Un plan econ¨®mico a medio plazo
Economista del EstadoEl Gobierno va a presentar un plan econ¨®mico que alcance la duraci¨®n de la presente legislatura. Adoptar esta decisi¨®n ha requerido un proceso trabajoso y no exento de contradicciones, cuyo an¨¢lisis plantea muchas preguntas y alguna respuesta, y, en todo caso, conviene anotar la casi unanimidad de partidos pol¨ªticos y otros grupos sociales al solicitarlo.
?Por qu¨¦ esa demanda de planificaci¨®n tan generalizada? Ciertamente se han dicho y escrito opi?iones sobre planes que aparentemente podr¨ªan parecer contradictorias con el masivo clamor por su vuelta. Sin embargo, gran parte de estas contradicciones se eliminan si se piensa que ¨¦stos son solamente un instrumento de racionalizaci¨®n y de ?puesta en escena? de una pol¨ªtica econ¨®mica concreta. Las cr¨ªticas lo eran a la forma como se utiliz¨® el instrumento y a la pol¨ªtica que reflejaban los planes del pasado. En una ¨¦poca de enormes incertidumbres econ¨®micas -y no econ¨®micas-, clarificar, por lo menos, las l¨ªneas de actuaci¨®n del Gobierno es una necesidad que sienten los diversos actores de la econom¨ªa, sobre todo con un sector p¨²blico tan intervencionista. Por otra parte, los partidos y dem¨¢s grupos desean conocer con detalle la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno, a fin de adoptar posturas al respecto, lo que puede ser muy ¨²til para que la discusi¨®n sobre estos temas alcance un nivel elevado. Esta es la base de la solicitud de un programa a medio plazo. Pero esta misma base es la que plantea varias preguntas sobre su posibilidad de realizaci¨®n y sobre el posible contenido de dicho programa.
Sin necesidad de volver sobre el tema del an¨¢lisis de la situaci¨®n econ¨®mica, porque viene haci¨¦ndolo semanalmente el equipo del profesor Fuentes en estas p¨¢giInas, creo que todos estaremos de acuerdo en que uno de los puntos b¨¢sicos de la pol¨ªtica econ¨®mica actual lo constituye la b¨²squeda de f¨®rmulas que cambien de signo la ca¨ªda de la inversi¨®n. Efectivamente, un programa a medio plazo puede reducir incertidumbres y mejorar las expectativas. La inversi¨®n tiene un per¨ªodo de maduraci¨®n cada vez m¨¢s largo y necesita perspectivas, pero ¨¦stas se basan en alguna previsi¨®n sobre el futuro, que dif¨ªcilmente puede hacerse en la situaci¨®n actual para un per¨ªodo suficientemente dilatado. Aunque las t¨¦cnicas de revisi¨®n anual de las previsiones a medio plazo y la explicitaci¨®n de hip¨®tesis de trabajo pueden ser de mucha utilidad. Adem¨¢s, en un programa se puede exponer claramente una filosof¨ªa econ¨®mica, avalada por las soluciones que se propugnen.
Pero, en el fondo, la pregunta esencial que nos hacemos no es puramente t¨¦cnica. En efecto, la pol¨ªtica econ¨®mica, en la situaci¨®n actual, centra su inter¨¦s en aspectos concretos y/o sectoriales m¨¢s que en las l¨ªneas globales, sometidas a revisi¨®n por variaciones de precios internacionales. En resumen, se precisa un programa econ¨®mico m¨¢s parecido a los planes franceses de la posguerra (Monet) de reconstrucci¨®n y sectoriales que al concepto cl¨¢sico. Con excepci¨®n de algunas aportaciones econ¨®micas, la mayor¨ªa de los pomposamente llamados ?programas de pol¨ªtica econ¨®mica? (o ?I¨ªneas globales para un ... ? o ?bases para la formulaci¨®n de ... x? se limitan a expresar una ideolog¨ªa, unos buenos -en el sentido m¨¢s subjetivo- prop¨®sitos, y, en el mejor de los casos, un cuadro de grandes magnitudes econ¨®micas. Todo,ello es material insuficiente para establecer una discusi¨®n fundamentada. Alg¨²n ejemplo podr¨ªa ayudar a expresar la necesidad de tocar temas concretos.
Por ejemplo, en el caso de la inversi¨®n. El 52% de la inversi¨®n industrial se concentra en el sector energ¨¦tico. M¨¢s de la mitad de esta magnitud, pues, depende de una pol¨ªtica plasmada en el PEN, sobre la que no ha existido una discusi¨®n profunda y sobre la que, desde luego, no existen conclusiones aceptadas a nivel de Pleno del Congreso. ?Se puede hablar de un programa econ¨®mico sin despejar la pol¨ªtica energ¨¦tica? Hoy, una parte esencial de un programa econ¨®mico la constituye el tema energ¨¦tico, y hasta que ¨¦ste no se enfoque nos encontraremos con un programa cojo. Pues bien, tenemos un PEN que lleva un a?o en las Cortes y al que los economistas critican que est¨¢ basado en tasas de crecimiento del producto nacional (4%) que nos garantizan el continuado aumento del paro o, en caso de que la econom¨ªa tuviera un desarrollo m¨¢s vigoroso, el desa basteci m lento energ¨¦tico y las restricciones. Tampoco analiza las repercusiones sobre el conjunto de la actividad econ¨®mica de la elecci¨®n de las diversas tecnolog¨ªas o de una paralizaci¨®n del programa energ¨¦tico. Los t¨¦cnicos, por su parte, desconf¨ªan de la aplicaci¨®n de medidas de ahorro energ¨¦tico y el p¨²blico se encuentra ante una discusi¨®n de garant¨ªas t¨¦cnicas y de falta de reservas que lo tiene sumergido en un mar de dudas. Y mientras tanto, los grandes inversores del sector -las grandes compa?¨ªas el¨¦ctricas- constatan que para un crecimiento anual del 7% de la producci¨®n el¨¦ctrica necesitan tener en per¨ªodo de estudio, realizaci¨®n o construcci¨®n inversiones equivalentes a su propio activo actual. El esfuerzo que es leg¨ªtimo que se le exija debe ser facilitado al m¨¢ximo, eliminando incertidumbres y d¨¢ndoles directrices.
