Don Tancredo, el monosabio y el salto de la rana
Director de la revista ?Diwan?
Don Tancredo Savater, matador del todo, se ha tirado ostentosamente de su pedestal abajo para medirse conmigo. Tr¨¢nsito tan violento de su toder¨ªa a mi nader¨ªa, abandonar tan de golpe la peana, parece haberlo descalabrado. Tocado del ala, perdido el seso que no tuvo, se ufana en un art¨ªculo tarumba. Confundiendo estatua y estatura, presume ante la m¨ªa de su talla, con fino humor ingl¨¦s de gentleman vizca¨ªno. Su presunci¨®n me asombra, pero no me confunde: tras de lo visto y le¨ªdo, cert¨ªsimo que aunque midiera un kil¨¢metro m¨¢s y pesara cien arrobas, seguir¨ªa teniendo menos talla y menos peso que yo. Y puedo asegurar que si hubieran de cambiarme por ¨¦l de narices para arriba o de cintura para abajo, me sentir¨ªa muy disminuido.
Si a us¨ªa le va la marcha, a m¨ª no pretenda asustarme con la catarata de insultos y amenazas que me dedica: ?Espa?oleador a sueldo ?, ?se?or que no es nadie ?, ?material de derribo literario?, ?este y alg¨²n otro tiento que voy a darle?, ?si sobrevive para contarlo?, ?una buena zurra?, etc¨¦tera. Si no me dio miedo cuando estaba encima de la peana, imag¨ªnese ahora, que lo veo correteando por la plaza y haciendo el salto de la rana. De risa, vamos.
Agencia de famosos ?Savater?
Los que hayan podido ver el n¨²mero que don Tancredo me dedica, y que es el segundo ya, porque yo no hice sino descubrir su trampa de fingir un art¨ªculo sobre la cultura espa?ola para atacar subrepticiamente a un se?or y m¨¢s concretamente una revista, Diwan, que se han atrevido a meterse con ¨¦l m¨¢s de una, vez, habr¨¢n comprobado hasta qu¨¦ punto llevaba yo raz¨®n. Ha mostrado Savater bien a las claras todo el rencor paranoico que all¨ª intent¨® disfrazar de cr¨ªtica pol¨ªtica del espa?oleo... Para acabar pregonando que espa?ol, espa?ol, don Fernando Fern¨¢ndez Savater. ?No pidi¨® el amparo ancestral taurino para guardar la esencia de la cultura espa?ola? Yo. le obsequi¨¦ con don Tancredo, met¨¢fora taurina a su medida. Ahora dice que ?siempre le han reprochado estar en el coraz¨®n de la lidia?. Querr¨ªan decirle que, por estar en medio, estorbaba. Nada m¨¢s.
?Llegar a ser el chico que se diete con Savater?, vocaci¨®n que usted me atribuye, consider¨¢ndola y consider¨¢ndose suficiente para hacerme rico y famoso, no se me hubiera ocurrido jam¨¢s. Pero as¨ª, dicho por usted, toma su verdadero car¨¢cter de mamarrachada paranoica, de megaloman¨ªa delirante. ?Pero qui¨¦n se ha cre¨ªdo que es? M¨¢s bien le hago favor poni¨¦ndolo a la altura de los que, precisamente por merecerme respeto y, en algunos casos, fuera de las discrepancias, aprecio, he criticado hasta la fecha. De todos, demuestra usted con creces ser el m¨¢s deleznable. A racionarme la propaganda, llega tarde. Propagandistas de su cala?a me sobran. Le pongo a la cola de los artistas nacionalsindicalistas, patriotas delirantes o estalinistas cl¨¢sicos y euroconversos que, d¨ªa s¨ª, d¨ªa no, me tiran sus mismas coces.
Por cierto, que no sab¨ªa que para atacar desde sus p¨¢ginas a Gustavo Bueno y El Basilisco, a Diwan y Alberto C¨¢rd¨ªn, los se?ores de El Viejo Topo (los mismos que me dieron su Primer Premio de Ensayo -por malo supongo- antes de su espant¨¢ editorial) le exigieron atacar mi estilo literario. Aunque no sea tan viejo como parece, se ve que est¨¢ usted en las ¨²ltimas. Claro que si de ahora en adelante ha de ir ha lagando a su p¨²blico haciendo el salto de la rana, l¨®gico es que se asegure la charca. Mal debe don Tancredo verse a pie cuando as¨ª se empina: ?Esa otra cosa -ser autor de mis libros y no de las nader¨ªas de Losantos-, ¨¦sa, le est¨¢ vedada, y por mucho que se enfade conmigo, no parece que tal carencia tenga remedio.? Carecer de lo que ah¨ª exhibe Savater, apasionada piedad para consigo, me consuela. Con al guien capaz de escribir cosas as¨ª, dif¨ªcil ser¨ªa enfadarse. S¨®lo que da compadecerse o mandarlo a hacer g¨¢rgaras.
