Andaluc¨ªa, una nacionalidad
Parece que no sabemos definir Andaluc¨ªa. Los escarceos bautismales de la etapa preconstitucional -patria andaluza, pa¨ªs andaluz, pueblo andaluz- perdieron efic.acia ?constItutiva? ante el reto del art¨ªculo segundo de la Constituci¨®n (?Nacionalidades y regiones?). M¨¢s tarde, los Estatutos vasco, catal¨¢n y gallego no dudaron en la calificaci¨®n de sus respectivas realidades como ?nacionalidad?, no sin antes intentar, vascos y catalanes, introducir la expresi¨®n ?realidad nacional?, que la Comisi¨®n Constitucional y las instancias pol¨ªticas decisorias desestimaron por no se sabe qu¨¦ razones ?f¨¢cticas? o formales. Ya tenemos, pues, tres nacionalidades en nuestra ?patria com¨²n e indivisible?. ?Ser¨¢ la cuarta -en el orden cronol¨®gico del bautismo estatutario- Andaluc¨ªa? Los andaluces esper¨¢bamos una cierta claridad y, de pronto, la querella pol¨ªtica lo ha oscurecido todo. Personalmente, a fuerza, de querer entender todas las posiciones, he terminado por no entender casi nada.El escenario es Carmona, donde el ?ciego, sol? manuelmachadiano daba tremendas lanzadas el 14 de agosto, pen¨²ltimo d¨ªa de los trabajos de la ponencia para urdir y entramar un buen anteproyecto de Estatuto andaluz. En la ma?ana de ese d¨ªa, los miembros de la ponencia, urgidos por el presidente de la Junta de Andaluc¨ªa y por sus respectivos. partidos, nos aprest¨¢barnos a intentar una f¨®rmula de avenencia, un art¨ªculo consensuado, sobre las se?as de identidad que mov¨ªan al pueblo,andaluz a constituirse en comunidad aut¨®noma. Primero fue el debate ideol¨®gico; m¨¢s tarde, el pol¨ªtico; finalmente, el regateo. ?Por qu¨¦ llamamos nacionalidad? ?Qu¨¦ es una nacionalidad? ?Cu¨¢les ser¨ªan las ventajas de la denominaci¨®n?, ?cu¨¢les los inconvenientes de,no adoptarla?
Todos los miembros de la ponencia estuvimos de acuerdo en que el articu¨ª lo primero del Estatuto deber¨ªa contener las siguientes proposiciones: el pueblo andaluz, en el pleno ejercicio de su derecho al autogobierno, se constituye en comunidad aut¨®noma, de acuerdo con la Constituci¨®n y con el presente Estatuto; ¨¦ste aspira a hacer realidad los principios de libertad, igualdad y justicia para todos los andaluces, en el marco de la igualdad y la solidaridad con las dem¨¢s nacionalidades y regiones de Espa?a; los poderes de la comunidad aut¨®noma andaluza emanan de la Constituci¨®n, del pueblo andaluz y del Estatuto. Sin embargo, la f¨®rmula quedaba coja, como ?desalmada?. ?En virtud de qu¨¦ se?as de identidad, en nombre de qu¨¦ realidad colectiva, el pueblo andaluz, como tal, est¨¢ba legitimado para ejercer plenamente ?su? derecho al autogobierno? ?Cu¨¢l era la legitimaci¨®n extra o metaconstitucional de ese derecho? Un ponente aventur¨¦ que la identidad hist¨®rica, cultural y social del pueblo andaluz. Dos ponentes insistieron en que tales identidades proyectaban la existencia de una nacionalidad y hab¨ªa que decirlo. Alguien afirmaba que los factores cultural y social quedaban subsumidos en la identidad hist¨®rica, igual que otros no citados (geogr¨¢fico, econ¨®mico, etc¨¦tera). Estrujando las posibilidades -por dem¨¢s escasas- de avenencia, un ponente propuso la f¨®rmula eidentidad hist¨®rica y pol¨ªtica?, que fue aceptada.
