En pos de una palabra verdadera
Frente a una poes¨ªa fascinada por la objetividad, el delirio programado y las curvas ret¨®ricas, Agust¨ªn Delgado tiene el candor o la osad¨ªa de proclamar, a contrapelo, su fe en una escritura apasionada, fiel a la vida m¨¢s trivial -?la ¨²nica?- y en buenas relaciones con la sencillez. Pero no ignora por d¨®nde van los tiros; por eso, rebeldemente, apunta al blanco ahumado: ?Con lo que ahora, sin embargo, se nos aporrea es con esa obviedad denominada la autonom¨ªa del lenguaje po¨¦tico. Pues bien, ac¨¦rquense, que se lo voy a decir al o¨ªdo: seg¨²n una confidencia de Perogrullo, la invenci¨®n de la p¨®lvora es cuesti¨®n de horas.? Ese estallido firme e ir¨®nico de confidencia elemental ser¨¢ un rasgo sonoro de su propia poes¨ªa.Agust¨ªn Delgado (1921), natural de Le¨®n y fundador de la revista Claraboya, catedr¨¢tico de literatura espa?ola y entra?able lobo estepario, ha publicado hasta la fecha los siguientes libros: El silencio (1964), Nueve rayas de tiza (1968), Cancionero civil (1970), Aurora boreal (1971), y Esp¨ªritu ¨¢spero (1974). Figura en dos antolog¨ªas, ambas publicadas por la colecci¨®n El Bardo: Doce poetas j¨®venes (1967) y Equipo Claraboya (1971). Es autor, asimismo, de un ensayo en tomo a la poes¨ªa de Luis Cernuda.
Nos queda la palabra
Agust¨ªn Delgado. Antolog¨ªa. Madrid, 1979
La presente antolog¨ªa, elaborada por un colectivo, es la primera selecci¨®n personal de una obra que merece sobradamente nuestro inter¨¦s. Agust¨ªn Delgado asoma aqu¨ª con un silencio anclado al buen decir del grupo fantasmal de los cincuenta, pero con m¨¢s fisuras, con una buena dosis de brutalidad que otorga cruda luz a unos versos ajenos a toda idea de perfecci¨®n. Este poeta singular hace virtud cordial de la torpeza. Y s¨®lo aspirar¨ªa, como testamento, a una frase capaz de condensar ese milagro de lo comunicable, aun a riesgo de alzarse sobre monta?as de palabras ruines.
Esa batalla ins¨®lita -testimonial, libre y casi anacr¨®nica- recurre a lo palpable para triunfar sobre el conformismo. El ayer reaparece con su enlutada retah¨ªla de algo oxidados y emotivos ?t¨®picos?: sangre, opresi¨®n, libertad, Vietnam... Parece que fue ayer. Escuchen la canci¨®n: ? En las paredes / hab¨ªan ido turn¨¢ndose y ahora / -oh democracia, oh viento / que viene de lejos- / sal¨ªan de las sombras de la noche / y se quedaban mir¨¢ndonos / desde las paredes de la propaganda / como si fu¨¦ramos suyos / y escrib¨ªan debajo / que eran m¨¢s inteligentes que nosotros, / m¨¢s patriotas. // Solos ante el peligro, / recog¨ªamos del suelo octavillas verdes / y las ¨ªbamos dejando caer. // En las sombras de la noche, / de cuando en cuando, se o¨ªa una carcajada. // Y cuando los cerebros / escribieron en la pizarra / el resultado del escrutinio / todos sab¨ªamos / que, como ya lo dijo la escritura, / eran / los mismos perros / y los mismos collares.?
Solo ante el peligro, solidario del mismo, Agust¨ªn Delgado sigue pensando acaso que la verdad es una y el error m¨²ltiple. En cualquier caso, su poes¨ªa quedar¨¢ vinculada, con coraz¨®n propio, al latido anhelante en pos de una palabra verdadera. Su insistencia le honra en mitad de estos tiempos propicios a rimar con tedio altivo al desamor y el desenga?o.
Babelia
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