. Sobre ¨¦tica m¨¦dica en la ciencia moderna y sobre la necesidad, que ¨¦l consideraba imperativa, de que para ser un buen m¨¦dico hay que ser un hombre culto; requisito l¨®gico exigible por este gran cultista, que ya a los diecisiete a?os, y antes de hacer los estudios de Medicina hab¨ªa sido profesor de Historia Universal y de Historia de M¨¦xico. Muchos cardi¨®logos del mundo (norteamericanos, franceses, alemanes, ingleses y dos centenares de espa?oles) deben su formaci¨®n al Instituto Nacional de Cardiolog¨ªa, creado por Ch¨¢vez; pero a este ¨²ltimo le deben algo m¨¢s: su textura humana. Cuando el ¨¦xodo espa?ol de 1939, abri¨® los brazos a espa?oles que all¨ª pudieron culminar sus prestigios cient¨ªficos (R. M¨¦ndez, 1. Costero, etc¨¦tera) y que encontraron en ¨¦l amor, que en su patria habr¨ªa sido encarcelamiento. Las semillas cardiol¨®gicas de los espa?oles que junto a ¨¦l se formaron est¨¢n fructificando hoy.
En otros lugares he escrito que el mestizaje condicion¨® en M¨¦xico la aparici¨®n de hombres excepcionales, en los que se mezclan la serenidad y la aparente impavidez del indio mexicano y la vehemencia y sensibilidad de los seres procedentes de Espa?a. Pienso que Ch¨¢vez ha sido el ejemplo m¨¢ximo de esa antropol¨®gica conjunci¨®n. Conocedor como pocos espa?oles de la historia y de la literatura hispanas, cuyas citas ten¨ªa siempre a ra¨ªz de idea y a flor de labio (Quevedo, Cervantes, Ortega, Unamuno, Machado ... ), con ¨¦l desaparece uno de los ¨²ltimos grandes paladines de la ejemplaridad humana y uno de los pocos asideros firmes de la libertad. Su hija (Celia) y su hijo (Ignacio) pueden presumir de linaje y reciben hoy el testimonio de los crespones de luto que envuelven a la cardiolog¨ªa mundial. Los cardi¨®logos espa?oles lloran su p¨¦rdid
a.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.