Alancear moros muertos
He le¨ªdo el art¨ªculo de Javier Mar¨ªas La nueva m¨¢scara de lo de siempre, en el que nos cuenta la, seg¨²n ¨¦l, nueva cabalgada del franquismo, puesta al d¨ªa del show espa?oleante y folkl¨®rico. Y resulta muy curioso que ¨¦l acuse a los miembros de la supuesta operaci¨®n de lanzar una ofensiva contra enemigos endebles, porque todo su art¨ªculo es una muestra de lo gratificante que es el deporte de alancear moros muertos. As¨ª, no sabe uno de d¨®nde saca este se?or lo de ?patrioterismo?, ?xenofobia? y ?chauvinismo?, refiri¨¦ndose sin duda al equipo que hace Diwan y, quiz¨¢ tambi¨¦n, a Umbral. Creo que nadie que conozca m¨ªnimamente tal revista o la literatura de Umbral puede encontrar eso en ellas, a no ser por un recurso impotente a la pura falsedad. Por otro lado, casi todos sabemos, hoy por hoy, qui¨¦nes fomentan con m¨¢s esmero la ?xenofobia? v el ?chauvinismo?. El articulista, pues, se dedica a hacer lo que reprocha a los otros: librar batallas contra fantasmas, con la diferencia de que en tal empresa puede hacerse da?o, sobre todo a s¨ª mismo.Recurrir -como hace el se?or Mar¨ªas-, cuando asoma una posici¨®n intelectual cr¨ªtica de las ideolog¨ªas de moda -sean las del progresismo de izquierda, o las del angelotismo (o satanitismo) ¨¢crata-, recurrir, digo, a reducir esa actitud cr¨ªtica a maniobra franquista es un expediente de la misma eminencia que el de aquellos totalitanos que acusan al que no les hace coro de ser agente de la contrarrevoluci¨®n imperialista, o bien del contubernio mas¨®nico-moscovita, seg¨²n los casos. De nuevo le caen las piedras al se?or Mar¨ªas en el propio tejado, pero esto es cosa que les pasa a otros tambi¨¦n; ya hemos visto lo impecablemente desmitificadores que son algunos, cuando ello redunda en la propia mitificaci¨®n; tampoco hace falta haber le¨ªdo a Mircea Eliade para saber lo confortable que es la existencia en el mito pret-a-porter, se lo encargue, bien a Londres, bien a Par¨ªs. ?Y qu¨¦ decir del ?folklorismo?? ?Es que no hay hoy un folklorismo, por ejemplo, ¨¢crata, con sus fans, sus cantaores, sus estrellas-faraonas, sus taconazos y sus caracoles? Pero claro, el de Lola Flores no es tan grandilocuente, mientras que ¨¦ste es m¨¢s tremebundo y pedante, cuando se quer¨ªa m¨¢s l¨²dico y m¨¢s vida.
El se?or Mar¨ªas habla igualmente de ?sal gruesa?. El tama?o de la sal con que se guisa en Diwan es cuesti¨®n de gustos -y para algunos, por lo visto, de disgusto- En todo caso, para quien tiene la piel blanda y enfermiza, hasta la m¨¢s leve salpicadura de la sal m¨¢s fina se le vuelve diluvio de pe?ascos y tormenta de escozores. Yo creo, ya que se menciona a J. Goytisolo, que el art¨ªculo de F. J. Losantos Unas cuantas disidencias con Juan Goytisolo, en el n¨²mero tres de Diwan tiene algo m¨¢s que ?sal gruesa?.
Por otra parte, no creo que tal condimento arruine necesariamente un plato, ?o no est¨¢n ah¨ª G¨®ngora y Quevedo? Claro es que a quien tiene vocaci¨®n de insipidez, el salero debe parecerle un instrumento franquista y folkl¨®rico que habr¨ªa de proscribirse de toda mesa elegante, as¨ª como es natural el horror por el ?estilo tabernario? en quien desea ser le¨ªdo a la m¨¢s linda luz del pub.
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