Guinea Ecuatorial y las posibilidades de Espa?a
MAL A?O para los tiranos: el presidente Mac¨ªas viene a unirse a la lista en la que ya est¨¢n Reza Pahlevi, Idi Amin, Somoza. Mac¨ªas no era el m¨¢s ben¨¦volo de ellos: las haza?as del que fue llamado ?presidente loco? van desde los decretos para su glorificaci¨®n en vida -entronizado en el palacio y en los templos- hasta la matanza a palos de los ministros con opiniones diferentes a las suyas. Y la ruina de un pa¨ªs. Desgraciadamente, no siempre las tiran¨ªas se sustituyen con libertades, sino que, a veces, no son m¨¢s que relevos. Esperemos que Teodoro Nguema, cuyo primer acto ha sido abrir las puertas de las c¨¢rceles, lleve adelante este misterioso toque de gracia que ha cambiado radicalmente su biograf¨ªa: de ayudante de campo, hombre de confianza y viceministro de Defensa del tirano, a liberador del pueblo oprimido. Aparte de una rectificaci¨®n de conciencia, siempre posible, puede tener detr¨¢s la influencia de los nuevos modos occidentales, a los que preocupaba la inclinaci¨®n de Mac¨ªas hacia la URSS y hacia Cuba, en las que no hab¨ªa encontrado toda la reciprocidad que esperaba porque esos pa¨ªses -como antes China- estaban despavoridos ante el caos irreversible -social, econ¨®mico, pol¨ªtico- en que Mac¨ªas ten¨ªa sumido el pa¨ªs. La posibilidad de que Nguema pudiera seguir inclin¨¢ndose hacia ese grupo, ofreci¨¦ndoles el orden previo que deseaban encontrar, se ha estudiado tambi¨¦n; pero no hay, en estos primeros momentos, informaci¨®n suficiente. La prudencia con que se ha movido la delegaci¨®n espa?ola enviada con urgencia al Camer¨²n para seguir desde esa distancia (en la embajada de Camer¨²n se llevan los asuntos de Guinea a partir de la ruptura de relaciones en 1977) se aceler¨® despu¨¦s con el viaje oficial a Guinea y el reconocimiento del nuevo r¨¦gimen. Parece que Espa?a tiene confianza en el nuevo ?hombre fuerte? del pa¨ªs, antiguo cadete de la Academia Militar de Zaragoza, donde obtuvo su primer t¨ªtulo, y ya le ha declarado su apoyo,Toda la paranoia de Mac¨ªas se basaba en la ?cuesti¨®n espa?ola?: su elecci¨®n a la presidencia fue ya desafiada por dos candidatos rivales apoyados por intereses espa?oles (cada uno de ellos, eso s¨ª, por un sector rival dentro del poder espa?ol de la ¨¦poca), y en todos los golpes de Estado, reales o imaginarios -a veces le sirvieron ¨²nicamente para las grandes purgas-, vio la mano de Espa?a, cuya guarnici¨®n expuls¨® -estaba prevista en los estatutos de independencia la continuaci¨®n de unidades militares espa?olas- al mismo tiempo que a t¨¦cnicos y peritos, sin importarle nada que al no tener sustitutos para ellos el tratamiento de las riquezas del pa¨ªs -caf¨¦, cacao, maderas- sufriera hasta llegar a la ruina en que se encuentra. Espa?a respondi¨® a los ataques de Mac¨ªas con una decisi¨®n ins¨®lita, que fue la de implantar una fuerte censura en la prensa espa?ola sobre el tema: para que aqu¨ª nadie se enterase de la tosquedad, la ignorancia y la probable corrupci¨®n con que se hab¨ªan llevado los asuntos de la descolonizaci¨®n, y la lucha de intereses de personajes y grupos en que se hab¨ªa desarrollado. Prest¨®, como es tradicional en nuestra pol¨ªtica exterior-interior, poca ayuda y protecci¨®n a los espa?oles que sal¨ªan de Guinea o a los que se manten¨ªan en ella en condiciones de apuro, y menos a los guineanos que se hab¨ªan comprometido con Espa?a. El almirante Carrero y luego Carlos Arias no supieron evitar los cr¨ªmenes de Mac¨ªas, pero supieron, en cambio, ocultarlos a los espa?oles. El socio y amigo del tirano, el abogado espa?ol Garc¨ªa Trevijano, pudo as¨ª presumir de liberal en los salones de la Corte mientras el presidente, ahora derrocado, asesinaba en masa. Esta es la historia de nuestra pen¨²ltima descolonizaci¨®n (la ¨²ltima fue el Sahara): pillaje y violencia en la antigua colonia; ignorancia, pillaje, impotencia, en la antigua metr¨®poli.
Los intereses de s¨²bditos espa?oles, y de Espa?a en general, en Guinea, siguen siendo, no obstante, importantes. Si no han tenido ya ayuda espa?ola, los nuevos dirigentes guineanos podr¨¢n tenerla ahora en el caso de que piensen, realmente, hacer girar toda su pol¨ªtica. Hay otros muchos pa¨ªses interesados en la penetraci¨®n en Guinea; desde las grandes naciones negras que la rodean, para las cuales la riqueza natural y la debilidad terrible del pa¨ªs son verdaderos alicientes, hasta la pugna URSS-Estados Unidos, para los cuales un centro como la isla de Fernando Poo -hasta ayer, isla del Presidente Mac¨ªas- y su extensi¨®n continental son de verdadera importancia en un momento en que la situaci¨®n de Africa es inestable. Una competencia demasiado fuerte, pero que en ning¨²n caso debe impedir que Espa?a, sin intenciones hegem¨®nicas ni sue?os imperiales, ofrezca su ayuda a la instalaci¨®n de una posible democracia que tiene en su suelo una base econ¨®mica suficiente para sustentarse y reciba a cambio de esa ayuda la defensa de sus intereses. Todo ello ser¨¢ posible si no s¨®lo los guineanos, sino tambi¨¦n los espa?oles, son capaces de olvidar su antigua relaci¨®n colonial y las da?inas torpezas de la descolonizaci¨®n. Y si se evita la voracidad de algunos intereses privados en beneficio de los intereses p¨²blicos de los dos pa¨ªses.
Para todo ello habr¨¢ que esperar que se Clarifique la situaci¨®n, que se sepa verdaderamente cu¨¢l es la intenci¨®n de Nguema, qui¨¦nes las personas de que se rodea, cu¨¢les las fuerzas que le han podido mover, y hasta d¨®nde llegar¨¢ la resistencia que pueda encontrarse.
El Ministerio espa?ol de Asuntos Exteriores ha tomado ya partido: parece que el camino no le ofrece ninguna duda. Guinea es, en cualquier caso, el ¨²nico pa¨ªs del Africa negra castellanoparlante. Impulsar y promover la presencia de Espa?a all¨ª, de su lengua, de su cultura, de su pol¨ªtica y de su amistad es una obligaci¨®n de Estado, como lo era apoyar al exilio bubi -raza aniquilada por Mac¨ªas-, ante el cual la indiferencia e insolidaridad espa?olas fueron, una vez m¨¢s, lacerantes. Ojal¨¢ todas estas cosas sirvan para aprender alguna lecci¨®n.
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