Por ¨²ltimo, don Tancredo entra a matar, huyendo. Como soy flaco, pincha en hueso. Resulta ahora que el alt¨ªsimo don Tancredo, que pasaba del todo y de todos, del Estado y de los estados, de la pol¨ªtica de derechas y de izquierdas, que nunca meti¨® baza m¨¢s que para decir que no jugaba, se acuerda ahora de la pol¨ªtica rastrera, esa perversi¨®n del Poder, y me acusa de levantar la veda contra la izquierda. Yo solito desde la eternidad en que ¨¦l me abandona, voy a acabar con la ahora apreciable contingencia de las alternativas de poder, de los estados de repuesto, de todo. ?C¨®mo? Organizando la Espa?a eterna de la m¨¢s peregrina manera: con un libro sobre cuestiones de actualidad espa?ola, esa cosa que Savater despreci¨® siempre en sus celestiales libros. Pero ahora nos compensa ofreci¨¦ndonos el medio infalible de descubrir intelectuales enemigos de la democracia. ?Ahora sabremos seguro qui¨¦nes son los fascistas! ?Qui¨¦nes? Los adversarios de Savater, ¨¦l nos lo dir¨¢.
Con los falsos enemigos que me adjudica, don Tancredo reanuda la grotesca actuaci¨®n p¨²blica de un monosabio que salt¨® hace poco al ruedo a barrer los terrenos de la suerte de su maestro, que, si por ¨²nica y pasmada no admite peonaje, agradece el apoyo log¨ªstico en las grandes batallas de denuncia pol¨ªtica que ha emprendido. Aludo a la nueva m¨¢scara de lo de siempre de Javier Mar¨ªas, que tambi¨¦n se nos ha vuelto ahora militante.
El monosabio
Que el se?orito Mar¨ªas -perm¨ªtaseme llamarlo as¨ª para no confundirlo con su se?or padre- iba para fil¨®sofo de la pol¨ªtica, al modo de don Tancredo, pudo imaginarlo el lector de este peri¨®dico cuando lo admir¨®, en v¨ªsperas de elecciones, glosar su intenci¨®n de aprovechar mejor el tiempo del voto qued¨¢ndose en casa a leer la ll¨ªada. Vamos, como si se tratara de elegir entre Homero y Su¨¢rez o como si votar a Felipe Gonz¨¢lez fuera no ya contra Marx, sino contra Plat¨®n y Arist¨¢teles juntos.
Semejante inteligencia pol¨ªtica, dotada de un estilete literario a juego, ataca y desbarata una conjura neofranquista, neofascista o neoespa?olista (todo es uno y lo mismo, mira por d¨®nde) en la que pormenoriza lo que don Tancredo apunta. Pero antes de buscar asilo pol¨ªtico, se presenta como destinatario de toda la operaci¨®n facha. Se trata de liquidar a quienes han descubierto -¨¦l en primer lugar- la universalidad literaria en Espa?a, cosa que ha provocado la operaci¨®n Galaxia Gutenberg. Yo insisto en que la tribu tancredil cite nombres y textos, porque, de hacerlo sin disimulos, cobrar¨ªan sus quejas.su at¨¦ntica dimensi¨®n. Todo lo que demuestra saber de la ?ofensiva? el se?orito Mar¨ªas, o lo ¨²nico que podemos comprobar que ha le¨ªdo, de lo que ataca, es el texto de Umbral publicado en EL PAIS que sirvi¨® de presentaci¨®n a mi libro Lo que queda de Espa?a. All¨ª, recordando unas declaraciones del se?orito a este peri¨®dico'diciendo que s¨®lo le¨ªa ingl¨¦s, dec¨ªa Umbral que bueno, pero que no se empe?ara luego en escribir en espa?ol, porque as¨ª le sal¨ªa. ?Qui¨¦n hab¨ªa de pagar lo que su imprudencia le cost¨® a su vanidad? Yo, naturalmente, que era el que sal¨ªa bien parado de all¨ª, toda vez que mi m¨¦rito nac¨ªa de comparar mi libro con los suyos. F¨¢cil me lo pon¨ªa Umbral, lo reconozco, pero ?bueno se ha puesto el se?orito!
As¨ª que, ni corto ni perezoso, el monosabio se lanza al ruedo y, tras dos o tres despiantes, empieza la charlotad¨¢: torear su particular ofensa como universal ofensiva. Chuler¨ªa no le falta: ¨¦l, con una frase, hubiera acabado con la Historia de Aguinaga, Pu¨¦rtolas y Zavala. Menos a¨²n: callando los hubiera deshecho. (Que sea silencio ingl¨¦s arcaico, porque como lo entiendan le van a zumbar en ruso m¨¢s que a una estera.) Despu¨¦s, apela a la autoridad: no me deber¨ªan dejar escribir en ELPAIS. Eso dec¨ªa Castellet el otro d¨ªa en La Calle, en vez de ponerme velas, porque aseguraba que le pon¨ªa de punta los pelos que ya no tiene. Deber¨ªa curarse de espanto haciendo lo que a su vera aconsejaba Mar¨ªa Aurelia Capmany: ?Como no soy masoquista, no leo nunca ese folleto propagandista del Imperio hacia Dios que se llama, creo, EL PAIS.?