Hacer llamadas a la implantaci¨®n de una verdadera econom¨ªa de mercado para resolver los problemas de la econom¨ªa -productividad, inversi¨®n, empleo, precios, etc¨¦tera- es algo as¨ª como discutir los principios acad¨¦micos por los que se rige la guerra cuando se est¨¢ sitiado. Es formativo, pero in¨²til. Gran parte de las decisiones corresponden al Estado, aunque s¨®lo sean decisiones orientativas, que necesita ofrecer pol¨ªticas sectoriales concretas y profundas. Estas pol¨ªticas, si se plantean con seriedad, es dif¨ªcil que no conlleven un aumento de las relaciones capital-producto y capital-trabajo de la econom¨ªa espa?ola. Y en este campo la pol¨ªtica estatal es absolutamente determinante. El primer problema consiste en elevar la participaci¨®n de la inversi¨®n en el PIB. Esta ha pasado del 25%, en 1974, a cifras pr¨®ximas al 20%, en 1978. Cualquier ecuaci¨®n elemental nos indica que con este porcentaje los crecimientos posibles del PIB no absorben mano de obra. Si a ello a?adimos las cuantiosas inversiones que exige el sector energ¨¦tico, con elevada relaci¨®n capital-producto y otros sectores (textil, naval, etc¨¦tera) cuya finalidad no es aumentar la producci¨®n, sino lograr su supervivencia y que, l¨®gicamente, elevar¨¢n la cantidad de inversi¨®n necesaria para aumentar la producci¨®n, es evidente que los problemas de est¨ªmulo a la inversi¨®n y de financiaci¨®n de ¨¦sta son enormes. Las soluciones apuntadas a este problema pasan por una reconstrucci¨®n del excedente empresarial, como han apuntado reiteradamente diversas voces -entre ellas la del profesor Fuentes-, algunas de las cuales propugnan procedimientos m¨¢s dr¨¢sticos o excepcionales -como el profesor Lasu¨¦n, a trav¨¦s del ahorro forzado- En cualquier caso, la implantaci¨®n de una pol¨ªtica de este estilo, adem¨¢s de un establecimiento de pol¨ªticas sectoriales concretas, necesita de una aceptaci¨®n generalizada y una aplicaci¨®n vigorosa, temas dif¨ªciles y que superan el mero marco t¨¦cnico o econ¨®mico para adentrarse en el campo pol¨ªtico.
Las limitaciones que implica el escaso crecimiento de la econom¨ªa mundial y las grandes incertidumbres a que se encuentra sometida no permiten un crecimiento interior elevado en t¨¦rminos cuantitativos. La balanza de pagos no lo resistir¨ªa, y la pol¨ªtica antiinflacionista tampoco. Por ello, la selecci¨®n de sectores a estimular se encuentra en el imperativo de tener en cuenta su capacidad de creaci¨®n de empleo. Este principio puede ser contradictorio con los habituales, y en concreto con respecto al mecanismo de mercado. Adem¨¢s, otras pol¨ªticas de fomento del empleo y de reducci¨®n o contenci¨®n de la oferta de mano de obra son necesarias.
Aunque se han excluido muchos temas, y sobre todo muchas pol¨ªticas concretas, es evidente que la magnitud de los problemas que implica la puesta en marcha de una pol¨ªtica concreta son de tal magnitud que exigen cierto grado de acuerdo social, no necesariamente un nuevo pacto de la Moncloa, sino una moderaci¨®n en los enfrentamientos. Por otra parte, las decisiones sectoriales son, por lo menos, tan importantes como las de car¨¢cter global y teniendo en cuenta que algunas, como el PEN, est¨¢n en las Cortes, o pendientes de otro proceso de decisi¨®n, se hace necesaria su integraci¨®n o su decisi¨®n simult¨¢nea a la presentaci¨®n del programa econ¨®mico. El grado en que ¨¦ste afecte o debe de afectar a aspectos tan importantes como el financiero, las relaciones laborales, la pol¨ªtica de rentas y precios, pol¨ªtica de cambios, integraci¨®n en la CEE, etc¨¦tera, y el plazo perentorio en que tiene que presentarse plantea preocupaciones sobre la dificultad de abordar la mayor¨ªa de los aspectos fundamentales de la estrategia econ¨®mica a seguir. De no cumplir con estos requisitos no s¨®lo ser¨ªa ineficaz, sino contraproducente.
El advenimiento de per¨ªodos democr¨¢ticos en Espa?a ha coincidido con ¨¦pocas de depresi¨®n econ¨®mica generalizada. La Gloriosa, de 1868; la II Rep¨²blica y la situaci¨®n actual son buenos ejemplos de la anterior afirmaci¨®n. En los dos primeros casos la pol¨ªtica econ¨®mica no respondi¨® adecuadamente al enorme problema que se le planteaba, aunque las razones extraecon¨®micas pesasen mucho. En la situaci¨®n actual se debe esperar un esfuerzo extraordinario. Es imprescindible.
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