El trabajo es la prioridad absoluta del japon¨¦s
?Los japoneses son unos man¨ªacos del trabajo que viven en conejeras.? La frase, c¨¦lebre en Jap¨®n como es f¨¢cil imaginar, se debe a Sir Roy Denman, responsable de la Comisi¨®n Europea del Mercado Com¨²n para las Relaciones con Jap¨®n. ?Europa es un continente en decadencia?, replican algunos japoneses ante las cr¨ªticas europeas que acusan continuamente a Jap¨®n de falsear la competencia en el comercio internacional y originar problemas suplementarios a la fr¨¢gil econom¨ªa europea. Entre ambos t¨®picos, ?conejeras? y ?decadencia?, hay un abismo de incomprensi¨®n debido a las diferencias hist¨®ricas, culturales, religiosas y la distancia geogr¨¢fica. Pero lo cierto es que Jap¨®n, hoy, es uno de los centros de actividad econ¨®mica m¨¢s din¨¢micos del mundo. ?A qu¨¦ precio? Al precio de un esfuerzo com¨²n de todos los factores de la sociedad japonesa. Sobre este tema Ram¨®n Vilar¨®, enviado especial a Tokio, ha elaborado este informe.
Son unos 110 millones de ciudadanos, repartidos en cuatro grandes islas con una superficie total de 377.435 kil¨®metros cuadrados (tres cuartas partes de la superficie espa?ola), cuyo ¨²nico lema en su vida parece resumirse en una sola idea: productividad. Sin materias primas, con una densidad de poblaci¨®n de las m¨¢s altas del mundo, con un pasado hist¨®rico de hambre, perdedor en la segunda guerra mundial, es actualmente un pa¨ªs que ocupa el segundo puesto como potencia econ¨®mica internacional, detr¨¢s de Estados Unidos.Su estructura social -discutible para un observador europeo- es sorprendente a muchos niveles, en particular en el laboral, as¨ª como la superespecializaci¨®n de su sistema educativo, la condici¨®n femenina, su conservadurismo...
?El trabajo es la primera prioridad del japon¨¦s, por encima de todo lo dem¨¢s?, afirma Takeo Naruse, director de la Federaci¨®n General de Empleados. El trabajo, en Jap¨®n, equivale a llegar a la empresa antes del horario oficial y salir m¨¢s tarde para ser bien visto; trabajar ocho horas diarias y, en los mejores casos, contentarse con un s¨¢bado libre de cada tres; de diez a catorce d¨ªas de vacaciones anuales, que casi nadie toma integralmente... para no pasar por un despreocupado por los destinos y la rentabilidad de la empresa.
?Tomar¨¦ mi primera semana de vacaciones en diez a?os?, declara un alto ejecutivo de la Keidanren, la potente federaci¨®n de industrias japonesa. Durante una semana, con su esposa, viajar¨¢ por los alrededores del monte Fuji, a un centenar de kil¨®metros de Tokio. Una semana para pasear, jugar al golf y, probablemente, aprovechar la tranquilidad del campo para estudiar alg¨²n proyecto complicado de la nueva estrategia econ¨®mica.
La modernizaci¨®n de la sociedad japonesa, iniciada desde la ¨¦poca del emperador Meiji (1868-1912), ha sido particularmente efectiva a partir de los a?os cincuenta. Aunque respetuosos con sus tradiciones, queda poco tiempo para la ceremonia del t¨¦, que puede durar varias horas, o para vestir el tradicional kimono.
Los jeans, el whisky, la televisi¨®n y la pasi¨®n por los juegos electr¨®nicos, cuyas m¨¢quinas llenan salas enormes en los principales barrios de Tokio, son caracter¨ªsticas de la actualidad.
Discriminaci¨®n de la mujer
Sin embargo, otras tradiciones, como la relaci¨®n familiar, siguen muy vivas en Jap¨®n. ?Est¨¢ discriminada la mujer en Jap¨®n? A primera vista as¨ª es si comparamos su situaci¨®n con la de las europeas o americanas. No es que contin¨²e el rito de la mujer que sigue tres pasos atr¨¢s a su marido, como hace unos decenios. Pero s¨ª contin¨²a el alto porcentaje de matrimonios ?preparados? entre los padres, m¨¢s del 60%, lo que explica, quiz¨¢, el alto ¨ªndice de divorcios en Jap¨®n.Sociedad intimista, basada en los principios de las religiones budista y sinto¨ªsta, el japon¨¦s opina que debe respetarse el ideal del Zen, seg¨²n el cual ?el trabajo santifica?.