Pistolerismo y dial¨¦ctica
El se?orito tambi¨¦n habla de o¨ªdas. Como Lo que queda de Espa?a no est¨¢ en ingl¨¦s, y s¨®lo lee a Umbral en el peri¨®dico -lo que est¨¢ bien, pero no es suficiente-, echa mano de lo que sus amigos le han dicho de los cuatro n¨²meros de Diwan y de alg¨²n chiste de La Ba?era. Me hace reproches pintorescos, como no dedicarle un ensayo a cada escritor espa?ol bueno y andar escogiendo los que m¨¢s me interesan. Luego pasa a calificar la ?ofensiva espa?olista?, que ?aunque sea contra fantasmas?, es ?xen¨®foba?, ?patriotera? y ?trata de revivir los tiempos del Imperio?. Dice de los ofensores: ?Poco importa que tras ellos haya tal vez un pasado izquierdista. Su presente es neofranquista.? Y, al fin, la retah¨ªla acaba por donde empez¨®: agravios de estilo. ?El estito de la ofensiva se basa en buena medida en el insulto -no en la invectiva- personal. Es este un recurso fascista de pura cepa: a falta de argumentos, sal gorda, chistes, chabacaner¨ªa demag¨®gica, calumnias, vejaci¨®n, injurias, pu?os y pistolas. ?
Lo del humor como fascismo en ¨²ltima instancia, se?orito Mar¨ªas, es una reliquia te¨®rica irresoluble y en cuanto al modo de atacar, despu¨¦s de leer a Savater, all¨¢ cada cual con su estilo. Pero eso de los ?pu?os y las pistolas? es harina de otro costal. Su vanidad ofendida ha pasado a algo inu ? cho m¨¢s serio, aun viniendo de usted: nada menos que a denuncia p¨²blica de pasar de las palabras a los hechos, de usar la violencia contra nuestros adversarios ideol¨®gicos. Y como ese ?pasado izquierdista? que certeramente nos atribuye supone haber pasado por el peligro y el miedo, la comisar¨ªa o la c¨¢rcel, precisamente por defender las libertades p¨²blicas contra la dictadura, yo le exijo al monosabio que deje de hacer el mono. Y que pruebe, con nombres y apellidos y con textos concretos de Diwan y de Lo que queda de Espa?a, que all¨ª se hace apolog¨ªa del fascismo y de Franco, que se denigra consecuentemente la democracia, que se ataca a vascos o catalanes por el hecho de serlo o que se predica la imposici¨®n de idioma alguno a nadie. No dude en denunciar cuantas veces hayamos usado ?los pu?os y las pistolas? con aquellos que hayamos criticado. H¨¢galo, se?orito Mar¨ªas, pero h¨¢galo ya, porque, s¨ª no lo hace, quedar¨¢ p¨²blicamente demostrado que el ¨²nico embustero fascista, el ¨²nico ni?o litri-facha de esta historia es usted.
Hasta ahora
En cuanto al modelo publicitario nazi que nos atribuye para justificar agresiones, ?Polonia invade Alemania?, as¨ª como las referencias a escritores catalanes en castellano, yo puedo contestarle con un dossier (como el que le exijo a usted) que muestre p¨²blicamente la campa?a de falsificaciones, injurias, intimidaciones y amenazas de las que, a mi s¨ª, me han hecho objeto ciertos grupos pol¨ªticos de Barcelona. Como yo me tomo m¨¢s en serio la pol¨ªtica que usted, mientras no est¨¦ aprobado en la ?Cortes el Estatuto de autonom¨ªa de Catalu?a, creo que no debo hacerlo y me callo. Pero hay algo que quien me haya le¨ªdo, aun los m¨¢s ac¨¦rrimos enemigos pol¨ªticos, no me ha negado nunca. Yo he corrido todos los riesgos pol¨ªticos necesarios, asumiendo p¨²blicamente lo que he escrito, porque sinceramente cre¨ªa que era verdad. Puedo haberme equivocado o no, eso ya lo iremos viendo. A m¨ª me han considerado equivocado, confundido hasta la obstinaci¨®n, pero nadie mentiroso ni cobarde. Yo, mejor o peor, he toreado de verdad. A unos les ha gustado y a otros no. Pero nadie me ha visto hacer el'don Tancredo o el salto de la rana. Usted, se?orito Mar¨ªas, y vos, alt¨ªsimo don Tancredo, lo hab¨¦is hecho bastante a mi costa. Ahora pod¨¦is volver al charco.
Babelia
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