Pero el tema de la nacionalidad segu¨ªa tan erguido como al comienzo. ?Por qu¨¦ no decir ?con las dem¨¢s nacionalidades y con las regiones de Espa?a?? No, era tanto como abrir una puerta falsa al bautismo de Andaluc¨ªa en cuanto nacionalidad. Adem¨¢s, ?qu¨¦ ventajas reales se obtendr¨ªan con la denominaci¨®n? Alg¨²n ponente adujo los t¨¦rminos ?sospechosos? del art¨ªculo 150 de la Constituci¨®n, por el que las Cortes pueden atribuir ?a todas o a alguna de las comunidades aut¨®nomas? la facultad de dictar normas legislativas en materias de competencia estatal. ?No ser¨ªa s¨®lo a las nacionalidades? Otros ponentes respond¨ªan que no, que la mayor o menor plenitud de la autonom¨ªa en nada se relacionaba con el hecho de ser, o declararse, una nacionalidad. Sali¨® a relucir -c¨®mo no- la reciente disputa de los partidos en los medios de comunicaci¨®n; la ruptura Casares-Ronda en el homenaje a Blas Infante; la necesidad pol¨ªtica de que en el borrador de Estatuto no aparecieran f¨®rmulas que aptintaran a la existencia de vencedores o vencidos; la conveniencia de una f¨®rmula de compromiso en la que cupieran todos los criterios sobre el tema, y la oportunidad de no ser, ni parecer, mim¨¦ticos respecto a Catalu?a o el Pa¨ªs Vasco.
Nadie argument¨® seriamente por qu¨¦ Andaluc¨ªa no era una nacionalidad. A los argumentos pol¨ªtico-ideol¨®gicos en favor de tal consideraci¨®n, se respond¨ªa con con presuntas razones de pragmatismo y oportunidad. Dentro del clima cordial, pero riguroso, de los debates, no surgi¨® raz¨®n alguna contundente que explicara por qu¨¦ Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco y Galic¨ªa s¨ª y Andaluc¨ªa no, por qu¨¦ se aceptaba por unanimidad que el pueblo andaluz tiene una indudable identidad hist¨®rica (cultural, social, econ¨®mica) y pol¨ªtica y, sin embargo, no era, o no se quer¨ªa poner que era una nacionalidad. Nadie opuso argumentos de car¨¢cter ¨¦tnico (faltar¨ªa m¨¢s) o idiom¨¢tico (existen naciones, no nacionalidades, con idioma com¨²n).
Personalmente, pienso que no tallaba la sensibilidad andaluza y pol¨ªtica de los ponentes, sino la de algunos engranajes partidistas, tradicionalmente lentos y cautos para la asimilaci¨®n de nuevas realidades. Que no se hab¨ªa profundizado lo suficiente en el ?plus? de identidad nacional que supone la realidad de un pueblo cada vez m¨¢s firme en su conciencia de que el expolio, la marginaci¨®n, la explotaci¨®n y los agravios padecidos por la permanente traici¨®n de sus oligarquias, en connivencia con las instancias centralistas y con las oligarqu¨ªas de otras comunidades espa?olas, s¨®lo terminar¨¢n mediante el enraizamiento de esa identidad y la autogesti¨®n de Andaluc¨ªa por su pueblo. Que no se hab¨ªa calibrado con rigor la tremenda fuerza movilizadora de un pueblo que se sabe acreedor de tantas cosas sustanciales frente al Estado capitalista, programador sistem¨¢tico del subdesarrollo andaluz, y frente a las burgues¨ªas hegem¨®nicas, inspiradoras y ejecutoras de tal programa. Y que, de desaprovecharse la irrepetible oportunidad hist¨®rica del Estatuto, habremos ?enterrado? legalmente lo que el pueblo andaluz har¨¢ vivo y real en cada momento: su identidad nacional.
Ojal¨¢ que la negociaci¨®n pol¨ªtica -todav¨ªa abierta- entre las fuerzas pol¨ªticas andaluzas supere los recelos, las susceptibilidades, la dial¨¦ctica vencedores-vencidos, y las irracionalidades, los t¨®picos y el puerilismo que fatalmente acompa?an a todo nacionalismo emergente y se abran paso la l¨®gica y la racionalidad. Conf¨ªo en que as¨ª sea y expreso asimismo mi confianza en la capacidad aglutinadora y arbitral de ese excelente compa?ero socialista y andalucista que es el presidente de la Junta de Andauc¨ªa, Rafael Escuredo. El sabe, como yo, que no se puede apostar a la posibilidad de que, en un futuro no lejano, se produzca a nivel an daluz ese terrible divorcio entre lo oficial y lo real, que ha envenenado siglos enteros de convivencia espa?ola. Y que el pueblo andaluz, como en la farsa tenoriesca, no tenga que decir a sus pol¨ªticos, cuando su nacionalidad vibre y se manifieste con la vida de lo ?fieramente real?, ?Los "muertos" que vos mat¨¢is gozan de buena salud.??
Diputado socialista por Almer¨ªa. Miembro de la ponencia redactora del Estatuto andaluz
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