Lleg¨® el Viti y acab¨® con todos
Plaza de Valencia. Quinta corrida de feria. Cinco toros de Juan Pedro Domecq, terciados, sospechosos de pitones, flojos, bravos y encastados, y el sexto, del marqu¨¦s de Domecq, con cuajo, escandalosamente mermado de pitones, que derrib¨® y tuvo genio. El Viti: estocada que asoma, pinchazo y descabello (aplausos). Pinchazo y estocada (dos orejas y clamorosa vuelta al ruedo). Paquirri: estocada ca¨ªda que asoma por abajo (oreja). Pinchazo y estocada desprendida; (aviso, oreja.). Jos¨¦ Mari Manzanares: estocada (oreja). Tres pinchazos y media (bronca y lluvia de almohadillas).
La torer¨ªa de El Viti es una realidad ante la que hay que descubrirse, y cuando va a por todas, como ayer, pone a los dem¨¢s a vender gaseosa fresca. Nada ten¨ªa que ver la t¨¦cnica muletera de El Viti con las habilidades de pegapases que exhib¨ªan sus compa?eros. Es la diferencia, tan radical, que existe entre torear y hacerles cosas a los toros. La mayor parte de los espadas con que contamos, entre ellos los otros dos de la terna de ayer, Paquirri y Manzanares, les hacen de todo a los toros, menos torear. Por ejemplo, recitar a Machado.
Como desde el tendido no se les oye, yo jurar¨ªa que s¨ª, que Paquirri y Manzanares les recitan a Machado. Colocan la mano que no torea en actitud oratoria, abomban en pecho, alargan la mui. Hace a?os que la gente se pregunta a que viene tama?a cursilada en la candente arena, y yo creo saberlo: recitan a Machado. Verso va y verso viene entretienen la tarde y, para no desaprovechar la feliz circunstancia de que en la otra mano les han puesto una muleta y de que el Pisuerga pasa por Valladolid, pegan pases buenos o malos, ligados o no, que importa; lo importante es recitar a Machado y que el foro disfrute con el verso.
Pero la mayor parte del p¨²blico va a los toros a otra cosa: precisamente a ver torear. Y espera, espera, a que alguna vez aparezca un torero que haga lo que es propio de los de su oficio. El p¨²blico tiene paciencia y, ya que no ve toreros, soporta a los rapsodas-pegapases, e incluso les aplaude, pues en ocasiones pase y recitado acaban combinando bastante bien. Sin embargo, siempre queda un poso de frustraci¨®n: ?cu¨¢ndo ser¨¢ posible que veamos a un torero? El advenimiento m¨¢gico se produjo ayer en Valencia. Lleg¨® El Viti. como ca¨ªdo del cielo, construy¨® dos faenas magistrales, y ahora es posible que la afici¨®n valenciana lo coloque en los altares, a la verita de la Mare de Deu dels Desamparats. ?C¨®mo electriz¨® al p¨²blico la autenticidad del toreo!
La primera faena la cuaj¨® El Viti con sobriedad y empaque, y hubo un sobresalto porque al ligar el natural sali¨® volteado. La segunda fue cumbre y merece relatarse. El toro est¨¢ en tablas y el diestro le llama a mucha distancia, desde los medios, en terreno de chiqueros. Con un ayudado ya lo tiene metido en la muleta y cuaja tres derechazos perfectos ligados con el de pecho. Unos pases de tir¨®n y lo lleva donde se ha desarrollado el resto de la faena con el juampedro embrujado, materialmente cosido a los vuelos de la muleta. Dos series en redondo rematadas con cambios de mano y el de pecho hondo, que ponen la plaza en pie. Tres pases de costadillo suav¨ªsimos y garbosos. Naturales. Hay uno inmenso, ligado, casi en un solo tiempo, con el de pecho, que es de antolog¨ªa. Y de aqu¨ª en adelante, el dibujo y la filigrana, en uno de los finales de faena m¨¢s armoniosos y emotivos que puedan imaginarse. Tres molinetes, en cada uno de los cuales el maestro consuma con pureza y cadencia la t¨¦cnica de parar, templar y mandar. As¨ª es: cita, carga la suerte cuando el toro mete la cabezada, marca la salida con lentitud, gira. Y, por ¨²ltimo, para convertir en delirio el entusiasmo que hab¨ªa prendido en los tendidos, ayudados, trincherazos, de la firma, el kikirik¨ª, mieniras caen sombreros al ruedo. Imposible torear mejor. La espera, la larga espera para ver a un torero, hab¨ªa tenido una compensaci¨®n impagable. La gente estaba fuera de s¨ª.
Hasta esa faena hist¨®rica, los pases y recitados de Paquirri y Manzanares hab¨ªan sido voluntariosos, y se agradecieron. Despu¨¦s ya nada parec¨ªa merecer la pena. Paquirri se esforz¨® en templar los muletazos en el quinto, y a veces lo consigui¨®, pero la diferencia era abismal. Manzanares, totalmente desmoralizado, se asust¨® ante el sentido del sexto y fracas¨® estrepitosamente. El Viti los hab¨ªa vestido de paisano. Cuando hay un torero los pegapases no tienen sitio en la
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