Lo que no excluye que las actuales preocupaciones sean el aumento del coste de la vida, dif¨ªcil de superar con unos salarios medios de unos 200.000 yens mensuales (unas 60.000 pesetas), m¨¢s unos bonus anuales correspondientes a dos meses suplementarios de salario, ligados a la rentabilidad de la empresa y al buen comportamiento. Ni que decir que el fen¨®meno de huelgas como se practican en Europa o Estados Unidos es casi desconocido en Jap¨®n.
Los gestos de descontento con la empresa, con la ?familia?, no van m¨¢s all¨¢ de retirar el tradicional saludo, inclinando varias veces la cabeza, cantando, o coloc¨¢ndose cintas rojas en la frente. ?Es suficiente para que los directivos tomen en serio las reivindicaciones que hay detr¨¢s del s¨ªmbolo de protesta, en una sociedad donde impera el sentido de tribu?, dice el padre Sopena, jesuita espa?ol profesor de Historia en la Universidad de Sof¨ªa, en Tokio, desde hace quince a?os.
Actualmente el 70% de la poblaci¨®n japonesa vive en ciudades. En particular en la zona de la costa este del pa¨ªs. Tokio capital, con unos doce millones de habitantes, es la ciudad m¨¢s poblada del mundo. Sus alrededores suman la cifra de unos veinticinco millones de habitantes.
Las trece l¨ªneas de Metro, las autopistas en pleno centro, con sus puentes o t¨²neles superpuestos, sus rascacielos de vidrio y cemento, con estructuras que pueden oscilar hasta cinco metros para resistir a los tradicionales terremotos, son aspectos de la capital japonesa que contrastan con barrios tradicionales tranquilos, con sus peque?as casas de madera y sus ventanas cubiertas con papel de arroz.
El bullicio de Tokio
La crisis del petr¨®leo no afecta demasiado al bullicio constante de las calles de Tokio. Los enormes anuncios luminosos siguen su funci¨®n. S¨®lo algunos quedan apagados a partir de cierta hora. El precio de la gasolina, 152 yens (cincuenta pesetas) no incita a dejar el autom¨®vil en el garaje, a pesar de que Jap¨®n es el segundo pa¨ªs del mundo donde hay m¨¢s bicicletas despu¨¦s de Holanda. Unos cuarenta millones de bicicletas, utilizadas en general como medio de transporte entre el hogar y la estaci¨®n de ferrocarril o Metro m¨¢s cercana.Los tel¨¦fonos p¨²blicos, por decenas en centros comerciales o estaciones, funcionan con monedas de diez yens (tres pesetas) y se encuentran en todos los rincones sin lograr ver un solo aparato roto.
Tokio tiene fama de ser considerada como la capital m¨¢s cara del mundo. Lo cual es cierto en muchos aspectos, pero t¨®pico en otros, sobre todo comparado con ciertas ciudades europeas. Proporcionalmente a las distancias, los taxis no son los m¨¢s caros del mundo, por un servicio con conductores con guantes blancos, puertas autom¨¢ticas, pulcritud de los veh¨ªculos y ausencia -rechazo- de propinas, como en los restantes servicios de la sociedad japonesa.
Los alimentos son caros debido a la necesidad de importaciones en Jap¨®n. Es caro, tambi¨¦n, beber vino en Jap¨®n, como puede serlo beber sake en Par¨ªs. Si es tambi¨¦n muy cara, inaccesible para el japon¨¦s medio, la vivienda. Un apartamento moderno de unos cien metros cuadrados puede costar f¨¢cilmente 300.000 yens de alquiler mensual (unas 90.000 pesetas). El japon¨¦s medio vive en los alrededores de Tokio, en su casa de madera, con unos veinte ?tatamis? de superficie (unos veinticinco metros cuadrados).
?El Gobierno debe utilizar parte del desarrollo econ¨®mico para elevar el nivel de vida y las condiciones sociales del japon¨¦s?, explica Toshitaka Yoshida, periodista. El Gobierno promete para 1985 dotar a los hogares japoneses de todos los servicios sanitarios habituales, incluidas duchas, sustituidas hoy en muchos casos por los tradicionales ba?os p¨²blicos en Jap¨®n. Quiz¨¢ para entonces, sin confundir ?conejera? por diferencias de tradici¨®n o estilo de vida, desaparezca el t¨®pico actual del alto funcionario del Mercado Com¨²n Europeo. M¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ convencer al japon¨¦s de reducir su entusiasmo por el trabajo, sobre todo en una sociedad donde la econom¨ªa ya no ?copia?. Al contrario, investiga, crea nueva tecnolog¨ªa e invierte en el exterior en el m¨¢s tradicional estilo de ?neoimperialismo econ¨®mico?, especialidad de la que los japoneses no tienen la ¨²nica patente.
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